Premios Searus 1993-XVI Certamen de Poesía


PREMIOS SEARUS 1993
XVI Certamen de Poesía

Año de Edición: 1994
Portada e Ilustraciones: Emilio Gassin Bohórquez
Prólogo: Francisco Caballero Galván
Poetas:
Ramón Gallar
José Aureliano de la Guía Manzaneque
María Angustias Castro Ángel
Miguel Valentín Pastrana


PRÓLOGO

          Una vez mas, el fruto de la múltiple colaboración entre el Ateneo de Los Palacios, la Asociación Cultural Searus, el Ayuntamiento de Los Palacios y Villafranca y la Fundación el Monte, madura en este particular árbol literario, haciendo posible el pequeño milagro de una nueva edición de los Premios Searus de Poesía. Con este talante, el Ateneo de Los Palacios como abanderado permanente de la cultura palaciega, apuesta por difundirla en su acepción más clásica: Templo donde poetas y oradores leen (y publican) sus poemas.
          Apoyando pues ediciones como la que presentamos, estamos apostando por un futuro más culto y mejor para todos nuestros ciudadanos, haciendo que cada año poemas y poetas de los más diversos lugares de la geografía española, tengan en estos pagos marismeños un punto de encuentro donde reflejar y retratar el variado y heterogéneo  mundo de la poesía española contemporánea.
          Es esta convocatoria poética, el mejor de los escenarios donde mostrar lo más novedoso e interesante de nuestra poesía actual, y su anuncio bien ganada tiene esa reconocida fama de seriedad, formalidad y buen tino en el fallo de los anteriores certámenes convocados.
          Es la solemnidad de la discreción, sencillez y a la vez gran difusión, lo que ha hecho que los Premios Searus de Poesía se conviertan en un galardón deseado y anhelado por el importante y numeroso colectivo de poetas actuales, dando buena muestra de ello la gran cantidad de trabajos que se han recibido en las últimas ediciones. Ese amplio poder de convocatoria, sin duda alguna servirá como medio ideal donde dar a conocer los últimos trabajos premiados a nuestros poetas, pero al mismo tiempo, será el sostén y apoyo necesario de este grupo de palaciegos integrados en la Asociación Cultural Searus, haciendo que cada año esa dedicación y cariño hacia los Premios Searus mantenga encendida la llama de la cultura en nuestro pueblo. Esta anual cita literaria, nos ayuda en gran medida a afianzar los lazos de relación y colaboración entre los distintos colectivos culturales palaciegos, es esta una de nuestras tareas, y el libro que tenemos en nuestras manos el fruto de nuestro trabajo.
          Así, abundando en los versos del poeta “nos quedará la palabra”, pero palabra impresa en la que podremos leer y releer cuantas veces nos venga en gana. Profundizando en este estudio, desgranando sus significados y emocionándonos con los sentimientos vividos, soñados y cantados.

Francisco Caballero Galván

Premios Searus 1992-XV Certamen de Poesía


PREMIOS SEARUS 1992
XV Certamen de Poesía

Año de Edición: 1993
Portada e Ilustraciones: Manuel Nadal
Prólogo: Emilio Gavira Amuedo
Poetas:
Ricardo J. Barceló
Jorge de Arco
Mª de las Mercedes Recio Fernández
Blanca Mª Cárdeno Verdejo


