Capítulo-2: Historias y recuerdos de "The Barking", grupo pop rock de Los Palacios y Villafranca




En febrero de 1968, Antonio Capellán y Manuel Rueda solicitaron autorización al Ayuntamiento para ofrecer conciertos y bailes con música en el salón situado en la Avenida de Utrera, propiedad de Joselón y que había sido alquilado por The Barking. El Alcalde de Los Palacios y Villafranca en aquellos años, les concedió el oportuno permiso con la condición y requisito de finalizar y cesar la música a las doce de la noche.

The Barking, 1968. Foto cedida por Manuel Rueda.
A la derecha Paco Moral, arriba Manuel Rueda, abajo Enrique Domínguez
y a la izquierda Antonio Capellán.


The Barkig fue ganando adeptos, simpatizantes y seguidores, como se reflejaba en la expectación  y afluencia de público que, domingo tras domingo, abarrotaba el local. El 6 de abril de 1968, coincidiendo con el triunfo de la cantante española Massiel en el Festival de Eurovisión, el grupo palaciego estrenó un equipo de voces propio, adquirido con enorme esfuerzo ya que tuvieron que recurrir a la petición de otro préstamo y la firma de nuevas letras.
Local situado en la Avencida de Utrera, propiedad de “Joselón”,
alquilado en 1968 por The Barking. Foto: Google maps.

Guillermo “Distinguido”, en el servicio militar, se unía y actuaba con el grupo los domingos que gozaba de permiso en el cuartel y así estuvo hasta que, en Semana Santa de 1968, se licenció definitivamente. Aunque poco tiempo después el ejército llamó a filas a Antonio Capellán, otro componente de la banda. Dicho contratiempo motivó el cambio de lugar de los ensayos, trasladándose éstos a la casa de Manuel Rueda, situada en la Avenida de Cádiz nº 55.  Pero el grupo ya sabía lo que era cambiar de emplazamiento,  por lo que no les cogió de sorpresa… Desde las primeras actuaciones hasta que finalizó la Navidad de 1967, el conjunto había practicado y experimentado en la casa de Enrique Domínguez, en la calle Santiago Ruiseñor nº4.  El fallecimiento de la abuela del guitarra rítmica propició, por razón del duelo en la familia, el traslado de los ensayos a la casa de Antonio Capellán, ubicada en la calle Jaime Balmes nº 41.

Paco Moral
Foto cedida por M. Rueda

José Martín (Panete). Foto cedida por M. Rueda

Manuel Rueda. Foto cedida por M. Rueda
Enrique Domínguez. Foto cedida por M. Rueda
Antonio Capellán. Foto cedida por M. Rueda

Con Guillermo “Distinguido” licenciado, Antonio Capellán en la “mili” y José Martín “El Panete” fuera del grupo, The Barking se reorganizó con Enrique Domínguez en la rítmica, Paco Moral a la batería, Guillermo “Distinguido” al punteo y Manuel Rueda en el bajo.
En mayo sucedió un hecho que sentó como un jarro de agua fría a los componentes del conjunto musical. Un domingo, en plena actuación de The Barking ante un numeroso grupo de muchachos y muchachas que bailaban al ritmo de los compases musicales que dictaba la banda, la Policía Municipal irrumpió en el salón de “Joselón” y clausuró la velada, alegando que cumplían órdenes del Alcalde para impedir que se tocase música en el recinto. Al día siguiente, Antonio Capellán y Manuel Rueda se entrevistaron con el regidor del Pueblo que aunque los recibió amablemente, les negó la autorización necesaria para la reapertura  del local, dejándoles claro que  “no se tocaba más...y punto”.

Grupo de jóvenes en la actuación dominguera de The Barking, primavera de 1968.
Foto cedida por Manuel Rueda.

Aunque de los vecinos colindantes a la nave nunca se oyó ninguna queja, protesta o reproche por ruidos, conductas incívicas u otras reclamaciones…eran tiempos complicados, difíciles y el grupo musical The Barking se vio forzado a acatar el dictamen del Alcalde, agachar la cabeza y callar…
Teniendo en cuenta cierta perspectiva histórica y el momento en el que se tomó la decisión de clausurar las fiestas de jóvenes celebradas en el salón situado en la Avenida de Utrera, pensamos que posiblemente el cierre pudo estar motivado por miedo de las autoridades ante las reuniones y concentraciones de jóvenes de Los Palacios y Villafranca. En Europa se estaban produciendo movilizaciones y protestas de la juventud, movimiento conocido como Mayo del 68. Aunque también, probablemente, pudo deberse el cierre a la presencia y participación, cada vez más numerosa, de público femenino en los bailes y conciertos que el grupo palaciego de pop rock The Barking ofrecía los domingos, desde febrero hasta su cierre en mayo, en el mencionado local…Aunque sólo son dos meras suposiciones, ya que las autoridades no dieron explicaciones del cierre.

Fotos, documentación, asesoramiento y recuerdos de Manuel Rueda.

M. Sánchez Martín, Asociación Cultural Searus, septiembre de 2015.

Capítulo-1. Historias y recuerdos de "The Barking", grupo pop rock de Los Palacios y Villafranca

No fueron fáciles los comienzos del conjunto de pop rock “The Barking” (Los Ladridos) de Los Palacios y Villafranca.

