Premios Searus 1996-XIX Certamen de Poesía


PREMIOS SEARUS 1996
XIX Certamen de Poesía

Año de Edición: 1997
Portada e Ilustraciones: Antonio León del Castillo
Prólogo: Manuel Nogales Orozco
Poetas:
Jorge de Arco
Juan Carlos de Lara Ródenas
Teresa Núñez González

PRÓLOGO

          A primeros de noviembre recibí el trabajo de Jorge de Arco. El título de su poemario se encierra en un hermoso verso, Dejad que la distancia se detenga en mis ojos, imagen evocadora y poética,  cuya propia distancia es la de un alejandrino. Las catorce sílabas del título son la primera entrega de una obra poética abundante en versos de arte mayor y bien fotografiados, verdaderas instantáneas donde el ritmo y el tiempo quedan detenidos, obra donde De Arco nos muestra la diversidad de su ser y de su estado. El tejido de su reposada memoria viene retratado con nombres de ciudad, como si de una geografía interior se tratara, junto a paisajes de arena, y otras referencias geográficas que son como un mapa hermético, enigmático, Jorge presentó su trabajo bajo el seudónimo Paula Cosí, alter ego italianizante, sugerente, que nos lleva a indagar en sus páginas como si nos internáramos en las ambigüedades y secretos de un diario apócrifo.
          En Dejad que la distancia…, la existencia es ignorada voluntariamente, anulada para ser recreada de nuevo a voluntad del autor. Todo libro de poemas reinventa la realidad para nosotros y todo libro de poemas es por ello un enigma. La prosa es fácil. Todo es comprensible en una novela, en un relato, en una nota de prensa. Pero la poesía se empeña siempre en engañarnos y en hacerlo todo mucho más difícil. Sería un ejercicio suicida interpretar académicamente lo que un poema de De Arco pretende transmitirme. ¿Y si quiere comunicar lo contrario? ¿Y si su voluntad no aspira a transmitir nada en absoluto? Quienes no deseamos convertirnos en críticos o hermeneutas, ni en intérpretes de lo ajeno, nos equivocaremos siempre gustosamente. Se trate del autor que se trate, haya ganado o no el Searus. Nos encanta jugar a descifrar poemas y estos siempre terminan por resultarnos un entrañable pasatiempo. El lector quizás nunca averigüe lo que, hace algún tiempo, alguien dejó escrito en una página sin pensar en nosotros. Y sin embargo ¿no llega a ser auténtica la reflexión del lector, como lo es el mensaje primero, escrito tiempo atrás?. La verdad que termina intuyendo el lector es tan fulminante como la verdad que encerraba el poema. Esta paradoja hace que la poesía se asemeje a la música, el arte que desnuda a la verdad de todos sus disfraces.
          En la bien diseñada trama de endecasílabos, heptasílabos blancos y pies continuamente quebrados en que consiste “Dejad que la distancia se detenga en mis ojos”, en un verso de su tercer poema creí adivinar la clave. O al menos la llave que a mí particularmente me serviría para entrar en el resto de estancias que encerraban sus páginas. Este verso, de nuevo un alejandrino, resuelve rápidamente un hermoso poema consiguiendo acabar con él de muerte súbita, dando un golpe mortal. De Arco narra una experiencia hamburguesa (de un Hamburgo interior, supuse en un momento): Tanta veces surqué / la inútil / geografía del agua en los canales / el aroma secreto de los tilos, / el mismo sabor vano del alcohol… / Inocente manera de ignorar la existencia. Al leer estos versos pensé que lo determinante no era si Jorge de Arco huía o ignoraba la existencia en Hamburgo, en Venecia, o en Arcos de la Frontera, su residencia actual. Lo importante, para mi humilde entendimiento, es, en sí, la huida. Al leer el poema, sus palabras me transmitieron una experiencia conocida.  Tiene una fuerza evocadora. Y lo dice quién no puso jamás un pié en Hamburgo.
          En verdad disfruto del placer que nos regala su poesía, y me aventuro a captar, por experimentada, la frustración del que ingenuamente pretende ignorar la existencia, la realidad tajante de las cosas. Jorge de Arco pertenece a una nueva generación. Tiene más o menos mis años y me considero por ello demasiado atrevido al hablar de su libro. Pero diré que su poesía me atrae por su extraño hermetismo, alejado de corriente que fluyen en un sentido u otro, personal e innovador. De su poesía resaltaría el ritmo y los versos finales, siempre tajantes y supuestamente ajenos al poema, pretendidamente marginados pero capaces siempre de descifrarlos, finalmente, lo esencial, lo hasta entonces sólo sugerido. El ritmo decadente, un campo semántico siempre inmerso en el mar, azotado por elementos atmosféricos y que hace de palabras tales como tranvía, guarida, Lisboa, derrota, labios, ausencia, agridulce y escocés, su maleta poética.
          Disfrutaréis leyendo el poemario de Jorge de Arco.
          Los versos de “Paseo del Chocolate” son igualmente versos cabales. Su dominio del soneto, sin temor a incurrir en una exageración, es sorprendente. Leeré una estrofa que me impactó. Aquí estoy con mi olvido y mi recuerdo / a ver si de una vez al fin me pierdo / por la niñez con tus primeros pasos. Esta capacidad para jugar con la métrica, con la estructura poética, para emocionarse escribiendo y, por supuesto, para transmitir un mensaje rotundo, vital y esperanzado, demuestra en Carlos de Lara un dominio de las mejores virtudes y habilidades poéticas. Paseo del Chocolate es el mensaje de un padre a su niña. Y escribirle poemas al hijo se me antoja un presente sencillo, hermoso y radicalmente sincero. Como un Glosario de canciones de cuna, Paseo del Chocolate consigue ser un bello ejercicio de honestidad poética.
          Sin perpetuarme demasiado, deseo dar mi sincera  enhorabuena a Jorge de Arco y Carlos de Lara, convirtiéndola en felicitación colectiva de los presentes en este acto.

Manuel Nogales Orozco

Disertación de Manuel Nogales Orozco la noche del 29 de noviembre de 1996 en la ceremonia de la entrega de los Premios SEARUS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario