Manuel Nogales Orozco, 1º Premio Poesía Searus-1995


MANUEL NOGALES OROZCO

Nota Biográfica (1)

          La trayectoria creativa de Manuel Nogales Orozco, nació en Camas hace 29 años, es principalmente plástica. Tras el reconocimiento de su obra pictórica y fotográfica en certámenes provinciales (Santiponce, Pilas, Alcalá y Sevilla). Pequeño mar en llamas supone su primera incursión en el ámbito poético. Recientemente Ediciones Grupo ha publicado su relato Monólogo (y diálogo excepcional que confirma la regla).

Manuel Nogales Orozco, noviembre de 1996.


Nota Biográfica (2)

          Manuel Nogales Orozco, sevillano, de 35 años y licenciado en Derecho.
          Acaba de recibir el “VIII Certamen Nacional de Poesía Universidad de Sevilla, 2001-2002, por su poemario Eres tú quien desaparece. Actualmente en proceso de impresión.

Reseña biográfica tomada de la Antología 25 años de Poesía Searus, 2002




Obra: “PEQUEÑO MAR EN LLAMAS”
1º Premio, XVIII Certamen de Poesía Searus, 1995



                                                                               Para Ángeles



                                                           Abro la ventana y apareces con
                                                           los discos de Mozart bajo el brazo.



Llegaste
como una primavera disfrazada de pájaros,
una manzana abierta,
simulando la lluvia y las palabras,
el gozo permanente de un horizonte mío.

Sucedió simplemente que tu cuerpo viajaba
y mi boca te abría, vacilante, una puerta.
Nada te detuvo
y clavamos los cuerpos más tristes en el suelo
hasta agotar el último puñado de ceniza.

Como una inmensa ola cayó sobre mi rostro.
El humo y las ruinas
supieron a una dulce despedida.



Sumergirse en tu aura
es similar a hundirse en un naufragio,
cuando uno se siente
el triste desperdicio de una tarde
o la sombra apagada de un ángel abatido.



He atardecido nuevamente en tus brazos,
acostumbrado al eco de tu cuerpo sencillo
y me quedaría una noche tras otra
dormido en ese bosque reflejado en tus ojos.

Dos cuerpos enlazados,

son  como amuleto para el viaje,
un letargo apacible y descuidado
que acompañaba en la humilde soledad de los trenes.

He atardecido nuevamente en tus brazos
horizontal, cubierto de cenizas
al cabo de una tarde en llamaradas.



Pequeño mar en llamas
como te pareces
a la palabra fuego.



Invisible te has vuelto
como todo lo que amo,
tanto que ya dejaste
de poseer un cuerpo,
una materia a la que sujetarse
y te has subido al orden
de lo abstracto, del viento y de la música.

Al principio
te imaginé pequeña,
perdida entre las cosas
y los seres que caen en el olvido.

No habría sospechado
que me fuera imposible
asignarte un espacio
a dibujar un mapa donde situarte…
                    … porque todo lo ocupas
y te has vuelto, lo sabes,
elemento invisible, como el aire.



A veces, cuando duermes, escucho el oleaje
acercando mi oído a tu pecho desnudo
y sospecho que el mar ha querido dejarte
el vaivén de las olas
para no obedecer más dictamen que el tuyo.

Tú, como el mar, escapas,
no se guarda en la mano un puñado de agua.
Si abro la mano sólo encontraría
unos granos de mojada arena.

Pero hay días de calma
en los que el temporal se duerme en el océano
y el cabello del mar juega a quedarse inmóvil,
dejándose peinar por los navíos.



Los días en que estudias tu materia
te asustas, expectante, contando tus arrugas

y sin embargo ignoras
el álgebra a colores,
la feliz aritmética de tus fieles lunares.

Forman una galaxia divertida en tu espalda.
Fugaces, ignorados,
Habitantes de tu escondite mágico.

Yo dibujo con ellos
círculos y triángulos,
imaginarios rombos,
constelaciones planas que mis dedos recorren.

                    … aparecen relojes, girasoles,
                    un planeta menudo…

Cada uno de ellos
es el secreto botón de las cosquillas,

                    minúsculas esferas de color deseable,
                    mecanismos que ayudan
                    a descubrir tu música escondida.



Nunca supe nadar, a lo sumo acertaba
a fingir cuando niño,
haciendo el muerto sobre la superficie.

Un viejo truco
para escapar de un mar que sólo quiere vida.

Pero ahora mis pies se han empeñado
en andar por encima de las olas,
una hazaña imposible ciertamente.



Tú no has vuelto,
esta vez
admito que me hundo.



“MI DOLOR ERA TAN ALTO…”

                              Manuel Altolaguirre



Mi dolor era tan alto
que mis manos se durmieron
donde habitaban los pájaros.

Mi dolor era tan alto
que un océano de nubes
se desnudó en mi regazo.

Mi dolor era tan alto
como un horizonte blanco.



Acercáos al mar, encontraréis
una llanura inmensa donde el agua
acaricia los pétalos de arena
con la delicadeza de una fiera dormida.

Dibujad un deseo en la tierra mojada
y esperad a que el mar barre vuestro mandato.
No esperéis, por supuesto, que se cumpla.

Sin embargo sabed que, en otra orilla,
Alguien mira hacia el mar, no os importe quien sea,

Cuyos sueños habréis interrumpido.



                              Epílogo con forma de bestiario

                              Enredarse las alas
                              es como tropezar
                              por no llevar atados los zapatos.



ANGEL VENGADOR

Abro la ventana y apareces
con los discos de Mozart bajo el brazo,
suspendida  en el aire,
materializada en el oasis del viento.

Déjame algún día tus alas voladoras.

Te encanta
imitar a los ángeles
devoradores,
inquietos, vengativos.

Adormecidos sólo por la influencia de la música

y disfrutas diciéndome
- ¿qué hay para cenar?,
para después
buscar el alimento en lugares inhóspitos,
encima de la cama por ejemplo.

Porque,
bien lo sé de antemano,
has venido dispuesta
a devorar la carne a tu manera.



ARPÍA FATAL

Se sentía una víctima.
Cuidaba el crecimiento de sus uñas o garras
y al tiempo devoraba
un verso decadente.
Conocía como nadie
el mecanismo siempre difícil de los parpados.
Sus caderas trazaban
órbitas al andar.

Aprovechando las corrientes del aire
planeaba, tranquila, hasta mi cama,
sus alas extendidas
y con el ronroneo propio de las palomas,
tras posarse,
rogaba una caricia debajo de las plumas.



MUJER SERPIENTE

Llegas retorciéndote, como un áspid escapa de su hastío,
con una furia leve
dispuesta a la inquietante mordedura.

El sueño
no puede competir con tu veneno.

1 comentario:

  1. Los poemas son ciertamente muy plásticos, con un esplendor especial.
    ¡Enhorabuena!
    Gracias por compartir unas palabras tan mágicas.
    Cordiales saludos.

    ResponderEliminar