PRÓLOGO

EL CÁNTICO DE LA VIDA HUMANA

          Con dieciséis ediciones ininterrumpidas en su haber, el Premio Searus se constituye en una valiosa referencia para conocer la poesía que en estos últimos años se viene elaborando en España, y más concretamente en Andalucía. Efectivamente, poetas de distintas generaciones y variadas tendencias, se ha asomado a esta ventana abierta a la poesía que es este ha acreditado certamen que cada año viene superando, holgadamente, los doscientos participantes.
          Muchos de ellos, por no decir la mayoría, han centrado sus trabajos en el tema del hombre, viniendo a corroborar la apreciación de Vicente Aleixandre cuando afirma que “el tema esencial de la poesía de nuestros días, es el cántico inmediato de la vida humana en su dimensión histórica: el cántico del hombre situado, es decir, en cuanto localizado en un tiempo, que es irreversible, y en un espacio, en una sociedad determinada, con unos determinados problemas que le son propios y que, por tanto, le definen”.  Deliberadamente recurro a esta cita, algo extensa, del gran poeta, porque viene a definir la obra recogida en este libro. En los cuatro poetas que comparten sus páginas, se aprecia una preocupación por analizar y comunicar los interrogantes del hombre actual, un afán de sincerarse, consigo mismo y ante los demás, a través de los temas eternos de una poesía que arrancando de Jorge Manrique llega hasta Cernuda, pasando por Bécquer y los Machado.
          Sin ánimo de menoscabar la obra de los demás, se aprecia en este poemario un cierto desequilibrio originado por el mayor peso, en contenido y pureza formal, de los sonetos de Ricardo J. Barceló, que merecieron el primer premio del Certamen. Su calidad literaria no podemos buscarla en la originalidad de los contenidos, sino en cómo los expresa, en el tejido verbal, a base de un lenguaje diáfano, de gran simpleza, sin recurrir a grandes recursos, a excepción de frecuentes antítesis, por otro lado necesarias para desarrollar el título genérico –de por sí contradictorio– de sus poemas: “Nacimiento a la muerte”. Poesía descriptiva de profundas preocupaciones, constantemente aparecen sus versos salpicados de palabras como “nostalgia”, “angustia”, “tristeza”, “melancolía”, “esperanza”…,a veces paradójicamente acompañadas de adverbios o adjetivos que refuerzan la intensidad expresiva del verso; me refiero a expresiones como: “me acompañas, tristeza, dulcemente”, “dulce nostalgia”, etc.
          En definitiva, una poesía seria, breve y desnuda, de sobria elegancia. En este sentido subrayo las palabras de López Anglada: “Ricardo Barceló no ha buscado caminos intrincados ni falaces alardes vanguardistas en los que escudarse. Palabra limpia y oficio bien sabido es todo lo que precisa para expresar su realidad”.
          En la misma línea de retrospección y preocupación por el inexorable paso del tiempo, siguen los versos libres de Jorge de Arco, una tetralogía que incluye ese inquietante poema inspirado en un verso del poeta francés Arthur Rimbaud: “Je baisai ses fines chevilles”. Mediante una alegoría describe el paso de los años y la llegada a un punto y aparte en un determinado momento de la vida: “y cerró con la llave de su propia memoria / el sabor de los años derramados”.
          Finalmente, en el apartado de menores de veintiún años, Mercedes Recio y Blanca María Cárdeno, abundan, pese a su juventud, en la misma temática que sus compañeros de libro, reflejando en sus poemas la permanente crisis –el actual– cambiante y superficial, falto de valores auténticos y referencias espirituales a las que asirse en un momento de zozobra. Un mundo que necesita la poesía de estos hombres y mujeres, para quienes, como para Leonardo, la poesía –junto con la pintura– es música, un aire para respirar y vivir.

Emilio Gavira Amuedo

Premios Searus 1991-XIV Certamen de Poesía


PREMIOS SEARUS 1991
XIV Certamen de Poesía

Año de Edición: 1992
Portada e Ilustraciones: Emilio Gavira
Prólogo: Manuel Sollo
Poetas:
Domingo F. Faílde
Víctor Jiménez Guerrero
Trinidad Lorca
Eduardo Casilari Pérez
Antonio Daniel García Orellana


