Amaya Blanco García, 1º Premio Searus-2008


AMAYA BLACO GARCÍA

Nota Biográfica

           Natural de Málaga, nacida en diciembre de 1979. En EGB comenzó a escribir sus primeros versos.
          A sus diez años, su familia se trasladó a Marbella (San Pedro de Alcántara) donde algunos premios literarios de su instituto Salduba le animarían a seguir escribiendo.
          En 1996 y 1997 participó en sendos certámenes de poesía para escolares “poetas del 27” organizado por la Diputación de Málaga, siendo premiada en ambos.
          En 1998 ganó el primer premio de poesía “Ciudad de Aroche” (Huelva) y en 1999 obtuvo el primer premio de poesía del Colegio Mayor Isabel La Católica (Granada).
          Durante su estancia en Granada, ciudad en la que estudió la licenciatura en Traducción e Interpretación por los idiomas inglés, árabe y francés, publicó en las revistas literarias Extramuros, Letra Clara y Alhucema y fue alumna del poeta granadino Antonio Carvajal.
          Posteriormente continuó sus estudios de árabe durante un año en Damasco (Siria) y al año siguiente en El Cairo (Egipto), donde obtuvo el premio de relatos cortos escritos en árabe de la Universidad Americana de El Cairo (2004).
          A su vuelta se afinca en El Puerto de Santa María (Cádiz), donde ha trabajado como traductora free-lance y en proyectos de cooperación al desarrollo con el norte de Marruecos, y desde donde ha colaborado con la revista Piedra del Molino o con el Ateneo de Sevilla, en el Homenaje a la Generación del 27.
          En 2008 le es otorgado el premio de poesía “El Ermitaño”, premio con el que publica su primer poemario Letras de Tierra.
          Acaba de recibir el premio de poesía Searus, del Ayuntamiento de Los Palacios y Villafranca.

          Noviembre de 2009




Obra: “MATERIA VIVA”
1º Premio, XXXI  Certamen de Poesía Searus, 2008




          MATERIA CONSTANTE

Palpas, ciego, los años que aman nuestro lecho.
Surcas, leve, los cielos, con zeppelines blancos.
Hablas muy seriamente con un gato que tiene
el color de tus ojos, y el candor de tus brazos.
Vas cotidianamente tejiéndome una atmósfera
donde habito, sensible, al ritmo de tus manos.
En los pliegues del día, te deslizas, constante,
provisto de una música que desviste mis hábitos.
Por las tardes cocinas para mis labios secos
y en la luz de la sala dormimos doblegados.
Son cosas muy sencillas que ocurren diariamente,
sin ellas, es posible, no siguiera mis pasos.



          MATERIA ENGAÑOSA

No creas, si me acerco,
que un enjambre de luces bondadosas
te recorre la espalda,
ni aspires el aroma
del beso de mis manos indecentes.
No imagines que giran
en tu torso mil estatuas de sal
desmelenadas,
ni pienses que ya has muerto,
que tu cuerpo gravita
y eres libre de este mundo de sombras.
No te engañes:
sólo somos tú y yo,
sobre el suelo tendido
el manto inerte de la soledad.



          MATERIA INCORPORAL

Si mañana me encuentras
no sobre las espinas de cicatrices sonámbulas,
no sobre las culebras del insomnio,
no sobre los pecados incumplidos,
no sobre las cenizas de un “si hubiera”…

Si vienes y me encuentras
sí sobre los reductos de las cosas,
sí bendecida con alas transparentes,
sí diosa, sí niña, sí cascabel con dotes curativas,
sí panacea del centro de la tierra.

Si así, plena de luz,
no pudieras ni verme,
abandona tus ojos,
tus sentidos vitales,
y entra, incorporal, en la floresta
imposible y polícroma, falaz e indiscutible
-coto virgen de caza-
donde reina mi espíritu.



