Francisco González Ruiz, julio de 1980

Relato Corto

FRANCISCO GONZÁLEZ RUIZ

Nota aclaratoria

En el número 14 de la revista SEARUS, julio de 1980, en la sección “Especial cuentos”, se publica el relato corto denominado “Malos tiempos” de Francisco González Ruiz.

MALOS TIEMPOS

            Era un día de agosto cuando mi mamá me vistió con la ropa de los domingos. Un pantalón corto de “patén” y una blusa blanca que me apretaba en algún sitio.
          Salimos a la calle, que a esa hora estaba desierta, y atravesamos el pueblo acompañados por un sol abrasador. Por el camino me fue diciendo mi mamá, como otras veces, que íbamos a casa de Luisa “La Loca”. Yo puse algún reparo, porque me daba miedo esa mujer, pero mi mamá no me oyó. Cuando llegamos a la casa y entramos, un olor apelmazado salía de la cocina.
          No está bien desear la muerte a nadie, pero creo que me alegraría de la muerte de es mujer y supongo que de sus hijas también, por algunos detalles que les vi. Mi mamá tuvo mucha amistad con esa mujer cuando no estaba loca. No se que interés puede haber en hablar con una loca que se llevaba todo el día acostada. Mi mamá me decía muchas veces que Luisa no estaba loca del todo, que tenía momentos de gran lucidez. Algo de cierto había de eso, de lo contrario no comprendía esos largos ratos de animada conversación que mi mamá mantenía con la loca. Pero yo no conseguía reprimir mi temor hacia esa mujer. Ese día no habló con la loca, se limitó a saludarla con unos besos, que me parecieron cúrsiles, pero en cambio si habló mucho rato con las hijas. Yo estaba sentado en una silla con las manos metidas debajo de los muslos, mirando indiferente a una y a otra. Al cabo de un rato oí la voz de la loca que me llamaba desde el dormitorio. Noté algo frío que me resbalaba por la espalda, agaché la cabeza y no contesté… Pero la loca insistió nuevamente… En esta segunda vez, regañó, molesta con mi conducta.
          -¡No te enteras niño que está llamándote Luisa!, dijo mi mamá. Me levantó suavemente de la silla, empujándome con la mano hacia el cuarto donde estaba la loca. Tenía miedo a esa mujer, pero también temía a los pellizcos de mi mamá, de modo que obedecí a regañadientes y me adentré en la penumbra del dormitorio. Despedía un olor insoportable, un tufo a orines rancios. Me detuve en la puerta, pero insistió amablemente para que me acercara. Se incorporó un poco y rodeó mi cuerpo con sus brazos esqueléticos.
          -¿Tienes miedo de mi?, Dijo con cierta ternura. Negué con la cabeza, aturdido por haberme descubierto.
          -Anoche me quiso matar mi yerno. Me reveló la loca en voz baja.
          -¡Es un criminal, mi hija se ha casado con un criminal!. ¿Tú no sabías que mi yerno es un criminal?... Yo no respondí.
          -¿No me crees?. Me pinchó, aquí, con el paraguas… Se señaló la barriga. Yo seguía callado.
          -Crees que estoy loca, ¿Verdad?. Dijo con abatimiento.
          -¿Quién te lo ha dicho? ¿Esas? (se refería a sus hijas). Te voy a enseñar lo que me hizo anoche el canalla. Apartó la sábana y se levantó las enaguas, de muselina, dejando al descubierto un vientre pálido y fofo. Con el dedo índice señaló un punto del mismo… Yo no veía nada, pero dije que si.
          -Mis hijas son perores que ellos. Dicen a todo el mundo que estoy loca, para que nadie me crea cuando cuento lo que me hacen sus maridos.
          -¿Sabes una cosa?. Dijo apretando mis manos con fuerza. Esta noche voy a matar a uno de ellos, mañana a otro, hasta que los mate a todos. Mis hijas serán comprensibles y me lo agradecerán. Levantó la almohada cautelosamente y con una mirada de complicidad me hizo partícipe de su secreto, enseñándome lo que había debajo de la misma… Un cuchillo, una cuchara, un tenedor y un ovillo de hilo.
          -Pedrito, dale un beso a Luisa, que nos vamos.
          -Adiós Luisa. Se despidió mamá.
          -Adiós hija.
          Nos fuimos, dejando a la loca con su eterna canción.
          -¡No hay pan, no hay pan, no hay pan, no hay comida, no hay comida, no hay comida!.

FRANCISCO GONZÁLEZ RUIZ