PRÓLOGO

          Estos son, sin duda, malos tiempos para la lírica. Habitamos la más atroz de las incertidumbres y vagamos, a tientas, por las procelosas oquedades de la noche a la espera de un alba impreciso. La ilusión venía de un rojo libertad inundando las calles de sueños. Recordad, entonces nos dijeron: “La poesía es un arma cargada de futuro”. Pero no. La injusticia viene disfrazada en los índices económicos y el porvenir esconde sus garras en la contabilidad de la Bolsa. Sobrevivir es un gesto mínimo que apenas cabe en una estrofa. La modernidad, agazapada, en un post tan gris como la época, anochece en la lenta agonía de las ideas que, dicen, movieron el mundo. Nos queda, pues, los silencios, mientras nos pueblan insolidarias desesperanzas para alcanzar las islas de dudosos tesoros.
          Tal vez es el momento de bajar del Olimpo para mancharnos las manos de la tierra. Porque, ¿quién puede ser poeta, o acercarse a la poesía, con este trasiego de escombros que nos circunda? Sólo quedan preguntas: ¿A dónde, para qué, con qué materiales alzar la voz? ¿Quién oirá las palabras mágicas que exorcice los misterios? Pero no nos engañemos. Escribir, aún en estos días, no es un acto de heroísmo. Si acaso de piedad. Primero, para el poeta. Después, quizá, para el lector, que se sumerge en los versos a la búsqueda del azogue que le devuelva el sentimiento, el conocimiento, ya que no la luz.
          Con optimismo –también con la lucidez que dan los años–, la escritora Rosa Chacel decía hace algún tiempo que el poeta tiene “el valor divino de la persona y el esplendor de la escena por su relación con lo sagrado”. Y llamaba a “estos elegidos para que hagan oír sus creaciones libres en un tiempo atormentado de elemental superfluo practicismo”. Es un reto que requiere no pocas dosis de osadía, coraje y libertad. Es un territorio ingrato cuando la sociedad se sumerge en un ruido vacuo que llama información. Porque hemos apilado los sueños para hacer una hoguera de las vanidades y las palabras se resisten a nombrar los nuevos perfiles de la realidad. Rotos los modelos, estamos ya desprovistos de coartadas y hemos de enfrentarnos –huérfanos– al devenir de los días.
          Palabras. Un corazón se desangra al atardecer y el mundo sigue. Palabras. Y llegará, terrible, el invierno. Palabras. Los pobres se desvanecen por las alcantarillas de la opulencia y el mundo sigue. Que vengan ahora los poetas a abrir las ventanas. Ya el poeta Félix Grande proclamó que “la patria es el leguaje”. En ese ámbito acogedor caben la vida y sus misterios, cosas “que no importan a nadie: Escribir un poema o un concierto / o un diálogo de sordos / para la soledad”, como afirma Domingo F. Faílde en el poema que abre su libro.
          Este libro –que acoge las poesías ganadoras y finalistas del Premio Searus 1991– es un esfuerzo más por encontrar esas palabras liberadoras que nos reconcilien con nosotros mismos y con los demás. Indaguemos en los versos de estos poetas andaluces a la búsqueda del rayo que nos encienda la llama. Tal vez en el quiebro de una estrofa habite, no el olvido, sino la luz que se recoge sobre los tejados de la tarde.
          Seamos osados, corrijamos al poeta Gabriel Celaya: la poesía (no) es un arma cargada de futuro. Las guerras, desgraciadamente, se hacen con otros instrumentos y el porvenir es apenas una incógnita colgada de puntos suspensivos. Pero, eso sí, nos impulsa a saltar al otro lado de ese espejo esperpéntico en el que oscuros poderes quieren que nos miremos. No tengas miedo al descubrimiento, oh, apresurado lector. Abre estas páginas y pon en marcha tu reloj de humano para encontrarte, asombrarte o desconcertarte con estas palabras que, por ventura, llamamos poesías.

Manuel Sollo Fernández

Seguno Libro de Poemas Searus

PREMIOS SEARUS

                                          Segundo Libro de Poemas Searus
                                   Certámenes: del IV al XIII (1981 al 1990)
                                   Año de Edición: 1991
                                   Portada: Carlos Delirio
                                   Prólogo: Ramón Reig
                                   Poetas:
                                    Francisco Mena Cantero
                                    Jesús Troncos García
                                    Fernando Rodríguez-Izquierdo y Gabala
                                    Manuel Aurelio Gahete Juarado
                                    Juan Sebastián López
                                    Andrés Mirón
                                    Manuel Fernández Calvo
                                    Carlos Murciano
                                    Cristóbal Romero López
                                    Emilio Durán
 
PALABRAS PARA ABRIR UN LIBRO…



            Y se hizo la luz a la segunda entrega de poemas SEARUS. Nueve años han transcurrido, en 1982 se editó el Primer Libro de Poemas con los trabajos de los Certámenes de 1978 al 1980, para que las obras ganadoras de los Certámenes IV al XIII  hayan sido publicadas. Atrás quedan incontables reuniones, contactos, peticiones, escritos, etc.

            Con la publicación de este libro de poemas se consigue plasmar en letra impresa el trabajo, la labor de recopilación de la nueva poesía andaluza y nacional que el Certamen, la Asociación Cultural SEARUS ha ido realizando a lo largo de la última década.

            Pensamos que la Asociación ha conseguido proyectar el nombre de nuestra localidad por todos los rincones literarios del país, procurando que Los Palacios y Villafranca sea considerado y reconocido como un pueblo ligado a la cultura, que sirve de vehículo y expresión de la misma.

            Es hora del recuerdo, de hacer balance de la época transcurrida, de no olvidarnos de cuantas entidades y personas han contribuido en las realizaciones de los certámenes poéticos, origen del libro que ahora publicamos.

            Nuestro agradecimiento al Excmo. Ayuntamiento de Los Palacios y Villafranca por su inestimable colaboración y apoyo económico; a Francisco Mana Cantero, miembro perpetuo y honorario del jurado desde 1981, año en el que fue ganador del primer premio; a Ramón Espejo y Pérez de la Concha, presidente del Ateneo de Sevilla; a Manuel Nadal Madrid por su desinteresada colaboración; y a tantos y tantos socios que hicieron posible en su día esta idea y que hoy se encuentran inmersos en otras tareas sociales.