          MATERIA INSOBORNABLE

                                        “El duro hueso insobornable
              el triste hueso adonde no llega nunca el amor”
                                                      Vicente Alexandre


Pero no siempre habito en mi reino de sombra,
a veces me atavío la piel de transparencia
y salgo de las grutas que excavan mis entrañas.

Así, sin un quebranto,
me dirijo a la íntima cascada,
frontera de mi reino,
piel de agua, limítrofe
con el río que nace en tu dominio;
y frágil me despeño
por la roca inmutable
adonde no llega nunca la luz,
allí, donde muy levemente rozan
nuestras patrias,
irremediablemente separadas
en ese toque intenso
en el que no distingo el límite al que arribo
y en el que tú comienzas,
zaguán de nuestros cuerpos,
única poza en que así nos adoramos
todo el tiempo posible en el confín
donde tienen su encuentro nuestros seres
antes de regresar a sus reinos prohibidos,
solitarios, de sombra,
donde no llega nunca el amor.



          MATERIA INDIVISIBLE

Mi cicatriz madura se desgrana
toda vez que desgarro el sueño más profundo
donde siempre regreso
a la desmesurada corza de tus labios.

Allí, donde no somos ya dos seres distintos,
sino materia única,
indivisible núcleo, previo a toda conciencia
de las formas que impiden la más pura unidad.

Como la tierra abierta en esos días
en que se hacen visibles
las implacables líneas divisorias,
mi cicatriz exhala entre mi frente
el aroma de flores que no se creen marchitas.



          MATERIA INEXPLICABLE

No entiendo la sintáctica de tu silencio cálido,
me confunde el delirio de la caligrafía de tu piel,
velo blanco irrompible
o epidermis mortal de tu ternura.

No consigo ni un día conjugar el pasado
del verbo claudicar,
aunque sí, reconozco, ya conjugo el futuro
-decidida y sin miedo-
del verbo confiar.

Traduzco sin problemas hasta el subordinado
modo con que me aman tus dos ojos.

Pero nunca me pidas
-y eso ya te lo advierto-
que explique con palabras
el sentido inmanente que cruza mi lenguaje
toda vez que te hablo
y en mi voz hay un tono de lumbre inextinguible.



          SIN MATERIA

Es atrevidamente inabarcable
amarrarme al vapor de tu presencia
aunque estés con tu alma gravitando
ligero y sin materia, por los planos del sueño.

Es tu respiración en esta noche
como un libro sagrado cuando la fe es un bálsamo,
y tu descanso llueve
sobre la tierra fértil de tu espalda,
su perfume me trae
una paz que conquista mis tarántulas ebrias.

Muy lentamente me despojo
de las húmedas capas que cargué por el día,
y me tiendo rendida en este buque
sin capitán ni brújula, sin luna ni bandera,
los remos extraviados en la noche,
inconsciente, contigo, a la deriva.

Premios Searus 2008-XXXI Certamen de Poesía


PREMIOS SEARUS 2008
XXXI Certamen de Poesía

Año de Edición: 2009
Portada e Ilustraciones: Manuel Ángel Gallego de Prada
Maquetación: Francisco Caballero Galván
Prólogo: Juan José Vélez Otero
Poetas:
Amaya Blanco García
Luis García Pérez


MATERIA VIVA
(PRÓLOGO A LA EDICIÓN DE SEARUS 2008)

