Premios Searus 2006-XXIX Certamen de Poesía


PREMIOS SEARUS 2006
XXIX Certamen de Poesía

Año de Edición: 2007
Portada e Ilustraciones: Manuel Bernal Romero
Maquetación: Francisco Caballero Galván
Prólogo: Diego Vaya
Poetas:
Santiago Romero de Ávila y García-Abadillo
Ricardo Bermejo Álvarez

PRÓLOGO

OFICIO DE PACIENCIA

          Ante todo quisiera manifestar mi agradecimiento a la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Los Palacios y Villafranca por haberme dado la oportunidad de realizar este prólogo a las obras ganadoras del XXIX Premio “Searus” de Poesía. Asimismo, también quisiera dejar constancia aquí de mi más sincera felicitación tanto a los ganadores de este año, Santiago Romero de Ávila y García-Abadillo y Ricardo Bermejo Álvarez, como a los organizadores y responsables de mantener este Premio vivo a lo largo de tantos años.
         
          Santiago Romero de Ávila y García-Abadillo, primer premio, y Ricardo Bermejo Álvarez, segundo premio, son dos autores ya maduros, con un amplio conocimiento y experiencia en el oficio poético, en cuyas respectivas trayectorias se encuentran la consecución de importantes certámenes así como la publicación de varios libros. No en vano el que probablemente ha sido el más sabio y bello de los poetas portugueses contemporáneos, Eugenio de Andrade, llamaba a la creación poética “oficio de paciencia”, título homónimo de uno de sus poemarios. Además, ambos autores usan el empaque más tradicional del soneto, con un verso endecasílabo musical, clásico, sin desfallecer nunca en el ritmo, que fluye de forma natural.

          A través de ocho sonetos donde se anuda la memoria a la nostalgia, Santiago Romero de Ávila y García-Abadillo, nos trae la infancia, esa patria de la que se huye, o a la que se busca y añora, caso de este autor.

          Creo que, al margen de lo puramente formal, la gran virtud del poeta radica en presentarnos la vida, el mundo de la niñez, su luz con una cercanía que nos da la mano. Verso a verso vamos haciendo un recorrido por diversos momentos y lugares, como la escuela, el río o el parque, que están en la experiencia de todos nosotros, con independencia de dónde o cuándo hayamos nacido, y que como lectores sentimos a nuestro lado. En este sentido, transcribo la segunda estrofa del poema “La escuela”:

          “En aquel patio izaban las banderas
          su batallón de alegre angelería,
          y todo era emoción y fantasía
          en la ebriedad de altivas primaveras”.

          Como ya he dicho, la nostalgia levanta estos poemas, pero en ningún momento nos llega forzada, ni encontramos el más mínimo atisbo de crispación o afectación. Con naturalidad el poeta posa su visión en distintas realidades que el recuerdo le entrega. Y así vemos el río en el que “se me escapó el amor con la corriente”, cruzamos el olivar cuando “se despertaba Dios y amanecía”, o entramos en el parque donde “injerté mi cándida alegría, / y allí perdura intacto, todavía / mi pecho henchido de aflicción y gozo”. Es la de Santiago Romero de Ávila y García-Abadillo una poesía cercana y viva que recrea en nuestro ánimo el territorio común de la infancia desde la bondad y la esperanza.

          Ricardo Romero Álvarez emplea en sus poemas, la mayoría sonetos, un lenguaje directo, de una sencillez muy elaborada, y con expresiones coloquiales estratégicamente dispuestas para buscar la sorpresa. Pero la modernidad no sólo figura en esas expresiones, sino en un léxico de acuerdo al tiempo en que vivimos. Palabras como “tebeo” o “videojuego” se adaptan naturalmente al discurso, convirtiéndose en referencias cotidianas para nosotros que nos guían en un mundo poético. El clasicismo formal y la semántica moderna se funden en sus versos. De esta manera, retomando el tópico del Carpe diem, en el poema “Vita nuova” leemos:
         
          “Rebáñale a estos años la melaza
          y esquiva como puedas la amenaza
          del videojuego y de su metralleta”.

          Pero no es la única reelaboración que encontramos en sus versos. En un ejercicio de asimilación de las tradiciones, el poeta adapta a la actualidad los motivos que componen su bagaje cultural, entre los cuales es posible destacar el hastío diario, la brevedad de la vida y con esta la muerte, las inseguridades, las dudas. En “Dolce vita” resuena el más conocido monólogo de Hamlet; al final del poema el poeta nos dirá:

          “Amar, beber, callar… has elegido.
          Beber, callar, amar… como si cada
          placer pasado nunca hubiera sido
          y el corazón llevaras entreabierto
          a la incipiente rosa de la nada”.

          Para cerrar este prólogo deseo reiterar mi enhorabuena a los ganadores, que desde dos visiones diferentes del mundo y de la poesía han sabido dar muestras de su oficio poético y de su pasión por el lenguaje. Y a la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Los Palacios y Villafranca y a los organizadores y responsables del Premio “Searus” de Poesía des doy las gracias por su amabilidad y su tesón después de tantos años trabajando por la poesía.

Diego Vaya

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