Arca de las tres llaves de Villafranca de la Marisma

Arca de las tres llaves de Villafranca de la Marisma. Baúl de madera de cedro, del 1640 aproximadamente, construido con seis piezas enterizas, restaurado por el palaciego Antonio Cruzado Pérez. Se utilizaba para guardar los ingresos del arrendamiento de las tierras comunales de Villafranca de las Marismas, con los que debían pagar a los marqueses de “Vallermoso y Paterna”, que fueron los prestamistas en la compra de la jurisdicción. De esa manera impidieron que el Duque de Arcos, señor de la vecina población de Los Palacios, comprase la villa y sus habitantes a Felipe IV. Por su libertad, los vecinos tuvieron que pagar más de nueve millones de maravedíes. El arca poseía tres llaves, que eran custodiadas por el alcalde una, el concejal de mayor edad otra y la tercera por un vecino de reconocida honradez. En la actualidad se encuentra expuesto en el pasillo de recepción de la Casa de la Cultura. Patrimonio histórico de Los Palacios y Villafranca.

Arca de las tres llaves de Villafranca de la Marisma


ARCAS DE TRES LLAVES, HISTORIA Y USOS A LOS QUE SE DESTINABAN.
Las arcas cerradas con llaves han sido muy usadas a lo largo de la historia para custodiar de forma segura valores diversos. En concreto, las arcas de tres llaves han sido utilizadas tradicionalmente en España para guardar tanto dinero como documentos. La historia Moderna de la Archivística Española acostumbró a identificar archivo con arca de tres llaves. Comprensible dado que está documentado que en numerosos lugares se usaba este tipo de continente para guardar documentación. No obstante, tanto expertos en Numismática como en Historia Económica relacionan el arca de tres llaves con un baúl donde se custodiaba y guardaba dinero, recaudación municipal, estatal, etc.  Aún se sigue usando con el mismo sentido la frase que se usaba a principios del siglo XVIII, “hacer arcas”, que según el Diccionario de la Lengua Castellana, 1726, significaba “abrirlas en las tesorerías con asistencia de los claveros, para recibir o entregar alguna cantidad”. Por tanto, amabas líneas de estudio tienen su parte de razón.

El arca de las tres llaves era la antigua “caja fuerte” de los concejos municipales, donde se guardaban todo tipo de documentación valiosa. Su nombre se debía porque, como su nombre indica, tenía tres llaves que quedaban en posesión de tres personas responsables del ayuntamiento que por regla general eran el alcalde, el secretario y el tesorero. Cada uno tenía una de las llaves que de forma mancomunada podía abrir el arca, aunque ninguno de ellos podría hacerlo sin la llave de los otros dos. Al finalizar los mandatos se entregaban las llaves a los sucesores, no sin antes comprobar que no faltaba nada en el cofre. Se aseguraba así que nadie hubiese “metido la mano” y que los documentos, cartas, órdenes reales o dineros, que formaban parte del patrimonio de las villas, permanecían.

Desde el reinado de los Reyes Católicos, siguiendo una costumbre medieval usada en las universidades, en los pueblos y municipios existía el denominado “Arca de privilegios” o “Arca de las tres llaves”. Las compilaciones legales de la época (la primera edición de la Nueva Recopilación se imprimió en 1567), aludían a las arcas de tres llaves en dos sentidos. Uno refiriéndose a los incipientes archivos, cuando en 1567 las autoridades mandaban en la Nueva Recopilación de leyes “que hagan arca donde estén los privilegios y escrituras del concejo a buen recaudo, que a lo menos tengan tres llaves, y la una la tenga la justicia y la otra uno de los regidores y la otra el escribano del concejo”. Básicamente, esos requerimientos respondían al modelo dictado por los Reyes Católicos en la pragmática dada en junio de 1500 en Sevilla. En el mismo sentido, Castillo de Bobadilla en su Política para corregidores (1597) especificaba que las escrituras y los privilegios del pueblo estuvieran “en un archivo o arca con tres cerraduras”.

El otro sentido con que la Nueva Recopilación de leyes aludía al arca de tres llaves era el uso dinerario. La compilación recogía también una disposición dada por Felipe II que decía: “mandamos que en cada lugar haya una arca de tres llaves diferentes en la parte más cómoda y segura que al ayuntamiento le pareciere, en la cual se meta todo el dinero que tuviere el pósito”. Bobadilla, por su parte, también hablaba del arca del dinero del pósito como “el arca con tres llaves”.

Este sistema obligaba a los ayuntamientos y concejos a tener un arca destinada a Archivo y a efectuar inventarios de los documentos en ella depositados. Debían reunirse el alcalde, uno de los regidores y el escribano del concejo, y los tres, cada uno con su llave y por riguroso orden, abrían las tres cerraduras que destapaban los papeles fundamentales para la vida local: Privilegios Reales, Fueros, Pragmáticas, Reales Órdenes, Cuentas de Propios,…la vida escrita de la comunidad: la fe pública de sus derechos, de sus bienes, de su vida. Pocos sabían leer y entre ellos pocos escribir, pero todos eran conscientes de la importancia del Arca y de su contenido.