            Hace ahora justamente casi un año que tuve el honor y la satisfacción de encontrarme en el acto de entrega del Certamen de Poesía Searus convocado por el Ayuntamiento de Los Palacios y Villafranca; fue algo que tuvo que ver con mi colección de poemas Declive, crisol y celosía; feliz circunstancia que me llevó, además de a recibir galardón en el bello Pueblo lejano cantado y evocado por el inolvidable poeta palaciego Joaquín Romero Murube, a interesarme y a conocer, si bien parcialmente, algunos de los aspectos más destacados de la ya fecunda y dilatada trayectoria de este Certamen en el panorama de las Letras Nacionales. Que en un Certamen Poético nacido en los albores de la primavera de 1978 haya superado ya exitosamente la treintena de ediciones y continúe año tras año de ininterrumpida convocatoria como uno de los más conocidos del panorama nacional es algo que, por si solo y con simbólica elocuencia, habla mucho y bien del Municipio palaciego, de su apuesta firme y decidida por la Cultura y de su compromiso con un género a veces tan minoritario y escasamente valorado como es la Poesía, tan alejado de las exigencias del marketing y de los imperativos de banalidad y consumo que en tantas ocasiones inspiran desgraciadamente y en mala hora nuestro tiempo.  Resulta de toda justicia, en consecuencia, reconocer al Municipio de Los Palacios y Villafranca, este pueblo de acacia y sol, de risa y de ternura, de cal y de matojos silvestres, agrio y dulcísimo a la vez en palabras de Romero Murube, su meritoria labor en la consolidación y en le mantenimiento de este relevante Certamen poético nacional, algo de lo que tiene buena parte de culpa el interés y la sensibilidad con la que los sucesivos Delegados de Cultura del Municipio –como es actualmente el caso de Claudio Maestre– han tratado y gestionado tradicionalmente el premio.

          Una simple ojeada retrospectiva al cuadro de ganadores de este Certamen corrobora, por otra parte, el amplio y variado espectro poético, estilístico y temático a que ha dado lugar su ya veterano bagaje lírico, en cuya nómina de ganadores abundan nombres relevantes en la Poesía no ya andaluza en particular sino nacional como Onofre Rojano, Daniel Pineda Novo, Emilio Durán, Francisco Mena Cantero, el trágicamente desaparecido Andrés Mirón, Manuel Fernández Calvo, Carlos Murciano, Víctor Jiménez, Jorge de Arco, José Antonio Ramírez Lozano, Enrique Barrero Rodríguez o Santiago Romero de Ávila (mi inmediato predecesor  en el Certamen con su barroca y suntuosa colección de Sonetos  desde la torre (Mi pecho era un terrón improductivo / en la mitad del bíblico barbecho / un viborezno herido e insatisfecho /  un gavilán famélico y cautivo) siendo así que como escribió Rogelio Reyes en el Prólogo a la cuidada edición de la Antología Poética 25 años de Poesía Searus (Antología Poética 1978-2002) la nómina de poetas galardonados tiene el marchamo de un reconocimiento público de alcance nacional.