A.C. SEARUS





                        PRÓLOGO al Segundo Libro de Poemas



            Por las ediciones ya transcurridas, puede afirmarse que el Premio de Poesía “Searus” es un galardón con una indudable solidez. La publicación en este libro de los poemas ganadores en la década de los ochenta nos ofrece la oportunidad de conocer la poesía que contemporáneamente se elabora en España, muy especialmente en Andalucía.

            La antología lírica que ahora se presenta contiene autores con una clara trayectoria cualitativa. Aunque se nos acuse de excesivo “atrevimiento”, vamos a caer conscientemente en la manía de encuadrar nombres en grupos cronológicos desde el punto de vista del año del nacimiento, si bien ya se sabe que este fácil recurso no es más que una fórmula teórica de entendimiento.

            Así, a muy groso modo, observamos en estos autores galardonados desde 1981 hasta 1990, dos grupos: el primero, más “veterano” con firmas nacidas en los años veinte y treinta: Manuel Fernández Calvo, Cristóbal Romero, Francisco Mena Cantero, Andrés Mirón, Carlos Murciano, Emilio Durán, Fernando Rodríguez-Izquierdo. El segundo grupo correspondería a una “generación intermedia”, nacida desde finales de los años cuarenta hasta bien entrados los cincuenta: Juan Sebastián, Jesús Troncoso, Manuel Gahete.

            Tomando ahora como línea conductora el orden de los años en que los poemas, y por tanto sus autores, fueron premiados, aportaremos seguidamente unas breves impresiones sobre las obras galardonadas.

            Francisco Mena Cantero, con “El Cerco”, nos obsequia con una poesía eminentemente reflexiva, muy actual en contenido, a pesar de que el poema resulta ganador en la edición de 1981. En efecto, si durante el último quinquenio, y todavía hoy, los pensadores más destacados hablan de crisis de ideologías, de crisis de pensamiento o, diríamos nosotros, de la ideología de la no ideología, cobran especial interés los versos: “…la vida es ahora una pregunta/ y hemos perdido la esperanza/ de darnos la respuesta”.

            Trata Mena Cantero de acercarse a las preocupaciones e interrogantes del llamado “hombre de la calle”, ese amplio colectivo de seres humanos que, en la ciencia de la Comunicación, conocemos como “mas media”, en otra de las expresiones anglicanas que poco a poco van empobreciendo y delimitando nuestro idioma. Para dicho acercamiento, utiliza incluso el poeta expresiones recogidas de la sociedad misma (“Que nos perdone el cielo”).

            Del poema de Mena Cantero emana una sensación de provisionalidad, de idea heracliana; pero, sobre todo, vemos en “El Cerco” una invitación a la meditación y a la humanidad, evidente  consecuencia de la actitud reflexiva que su autor plasma.

            Las Kassidas de Jesús Troncoso recogen magníficamente el “espíritu andalusí”. Troncoso nos ofrece unas composiciones henchidas de imágenes no barrocas (como deber ser según “dicta” el “espíritu” antes dictado). Son imágenes vivientes, metáforas que se diría responden a un espontáneo ejercicio de imaginación, valiosas precisamente por su aparente evidencia (ahí radica el mérito de descubrirlas).

            Se trata al mismo tiempo de un lenguaje profundo en contenido y forma, al que agradecemos la ausencia de los churrigueresco que, en efecto, hubiera estado fuera de lugar: “Una lluvia violenta/ que con sus pétalos escribió nuestros nombres”, dice Jesús Troncoso, en unos versos que además proyectan nostalgia y una carga retrospectiva en el tiempo que el poeta logra concretar con notable acierto.

            Por lo general, la poesía de Fernando Rodríguez-Izquierdo transparenta una sosegada personalidad, un espíritu equilibrado. No son excepción los poemas amorosos que forman “Del cristal de la esperanza”, significativo título de confirmación para lo que acabamos de afirmar.

            Es poesía de lo cotidiano ésta de Rodríguez-Izquierdo, que mira hacia atrás y hacia adelante en el tiempo con verdadera carga vital y afán de supervivencia física y espiritual: “Trocamos lo pasado por lo eterno”, dice el autor, quién añade: “Rivalizando amor, ¡el sol se infiltrará entre los visillos! –galán de mil ventanas–/ por sorprender la aurora de tus ojos”.

            Se observa, creemos, un tono directo de expresión y “líricamente coloquial”, con indudable intención comunicativa, sobre todo para con el ser amado, al que el poeta eleva a alturas subjetivamente precisas, como necesario sustento para existir: “Plantarás armonía en el duro bancal del corazón,/ me sembrarás el júbilo a brazadas,/ el eco de mi amor prendiendo en todo”.