Este sistema estuvo en vigor durante varios siglos. El derrumbe del Antiguo Régimen, a principios del siglo XIX, inutilizó o privó de valor legal a una parte de la documentación de los archivos municipales y favoreció su arrinconamiento en los peores lugares del Ayuntamiento o en casas de vecinos; cuando no determinó su destrucción por falta de medios para custodiarla.



EL ARCA DE LAS TRES LLAVES DE VILLAFRANCA DE LA MARISMA.

El 15 de enero de 1626, siendo Rey de España Felipe IV, se promulgó una Cédula Real en la que se dictaban normas para la venta por parte de la Corona de 20.000 vasallos. Meses más tarde, en abril de 1626, se publica una nueva Célula para completar y modificar algunos apartados de la promulgada en enero debido a la falta acuciante de liquidez de la Hacienda Real. Entre los aspectos que se dictan está el de la venta de los términos con sus correspondientes vasallos.

Estas Células Reales propiciaron que la Casa de Arcos y señor de Los Palacios comprase por 9.352.500 maravedíes de plata doble, el 2 de junio de 1631, la villa de Villafranca de la Marisma con sus vecinos (237) y su término (86 millones de varas cuadradas).

No obstante, los afrentados ciudadanos de Villafranca de la Marisma alegaron derecho de tanteo y puja por su libertad, acciones que les fue concedida por el Real Concejo de Hacienda a la vista que la petición de los vecinos era acorde con el contenido de las Reales Células promulgadas en 1626. De tal forma, los vecinos de Villafranca de la Marisma depositaron en El Real Concejo de Hacienda, el 4 de agosto de 1637, los 7.149.000 maravedíes de plata doble que el Duque había pagado hasta la fecha por la compra de Villafranca de la Marisma, fecha por tanto en la que los vecinos toman posesión de sus propias vidas, de su libertad. Aún restaba por abonar la diferencia hasta completar los 9.352.500 maravedíes más un dos por ciento para indemnizar al Duque de Arcos, que era quien había realizado la primera puja, suma que se abonaría en el transcurso del siguiente año. Formalizado el pago íntegro más los intereses y gastos, fueron confirmadas y entregadas las escrituras de exención y venta de jurisdicción el día 7 de octubre de 1637.

En el año 2008, la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Los Palacios y Villafranca, siendo concejal de Cultura Claudio Maestre, procedió a recuperar la pieza de enorme valor y significado histórico para la villa de Villafranca de la Marisma y por extensión al pueblo de Los Palacios y Villafranca en la actualidad.

Foto tomada de Arte Sacro.

El trabajo de restauración fue obra de Antonio Cruzado Pérez, de 70 años de edad y trabajador jubilado del Ayuntamiento. Antonio, de familia de carpinteros ebanistas, trabajando en ratos libres consiguió dejar la pieza en su estado prácticamente casi original: “Lo he lijado hasta dejarlo en su estado primitivo, ha enlazado sus piezas enterizas y lo he encerado con cera virgen. La madera es de gran durabilidad, por lo que no necesita tratamiento para su conservación. El herraje es el original, salvo algunos clavos”. Según comentó el restaurador, Antonio Cruzado Pérez, el arca aunque de aspecto sobrio, es de madera de cedro que es un material noble para la época en la que se fabricó. Formada por seis piezas enterizas, lo que le lleva a suponer que procedían de un mismo árbol, enorme por otra parte. La forma en la que se ensamblan sus partes se encuentra en desuso, por la dificultad que entraña su trabajo, desde hace más de 200 años. En su restauración se mantuvieron la disposición y la forma de sus cerraduras y asas. En el interior existía un compartimento y un pequeño secreter, que podrían servir para guardar documentos y libros de cuentas.

Cerradura del arca de las tres llaves.


El día de la presentación del arca, al público, Antonio comentó que ésta le había perseguido toda su vida, desde que la vio por primera vez en el antiguo ayuntamiento cuando solo siete años y siguió persiguiéndolo cuando años más tarde cuando su padre lo restauró, colocándoles unas alzas para resguardarlo de la humedad. “En el traslado al actual consistorio estuvo a punto de perderse, pero pudo recuperarse a tiempo”, comentó con enorme satisfacción el restaurador palaciego.

Vistas de las alzas y de las tres llaves.


El historiador local Antonio Cruzado González, primo del restaurador, colaboró activamente en la recuperación del mencionado objeto patrimonial y en su estudio. En el acto de presentación al pueblo comentó que “el arca fue construida aproximadamente en el año 1640, alrededor de tres años después de que les fueran confirmadas y entregadas las escrituras de exención y venta de jurisdicción a los vecinos de Villafranca de la Marisma. Para hacer frente al pago de la deuda que los vecinos de Villafranca de la Marisma habían contraído se autorizó al Concejo Local a arrendar tres mil fanegas de tierras comunales, obligándoles a que el dinero que se ingresase por dicho concepto debía depositarse en un arca”.
Vista frontal del arca de las tres llaves de Villafranca de la Marisma

El cronista de la villa también explicó que el arca disponía de tres llaves, que quedaban a recaudo de los denominados claveros: El alcalde, el concejal de mayor edad y un vecino de reconocida honradez. También aclaró que en el archivo Municipal se conserva un libro de cuentas del año 1709, en el que se nombra a los claveros de aquella época.