          El fallo de la vigente edición que me corresponde presentar brevemente continúa a mi juicio en la senda de exigente calidad y buen hacer que tiene ya suficientemente acreditado el Certamen a lo largo de su trayectoria. La joven poeta Amaya Blanco (Málaga, 1979) se suma al representativo grupo de mujeres merecedoras de este galardón poético en el que, en una lista no exhaustiva, cabría citar con anterioridad los nombres de Rosa Díaz y María Josefa Roales (1979), Pilar Cruz de Arana (1982), Estrella Bello (1985) o Ana María Romero Yebra (1988).
          La autora es traductora de inglés, francés y árabe. Reside en el Puerto de Santa María desde hace cuatro años y trabaja actualmente para la Diputación Provincial de Cádiz, en un programa de cooperación con Marruecos. Estudió Traducción e Interpretación en Granada y tras concluir su carrera se especializó en árabe en Damasco, entre los años 2002 y 2003, y en El Cairo en 2004. En la poesía de Amaya Blanco, sustentada sobre su equilibrada y armoniosa elegancia expresiva, se desarrolla un proceso de interiorización vital y un ahondamiento expresivo que lleva a sus versos a discurrir por cauces de lúdica y serena introspección. Si ya en su primer libro, Letras de Tierra, galardonado con el Premio de Poesía El Ermitaño de El Puerto de Santa María la autora acertaba a plasmar, en palabras del poeta y crítico literario Jorge de Arco, un unitario conjunto en el que la fusión del hombre con la naturaleza discurría junto al turbador devenir de la propia conciencia, la autora malagueña profundiza ahora en los casi etéreos contornos de dicha conciencia para ofrecernos esta Materia viva cercana y palpitante, que trasciende los límites de la corporeidad y de lo tangible para acercarnos un universo propio de delicada y femenina belleza y sereno y estremecido pálpito. Si así plena de luz, / no pudieras ni verme, / abandona tus ojos, / tus sentidos vitales, / y entra, incorporal, en la floresta / imposible y polícroma, falaz e indiscutible / -coto virgen de caza- / donde reina mi espíritu. En este abandono de la cercana inmanencia, de los sentidos y de la mirada en la búsqueda última de la esencia de las cosas en el que se cifra la dimensión trascendida y trascendente de la poesía de Amaya Blanco y se dispone la íntima cascada de donde brota, con piel de agua, el manantial de sus versos; poesía exigente y depurada, siempre al filo de una abstracción energética y nunca agresiva, sincera en su emoción y atenta siempre a la esencialidad de la música y al rítmico y elegante fluir de la cadencia. A lo largo de siete poemas en los que el sustantivo Materia va recibiendo una evocadora y certera adjetivación, Amaya Blanco consigue urdir un universo propio por el que asoma la irreductible transparencia de la luz y la cotidianeidad de un amor anclado en la sencillez de lo diario. Poesía sensitiva, y de suave voz interior, esta bien urdida colección de poemas acredita la madurez lírica de su autora y permite con serio fundamento augurarle cercanos y nuevos éxitos a su bien templado y aquilatado universo poético personal.

          Poeta de amplio recorrido y ampliamente galardonado en numerosas convocatorias poéticas en todo el territorio nacional, el puertollanero Luis García Pérez, distinguido con el segundo premio, acredita su dominio del oficio en una colección de poemas en la que, bajo el expresivo título de Más allá de la mirada, tienen cabida desde la precisión de los sonetos clásicos de sonora armonía hasta poemas en los que se abandona todo constreñimiento formal para abrazar  horizontes de mayor libertad expresiva. Su bien trabada colección de poemas parte de un guiño cómplice y metapoético al lector anónimo y finaliza en una emocionada invocación espiritual de gran altura lírica. La poesía de García Pérez conjuga al tiempo profundidad y sencillez y sin renunciar al mejor poso de la tradición lírica clásica tiende su mano a la modernidad sin exageraciones ni estridencias, en un pausado equilibrio que el lector agradece vivamente.

          Sólo me resta concluir agradeciendo vivamente al Excelentísimo Ayuntamiento de Los Palacios y Villafranca su generosa labor de mecenazgo e impulso de la cultura y de la creación poética, de la que la presente edición (cuyo elegante y sencillo formato ha sabido mantener tan acertadamente a mi juicio el Ayuntamiento palaciego) constituye un nuevo botón de muestra y expresar mi más cordial y sincera enhorabuena a los poetas premiados en la presente convocatoria. 