            La participación de Manuel Gahete en este libro, “Ir y volver de ti a mi siempre”, es, a nuestro juicio, bien distinta de la anterior. Encontramos ahora una poesía “retórica”,  con giros no exentos de cierto hermetismo o, si se prefiere, complejidad. Gahete nos introduce en un mundo de nostalgia y deseo de recuperar lo perdido como manantial que aplaque la sed de un presente que no parece excesivamente placentero.

            Si Rodríguez-Izquierdo parece querer prescindir de vocablos que podemos definir de uso no habitual, Manuel Gahete establece una intención contraria. De esta manera aparecen conceptos como “abadeada”, “ukaz”, “ingrimamente”, “bataholas”, “gamellones”, etc.

            Podemos comprobar en la poesía que de Manuel Gahete se recoge en este libro una abundancia de sonetos bien construidos, casi todos ellos con el denominador común de la ausencia y el anhelo de retorno; a diferencia del “argumento” con que nos obsequia Fernando Rodríguez-Izquierdo, no hay en el de Manuel Gahete una constatación explícita de una historia dual, sino que casi todo el contenido de Gahete en un “monólogo” de ansias y descripciones estéticas impregnadas de una apreciable y perceptible dialéctica algo lejana de lo puramente “conceptual”: “Cuando lo prometí sobre la tierra/ brincaban los bridones/ crenchados en tu vientre”.

            “Primavera Imposible”, de Juan Sebastián, es una composición “bidireccional”, si se me permite el concepto. La unidad de “Primavera Imposible” consiste en un caminar desde el yo hasta el yo en clara relación con otro elemento humano que comienza a surgir en los poemas intermedios para hacerse diáfano en los últimos aunque, ciertamente, ya podía vislumbrarse en los inicios del poema.

            Un poema-libro que comienza con una petición de comprensión para el poeta en general –Juan Sebastián incluido–, a través de veros como “Perdona su existencia/ y limpia de tu piel sus cicatrices”; con unos rasgos descriptivos del propio poeta (“El poeta te dona/ su palacio de sueños,/ su vino de palabras”), y finaliza con la composición que da título a toda la obra, “Primavera Imposible”, en la que parece como si de nuevo el poeta Juan Sebastián quedara solo y precisara otra vez un ámbito en el que cogijase: “Tu perfil y tu voz se desvanecen, se desprenden de todos mis vestigios, y queda mi cadáver/ tan frío como ayer te lo encontraras”.

            Los madrigales de Andrés Mirón son una demostración más de un poeta con evidente oficio ya de sobra demostrado. Estamos ante unas composiciones que van deslizándose, desde un punto de vista formal, rápidamente ante el lector, si bien en no pocas ocasiones éste deberá realizar un especial esfuerzo para captar lo nuclear de las mismas.

            No obstante, hay claras y hermosas excepciones a esta regla que subjetivamente hemos constatado, como es el caso de “Mirada Oscura”, un poema a nuestro juicio más cristalino sin que ello signifique abandonar el tono genérico de la composición en lo relativo a la fluidez antes señalada. Frente a otras expresiones líricas como “…A cal y musgo/ clausuró la intemperie el descarrío/ de aquel balcón en flor”, hallamos en el citado poema: “porque transitas tú, mirada oscura,/ por esa plaza con naranjos donde/ aún espero un milagro de tus ojos”.

            Si nos hablaba Juan Sebastián de una “Primavera Imposible”, con Manuel Fernández Calvo retornamos a la citada estación. Es una primavera curricular, eminentemente propia. Los mismos versos del poeta, aquellos que un día escribió, le llevan a un vital reverdecer. “Y me miro en el viejo y pardo tronco/ del poema y me siento verdecer como un árbol,/ nuevamente la savia conquistando la altura”.

            Fernández Calvo transmuta al ser humano –y con él nuestro autor lo hace consigo mismo – a un mundo natural sobre el que actúa la estación primaveral como móvil vivificante de un existir que tal vez no muere nunca, tan sólo duerme: “Acaso no nacemos/ ni morimos/ del todo/ Quizás un mismo tronco nos sostiene/ y en una misma savia nos amamanta el tiempo”.

            A partir de estas ideas puede afirmarse que se desarrolla todo este “Retorno a la Primavera”, el poema que Fernández Calvo aporta a este libro.

            Carlos Murciano, con este estilo o forma andaluza de hacer tan suya, nos “da un paseo” por aquellos elementos externos a él que a la vez tanto le pertenecen; nos hace discurrir por esas sus “señas de identidad”, de sabor rural indudable, en las que el poeta descubre una razón de ser y con las que compone todo un ceremonial lírico.