"The Barking" (1968), finalizada la actuación dominguera en el salón de "Joselón".
 Foto Cedida por Manuel Rueda


En septiembre de 1967 el grupo musical palaciego se embarcó en la compra de instrumentos. La falta de fondos y liquidez, tuvieron que entramparse firmando varias letras, les impidió adquirir un juego de voces, lo que les obligó tocar piezas y canciones instrumentales. Tras cuatro meses de incansables ensayos, en  la Noche Buena de 1967 debutaron ante un expectante y numeroso público congregado en el desaparecido Bar de Mayo, que estaba situado en la esquina de la calle Arenal con Jesús del Gran Poder (antigua calle de La Cárcel), frente a la barbería del "Galleto". En las fotos se aprecia que falta la letra “g” en el nombre del grupo escrito sobre la batería, error debido a la precipitación en su rotulación…los integrantes del conjunto no se dieron cuenta hasta pasado un cierto tiempo. En Noche Vieja de ese mismo año, 1967, el conjunto fue contratado para amenizar una fiesta organizada en el poblado  de “Los Casudis”.  Para poder realizar con decoro la referida actuación, el grupo se vio obligado a alquilar un equipo de voces y una furgoneta con chófer para que los trasladase. La suerte no les acompañó aquel 31 de diciembre de 1967, ya que a mitad de la actuación el equipo de voces se incendió y el poco dinero que obtuvieron gracias a los honorarios del concierto se lo llevó el chófer y la reposición del material incendiado.


Febrero de 1968, "The Barking" actuando en el salón de "Joselón".
Foto cedida por Manuel Rueda




Pasado el susto y el disgusto, en febrero de1968  “Los Barking” alquilaron un salón propiedad de “Joselón”, situado en la Avenida de Utrera (frente a la actual Bodega Bustos) y comenzaron a tocar los domingos, reuniendo en el mencionado lugar a un nutrido grupo de jóvenes palaciegos de finales de los años sesenta, amantes de la música que por aquellos años estaba de moda.


FOTO-2: Febrero de 1968, "The Barking" al finalizar la actuación.
Foto cedida por Manuel Rueda
En la foto-2, tomada concluida la actuación dominguera, los integrantes del grupo de derecha izquierda eran Antonio Capellán; Enrique en la “rítmica”; José Martín “El Panete” a la batería, aunque José estaría poco tiempo formando parte del grupo; Paco Moral en la batería y Manuel Rueda en el “punteo”. 


FOTO-3. Amigos en la actuación de "The Barking".
Foto cedida por Manuel Rueda
En la foto-3, realizada durante las actuación del grupo en el salón de “Joselón”, delante de derecha a izquierda estaba José Sousa; el siguiente joven no lo reconocemos; Manuel Lorenzo y uno de los hermanos Castillo de la calle “Arriba”.


1968. "The Barking", rodeado de jóvenes palaciegos.
Foto cedida por Manuel Rueda




Nuestro agradecimiento a Manuel Rueda, por compartir sus recuerdos y vivencias con todos nosotros.


M. Sánchez Martín, Asociación Cultural Searus.

"Para el cazo es igual..." Dicho en Los Palacios y Vfca.

“CUENTOS, LEYENDAS y DICHOS”
DE LOS PALACIOS Y VILLAFRANCA

“Para el cazo es igual…”, dicho con el que inauguramos la sección “Cuentos, leyendas y dichos” populares de Los Palacios y Villafranca. Cuentan nuestros mayores que a principios del siglo XX, en un cortijo de la campiña palaciega, sucedió un particular acontecimiento que daría origen al mencionado dicho popular…


“PARA EL CAZO ES IGUAL…”


Cuentan nuestros mayores que a comienzos del siglo XX, en un cortijo de la campiña palaciega, sucedió lo que relatamos...

Cuando se terminaba de recoger los garbanzos de las matas se transportaban a la era para separar el fruto de la vaina, aunque había que esperar unos días para que estuviesen totalmente secas. El trabajo consistía en pisarlos con un trillo, aventarlos y cribarlos. Finalizada la tarea se almacenaban, limpios, en dependencias del cortijo,  donde se amontonaban hasta el momento de poder ser envasados en sacos y posteriormente llevados al pueblo.

Como eran objetos codiciados por los braseros y trabajadores del cortijo; el capataz, encargado de las faenas, siempre andaba con “la mosca” detrás de la oreja, inspeccionando minuciosa y diariamente el lugar donde se hallaban depositados los garbanzos.

Con el paso de los días el capataz intuyó cierta merma en la altura de los montones y presintió que algo raro sucedía, temiendo  que se estuviesen cometiendo pequeños hurtos. Para evitar tentaciones e impedir lo que suponía, decidió acotar, delimitar y cercar la dependencia destinada a almacén, instalando a la entrada una reja metálica con cerradura y barrotes en las ventanas.

Los rateros, gañanes viejos del cortijo, al percatarse del nuevo escenario y la jugada realizada por el capataz, exclamaban jocosamente durante el trabajo, a cada instante, la cantinela: ¡Para el cazo es igual!, ¡Para el cazo es igual!...


Los montones de garbanzos acumulados en el improvisado silo fuertemente custodiado por rejas en ventanas y puerta, siguieron disminuyendo lentamente a manos de los ingeniosos jornaleros. El capataz, promotor de la infranqueable muralla instalada, no logró encontrar  nunca una explicación lógica a la paulatina disminución del grano almacenado.

El plan trazado por los cacos para eludir el enrejado consistió en usar un cazo de mango largo, que era introducido entre los barrotes. El objeto ideado ayudaba a la extracción lenta, constante y segura de las ansiadas y cotizadas legumbres en aquellos tiempos.

Sin duda, para el cazo era igual que existiesen barrotes de hierro entre los garbanzos y la mano que lo manejaba…



M. Sánchez Martín