JUAN JOSÉ VÉLEZ OTERO

Juan José Alcolea Jiménez, 2º Premio Searus-2007


JUAN JOSÉ ALCOLEA JIMÉNEZ

Nota Biográfica

           Juan José Alcolea Jiménez nace el 26 de enero del 1.946 en Badajoz, para inmediatamente volver al lugar en donde fue concebido, Socuélamos, en el corazón mismo de la Mancha. Allí transcurre toda su infancia y juventud, allí encuentra a la que es su esposa y allí vuelve a cuidar a su padre y renovar su archivo de memorias.
          Es pues en la llanura manchega y entre sus gentes, donde se forja su personalidad, y a lo largo de toda su obra se puede observar la influencia de este escueto y amplísimo paisaje y de la austera forma de ver la vida, tan propia del campesino manchego.
          En 1970 llegó a Madrid en donde alterna su trabajo en una empresa financiera con sus estudios mercantiles. Hacia principios de los años noventa empiezan a crecer sus inquietudes literarias, y sucesivos premios en la Universidad Popular de la antedicha ciudad le hacen plantearse que quizás sea la literatura su vocación tardíamente encontrada.
          Desde entonces, la búsqueda del tiempo perdido es una constante en su poesía, así como la dialéctica del encuentro-desencuentro entre el poeta y la palabra, muchas veces elaborada desde una visión ascético-mística.
          Poeta pues de vocación tardía, pero que ha encontrado por fin lo que siempre ha estado buscando y se siente agradecido por este encuentro. Especificar afinidades y gustos en harto complicado, pero San Juan de la Cruz, Quevedo, Fray Luis, Bécquer, Machado, junto con algunos miembros del 27, han marcado profundamente su quehacer, teniendo siempre en cuenta las debidas carencias en su acerbo de lecturas poéticas motivado por la antedicha tardía llegada a la poesía. En su haber figuran alrededor de un centenar de premios literarios y, sobre todo, una inmensa pasión por la encontrada magia de la escritura.
          Felizmente prejubilado, en la actualidad está integrado en el grupo literario de Alcorcón “Verbo azul”, de cuya “Aula itinerante de poesía”, formada por él mismo, forma parte; asimismo codirige, junto con Ana Garrido y José Tomás Romero, la revista de dicha asociación “La hoja azul en blanco”. Además colabora en múltiples actividades literarias entre las que no son las menos importantes su adscripción a Poesíapura.com y a la Casa de Castilla-La Mancha, lugares de encuentro como pocos en su corta vida literaria.

SUCINTA BIOGRAFÍA:
·       “DEJÁDME EN LIBERTAD”, premio “Hermanos Argansola”. Ayuntamiento de Barbastro, 1999.
·       “ESTA TURBIA CORRIENTE”, Asociación Editorial “Verbo Azul”. Alcorcón, 2002.
·       “DONDE EL AIRE”, Antología PROEMIOTRES, Edición Certamen Literario Artífice de Loja, Agosto de 2003, donde obtuvo el Primer Premio.
·       “SIN MÁS DEMORA”, IX Premio Internacional de Poesía Luys Santamarina-Ciudad de Cieza, 2004.
·       Flor Natural en Bujalance (Córdoba), año 2004.
·       “PUES FUI DE LLAMA AMOR, ESTAS CENIZAS”, XII Premio Nacional de Poesía “Poeta Mario López”, Bujalance, 2005.
·       Antología XXII Certamen de Poesía “La Bujanda” 2005, Coslada. Primer Premio.
·       “CERCO DE SOMBRAS”, Asociación Editorial Verbo Azul, Alcorcón 2005.
·       “PAISAJES PARA UN ANOCHECER”, VIII Premio Internacional “Luis Feria, Universidad de la Laguna, 2006.
·       Premio Poesía Mística de Malagón, 2006.
·       Premio CEAM Segorbe, 2007.
·       Premio “Hermandad de Cofradías” Peñaranda de Bracamonte, 2008.
·       Premio “Sodales de Fortuna”, Fortuna (Murcia), 2008.
·       Revista “EN ALZA” de Castilla-La Mancha.
·       Revista de creación literaria MANXA, Ciudad Real (Grupo Literario Guadiana).
·       Revista de creación literaria “CALICANTO”, Manzanares.
·       Revista de creación literaria “La Hoja azul en blanco”, Alcorcón.
·       “Diecisiete años de Poesía en veinte años de Café”. Editorial Vitruvio, “Cafetín Croché”, Mayo de 2002. (Antología).