            Junto a neologismos ya habituales en su obra (el mismo Rodríguez-Izquierdo los ha constatado en algunos de sus estudios), Carlos Murciano refleja conceptos tan propios, tan nuestros, como “loza”, “sandía”, “arriate”, “terrones”, “rastrojal”, etc.

            Hemos dicho “forma andaluza” de escribir y pensar. ¿Acaso no es casi obligado pensar en Andalucía cuando leemos estos versos?: “Centellea la cal, murmura el pozo,/ puéblense patio y corredor de sombras/ que cuesta ya reconocer,/ y en la azotea, fantasmal, se agita/ la ropa blanca”.

            Cristóbal Romero López describe unos “signos del amor”, en este libro. Signos que se inician con un evidente decaimiento anímico, con un lamento por lo que ya no es: “Cantan las aves con los mismos trinos/ y, en el balcón, son los geranios quienes/ con idéntico ímpetu/ van sucediéndose/ mientras por nuestra ruta regresamos/ con menos brotes cada primavera; / pues la savia no llega a los extremos,/ se cansa y se retiene”.

            No obstante, cuando estos signos aparecen ya en toda su concreción, significan, como afirma el poeta al final de su composición, “Salutación y despedida/ del retorno imposible”.

            He aquí algunos de los signos que dotan de luz diáfana al poema de Cristóbal Romero, y que, tras ese decaimiento inicial ya mencionado, aparecen a partir de un “Pero hay como un milagro/ que cada día se renueva”: la atmósfera, el olor limpio, el blanco de las sábanas, la penumbra de una estancia por el sol vencida, el perfume, la palma en el balcón o las “caricias otoñales”.

            Por último, “Te llamaré Carlota porque sí”, de Emilio Durán, expande sabor a evocación de amanecidas que atrás quedaron, por medio de un “elemento” central de la composición, que va recorriéndola envuelto en un relativo misterio, medio oculto entre alusiones a huellas que la Literatura y el Arte nos han donado.

            “Te llamaré Carlota porque sí; quizás tan sólo/ porque el joven Wherter me había regalado/ la violeta suicida de su amor/ y tú me parecías una sutil figura/ que huía por carriles de chumberas,/ con toros desmandados, amplios corralones/ y bocoyes en donde se albergan los temblores rojizos del poniente”.

            Así se exprese Emilio Durán, en un poema rico en adjetivos, aspecto éste que suele ser una constante en su poesía.

            En definitiva, un abanico de autores el de este libro que nos atreveríamos a definir como “uniformemente plural”, salvo alguna que otra excepción. Temas eternos de la poesía como la desilusión, el deseo, la esperanza, el anhelo de vida, etc, son aquí abordadas con unas claves que a veces son coincidentes en buena medida, y bajo una forma no ajena a la condición o conexión andaluza de determinados autores.



                                                           RAMÓN REIG

                                                           Abril de 1991

Primer Libro de Poemas Searus

Primer Libro de Poemas Searus

Certámenes: I, II y III ( 1978-1979-1980)
Año de Edición: 1982
Portada: Manolo Bernal
Prólogo: Juan Collantes de Terán
Poetas:

I Certamen, año 1978
Onofre Rojano
Juan Manuel Vilches y Vitienes
Jesús Troncoso García
Manuel de Fora
Manuel Sollo Fernández

II Certamen, año 1979
Rosa Díaz Martínez
Mª Josefa Roales
Ramón Reig
Manuel de Fora
Juan García Garrido

III Certamen, año 1980
Daniel Pineda Novo
Emilio Durán Vázquez
Manuel Bernal Romero
Manuel de Fora
Mª Carmen Ayala

PRÓLOGO al Primar Libro de Poemas

            La aparición de una entrega de poesía supone siempre un canto de alegría íntima. Es como si toda la existencia se transfigurara, en túnica de luz al aire, para recorrer los entresijos del hombre. La poesía está aquí y yo puedo tomarla en las manos. Es, en definitiva, el milagro conseguido desde la perfección. La causa última de nuestra existencia, que no permite pregunta ni duda. Vosotros, poetas de Los Palacios, sabeis lo que significa reunir en varias páginas una colección de poemas que ahora ven la luz calurosa del verano.
            Doce poetas salís a proyectaros en el horizonte luminoso de un paisaje, donde la naturaleza colorea de azul ocre, entre olivos y tierra calma, el aire denso para enmarcar el arado o el río, el huerto o lo plaza, el ladrillo cocido o la azotea o la fuente. Por estos poemas circula una intensa corriente de fervor y éxtasis entretenido en el anuncio de una mañana nueva, en la tarde sentimental del grito o en la quietud de la noche.
            Así, el medio se adapta al cuerpo del poema. Es necesario que así sea. El verso fluye mansamente en esta entrega que ha preparado SEARUS. Y los nombres ONOFRE ROJANO, JUAN MANUEL VILCHES, JESÚS TRONCOSO GARCÍA, MANUEL DE FORA, MANUEL SOLLO FERNÁNDEZ, ROSA DÍAZ MARTÍNEZ, MARÍA JOSEFA ROALES, RAMÓN REIG, JUAN GARCÍA GARRIDO, DANIEL PINEDA NOVO, EMILIO DURÁN VÁZQUEZ, MANUEL BERNAL Y Mª CARMEN AYALA, fijan en las páginas de la publicación que ahora aparece, la postura lírica de un momento determinado para el encanto, para el éxtasis o para componer con la palabra un lenguaje de plenitud poética.
            Joaquín Romero Murube, a quién ahora evoco en vuestro paisaje, os hubiera incluido en su libro “El Pueblo”, porque SEARUS empieza a profundizar sus raíces en el caserío y en campo de Los Palacios y Villafranca. Y ahonda su canto con ecos que vienen desde antiguo. La canción de siempre en Andalucía, por ejemplo, en Juan Manuel Vilches:                                                          
                                   “El hombre que lucha siempre
                                   por la muerte de los niños
                                   es hombre que mucho muere”

            Sin querer, el recuerdo de Antonio Machado -¡ tan íntimo!- surge en estos que también podían llamarse “proverbio y cantares”, o la canción albertiana, en forma de chuflilla popular:
                                  
                                   “Niño alado en las entrañas
                                   que voló de mar a mar
                                   para encontrar tu mirada”.

            O el romance tradicional, tan encajado en el pueblo, en los versos de Manuel de Fora:
                                   “…abrió sus manos y el viento
                                   se las sembró de ortigas…”

            Bécquer, en su prólogo a “La Soledad” del poeta madrileño Auguto Ferrán, habla de dos clases de poesía: una, que se reviste con toda la pompas de la lengua; es la poesía magestuosa y sonora, que deslumbra, pero rápidamente pasa y se desvanece; y la otra, breve, seca, desnuda de artificio, que brota como una chispa eléctrica y enciende las mil ilusiones que pueden vibrar en el lector apasionado. Esta es la poesía del pueblo, dice Bécquer. Esta es la verdadera poesía.
            Siga el lector con cautela en descubrir esta poesía que nace en las raíces de la expresión más auténticamente popular.

                                   “El pueblo sigue en su loma
                                   corboneando los olivos…”

            No es mi intención glosar cada uno de los poemas que ahora se publican. En todos descubriríamos esos “gritos interiores” que acabo de citar. En todos se desvelan la “vibrante arteria entre el muro y la sangre”, como se expresa Onofre Rojano, en uno de sus poemas. Red arterial, vida, en fin, pálpito y pulso de lo que dicen y de lo que quieren unos poetas del Sur. Esto si que es importante, porque supone la expresión del testimonio lírico de una parcela poética de Andalucía y el modo de decir también y comunicarse. La poesía no existiría si no hubiera esta comunicación. Ella queda palpable en estas páginas, como una especial manera de decir. Surco y herida, raíz y testimonio que recoge SEARUS en estas páginas para constancia de unos poetas andaluces.

                                                           Juan Collantes de Terán


Manuel Sollo Fernández-1984



MANUEL SOLLO FERNÁNDEZ

Manuel Sollo, año 2015. Foto tomada de su muro de facebook.

Obra: “Hacía el origen…de ti”
2º Premio Nacional. Certamen de Poesía Searus, año 1984

Patio del colegio Nuestra Sra. de Las Nieves.

HUBO UN TIEMPO, LO SABES, EN QUE VIVIR ERA LIENZO
blanco, crecido en la cintura de la edad,
amamantado en el silencio de los pájaros,
en el ocaso y los murmullos de las tardes
inacabadas.
          Hubo un tiempo, no lo sabes,
en que volar era una trágica broma de feria,
la broma, una mueca,
la mueca, un espasmo,
el espasmo, un grito.

          Y una carcoma devorando los misterios
vírgenes de las aves; caballos
sin memoria galopan
guerreros
hacia la génesis del porvenir.

Hubo un tiempo, ¿lo sabes?, en que vivir era eso:
quizás entonces, ah entonces,
la ceremonia del amor fuese el gesto definitivo.


TRAS LA PARSIMONIOSA
mirada de los gatos,
dibujaste un silencio color ámbar,
la nuca del espacio acariciaste
sobre un potro de ausencia sin estrellas
por marismas de cuerpos al galope.

Pálidas manos aletean en las sombras
de la memoria: arco de luz que difumina
tu sonrisa de esfinge,
mientras despojo al sueño
cálido de tu vientre
de ancestrales temores.