          Noviembre de 2008




Obra: “AQUEL TIEMPO DE AGRAZ
QUE COMENZABA”
2º Premio, XXX  Certamen de Poesía Searus, 2007


A Josefina, Aurelio y Elía
de quienes estos versos
están ahitos de su ausencia



                    I

Era martes
aquel tiempo de agraz que comenzaba.


Un silencio de estrofas inconclusas
pegado como escarcha en los cristales
cegaba al almuecín de la esperanza
su intento de abrigarse en las retinas.

La piel que abocetaba las aceras
maullando soledad y desconsuelo
a todas las farolas se encelaba
buscando amancebarse con el día.

Abrió un gallo la luz,
se maquillaban
con cúmulos de niebla de paisajes
ajenos a la escoria que dejaba
el sueño en las caléndulas marchitas.
En todas las preguntas,
repletas de pasados imperfectos,
miraba la quietud de una memoria
que al vuelo se iniciaba en el olvido.



                    II

Nada parece igual al que se queda
asido al maderamen de la vida
en la agenda postrera del naufragio,
porque las horas,
hambrientas del sabor de la ceniza,
acaban de cegarnos las vitrales
que el tiempo nos abrió para una historia.

Era silencio y tiempo de llorar.

Todas las bocas
dibujan un adiós de despedida
y muerde la sospecha inapelable
de haber callado amor a quien nos deja
en el otoño intacto de su vida.



                    III

Ella marcaba
los ritmos adecuados de la inercia
al suave magisterio de los días;
imaginaba,
desde un fragor de planchas y cocinas,
la forma de arrimar aquella nave
el puerto en que iniciar otra partida.

Estaba en la despensa almacenada
cual base de alimento su ternura
y el eco del silencio avirozaba
su voz para apenarse de lo incierto.

Su piel era de Marzo y acunaba
en un temblor de vuelos y caricias
la sed de nuestro padre y las miradas
en flor de los rosales que encendía.



                    IV

Aquellas tardes lentas del verano
cochura de la miel y de los grillos
me llegan entre altar de mariposas
y el trémulo fulgor de las albercas.

Que era tiempo de silos y pasajes
y el grano almacenar para la hambruna.

Cortaba mi almanaque cinco años
y todos los asombros me abarcaban
como el cerco abarca de la luna
la esfera boquiabierta de su tacto.

La noche era el gañir de los carburos
e historias de gañanes y fantasmas
que al sueño se abrazaban con la entrega
del párpado en su atisbo de derrota.

Nunca la sed de abrazos más cautiva
ni el hambre de la luz más habitado.



                    V

Cualquiera puedo ser el asesino
que aquella telefunken denunciaban
la noche de los viernes a las once.
Los ojos como platos y en el pecho
el miedo de acostarse y que, en la esquina
que tuerce a la derecha en el pasillo,
pudiera aparecer, lobo de luna,
la imagen de la incierta puñalada.
Las piernas de brasero requemadas
y, en túrbido picor, los sabañones
comiéndose los dedos cual termitas
que abrieran en tu boca el hormiguero.
Y si uno desfondaba los bolsillos
de aquel cerdo de barro con ranura
la música de Dvorák denunciaba
que puede un niño ser un formidable.

Eran tiempos de Abril, como os decía,
entonces juguetón y milagrero.



                    VI

Juega al azar sus bazas el recuerdo
y va desabrigado de la sombra
los velos de abrasado calendario
que alcé para violarlos con la vida.
Era tiempo de agraz aquel entonces
y todo el altamar ebrio de velas,
la luz era más luz y, honda la noche;
¡qué obscenas nos miraban sus estrellas!
Mas otras veces
-la muestra cambia el palo de su baza-
la boca ensimismada de tristeza
dejaba entumecidos los paisajes
como ramos de caléndulas marchitas.
Era un tiempo cercado de preguntas
y el negro del ciprés como respuesta.
Callaban en los bancos de la tarde
los lutos escondidos de la guerra
y era terco el mirar de los ancianos
buscando en cada tapia una memoria.