Tras el tupido velo
de los ojos alados,
ovillaste el insomnio con tristeza,
los besos del adiós amamantaste
de palomas dormidas en los senos
para sentir la luna en el fondo de tus manos.


PROBABLEMENTE FUISTE
cobarde, asesino de las lluvias.

Volver los pasos. Casas derrumbadas.
Una locomotora de azufre en el rostro.

Baldíos campos. Pájaros baldíos
en frentes de ceniza. A la sombra
del tiempo, irreversiblemente mío,
despojos de palabras inconexas
en sótanos de herrumbre,
                    a la sombra
del pulso de la sangre, se amotinan.

La noche, vieja como el sueño, vuelve
con su penumbra de acidez muda.

Un gesto. Sólo un gesto en el alféizar
del duerme-vela: volver los pasos. Tú
probablemente fuiste
culpable, asesino de las lluvias.

José Vargas Aguilar-1984

JOSÉ VARGAS AGUILAR

Obra: “Apocalipsis poética o cinco poemas para el olvido”
1º Premio Local. Certamen de Poesía Searus, año 1984


José Vargas Aguilar


               Gracias a la "separata" publicada el 24 en julio de 1984 en el número 24 del periódico Los Cuatro Vientos (editado por Searus y Triquitraque), hemos podido recuperar un poema del poeta local José Vargas Aguilar, además del poema incompleto que aparecía en las bases del certamen del año 1985.




                     I

Desde esta orilla de soledad de astro
verte en la luz es vano impulso.
Es vana la forma,
-es imposible-
atraer las moléculas que nadan en tu risa,
como vana es la esencia del perfume
si no hay flores.
Vano es el calor de la tierra
que agolpa a los seres
hacía un punto sólo,
mientras la luz deambula estéril
sin hallar un vientre,
un color,
una forma de cuerpo o enlace vivo
y fecundar un rayo y detenerse.
Y en cambio:
¡cuánto amor hemos barajado
en nuestras manos!
Todo un cielo de naipes se abrió ante nosotros.
El mundo crepitó más allá de nuestros actos.
El amor brotó,
vivió,
desplegó las alas y quiso ser.
Fue.
(Germinó en nosotros un cúmulo de luz).




/…
Dicen:
que se quería batir
con no sé que rayo
del sol que le quemaba…
y que
su último aliento
olió a vida.
                    …/

Manuel de Fora-1983


MANUEL DE FORA
                                                                    

Obra: “Acércate abundante con tu mano”.
2º Premio Nacional. VI Certamen de Poesía Searus, año 1983.

ESTOY DE TANTO ESTAR JUNTO A TU MESA
sosteniendo otro pan sobre mi mano,
subrayando un alud, un gesto humano,
un monólogo azul que ya no cesa.

Malsonante vaivén que pasa y pesa
-de fábulas baratas- mundo vano.
Afán de ti, me duele lo lejano
lo ausente de tu amor, tu sobremesa.

Estoy de tanto estar hecho pedazos
de pan y de palabra a tu manera.
Orilla y corazón, golpe y codazos,

barrunto tu dolor a mi mancera
de hombre humanizado a martillazos
limpios de luz, y bordes sin esfera.



ESPERO QUE ALGÚN  DÍA –UNO CUALQUIERA-
la palabra nos llegue por derecho
cumplida de antemano.

          Sin que el hijo
pida pan y le den una culebra.

Sin que el padre desate sus andrajos
en la mesa redonda de los lobos,
sin que el vino que vierta por su sangre
trepe caliente al corazón del hombre

que construye cimientos en la arena
cualquiera de una playa, que se abate
en tormentas.
          (Inevitable al tiempo)

Espero que algún día, uno de tantos,
se renueve el bautismo de los hombres
que consumen presentes de agonía.



INCONTENIBLE
          El corazón traía
un vértigo absoluto derramado,
una honda emoción a cada lado
y un armónico azul del mediodía.

Un sonoro vaivén, una porfía
de luz y sombra, rota, a su costado.
Un desnudo final no coronado
de su adentro crecer de la armonía.

Al borde de mi hastío has desbordado
un páramo de ritmo y de colmena,
un encuentro de luz desalojado,

que duerme con su flauta y con su pena.
Como un poeta, el corazón ha dado
al tiempo su palabra pura y plena.

Manuel Bernal-1983

MANUEL BERNAL ROMERO

Obra: “De exilio entre las alas”.
1º Premio Local, VI Certamen de Poesía Searus, año 1983.
/…
Y yo me iré contigo
desnudo de los últimos cipreses.
Des-
hojado.
                                                 …/