Las ganas de vivir se vacunaban
con un yugo de bueyes y unas flechas
y aquel cantar al sol himnos marciales
haciéndole a la muerte un estandarte.

Mi padre se guardaba las respuestas
en un doble cajón con la pistola
y sólo entre dos luces los vencidos
jugaban a esconderse con el miedo.

A veces, a la puerta de mi casa,
-capítulos de llanto por la sombra-
venían a implorar, ciegos los labios,
un poco de comer, ¡por Dios! señora.

Eran tiempos de agraz como os decía
repletos de pasados imperfectos,
y había que vivir.
No se imaginan
la angustia que es crecer en tiempo muerto.



                    VII

Te hallabas aún pendiente de recados
y el vaso entre las manos cuando vino.
No esperabas
que ardieran tan deprisa las pavesas
del fuego que en tu lar se consumaba.
Estabas, como siempre, imaginando
esperas en presente subjuntivo
y al cabo te surgió el tiempo perfecto
contigo como la última persona.
(Hay pocos verbos
con fecha de obligado cumplimiento).
Estabas –te decía hace un momento–
con un vaso de vino entre las manos
pensando en qué poemas escribirías
después de degustar la última copa:
el vino se adensó por las barricas
y, turbio, se posó sobre tu sueño.
La muerte tuvo sed y le ofreciste
tu sitio ante la mesa como escaño.
Vano sería
pensar de ti al obrar de otra manera.
Tan dulce y tan cortés como solías,
dijiste que a su gusto se sirviera.
La oferta te mató.
Siempre tuviste a la hora de morir
suerte contraria.



                    VIII

No sé si fui feliz; en la distancia
el tiempo va cribando avaramente
paisaje a trajinar de la memoria.

Sé que dejaba
posar la vida en mí de otra manera,
que en cada instante
podía aparecer siempre un sombrero
y era una apuesta
hacer en cada noche un escondrijo
y en cada amanecer una quimera.

Los ojos y el oído,
como el pozo tejido por la araña,
guardaban cada hallazgo en sus bodegas
sin más tasa que el tiempo de la espera.

Mi hermano Aurelio
–que luego nos dejó el tiempo descalzo
y el flanco de babor desguarnecido–
gustaba de subirse en una artesa
y hacerse al ancho mar bajo mi mando.

Yo interpretaba
con un viejo espadín y una muleta
labor de capitán de los piratas,
a la hora de luchar aligeraba
las gavias y el mayor del enemigo
a escuadras de alfiler sobre las cuerdas
colgadas con la ropa de mi madre.

No sé fui feliz, como os decía,
pero llevo temblando en mi memoria
el impacto del bronce
                    en las cureñas.



                                       IX

Os decía, al tiempo de iniciar este poemario que era martes y el tiempo se cegaba como el hueco sin luna de un armario. También decía que un silencio de estrofas inconclusas negaba al almuecín de la esperanza su intento de abrigarse en las retinas. Está cruzando un gato la azotea con un candor de pluma y de madeja y el tiempo me parece algún relato de aquella infancia-abril que tal vez tuve. La parra se deshoja lentamente en un vals de septiembre ya marchito y en un salón del alma no avistado un arpa guarda ignota su mensaje. Qué añil la claridad se nos antoja. Qué fiel la sugerencia de lo oscuro. Como si fuera centro el centro y no su orilla, como si el yo fuera lo exacto y no su abismo. El gato en uniforme en uniforme de paloma ha rasgado la luz y ha muerto un ángel. El tiempo se me rompe de impresencia y el grito de un pavor desborda el aire. La sed de tanta luz colma la herida y todo sigue igual como hasta siempre, pero ha podido el verso desguazarme del lastre de un dolor y he comprendido.

El pájaro a la tierra vuelve herido pero queda en el aire asido el vuelo.