Jesús Troncoso García, 1º Premio Searus-1982


JESÚS TRONCOSO GARCÍA


Nota Biográfica

         
          JESÚS TRONCOSO (Ronda, 1950). Entre sus obras en verso destaca Eco de la Paz (1974), Onirika (1982), y diversos poemas en antologías de Gallo de Vidrio y otras revistas de poesía. Su último libro Volver de Terramare tendrá en breve publicación informática. Como pintor ha expuesto obra en numerosas exposiciones individuales y colectivas, y está representado en diversas  colecciones privadas.
          Ha trabajado como lingüista y asesor técnico educativo en varias Embajadas españolas. Como profesor de Literatura ha impartido clases en numerosos institutos andaluces. Como poeta ha sido encuadrado en la generación de los 70 por el crítico Javier Sánchez Menéndez. También le cita, al hablar de la “Poesía Andaluza en la última década (años 90)”, el erudito Manuel Ángel Vázquez Medel y la profesora Elena Barroso al estudiar el Colectivo Gallo de Vidrio (Revista Cauce). Jesús Troncoso ha sido invitado para leer sus poemas en numerosas Instituciones, tanto personalmente como en grupo cuando integraba Gallo de Vidrio y Lumbre (Palabra y Color). El poeta y crítico Ramón Reig, escribió a propósito de Las Kásidas premiadas en Searus: “…recogen magníficamente el espíritu andalusí. Troncoso nos ofrece unas composiciones henchidas de imágenes no barrocas, vivientes, metáforas que responden a un espontáneo ejercicio de imaginación. Se trata al mismo tiempo de un lenguaje profundo en contenido y forma…, versos que además proyectan nostalgia una carga retrospectiva en el tiempo que Jesús Troncoso logra concretar con notable acierto”. Estas kásidas premiadas en el SEARUS de 1982 fueron publicadas en 1990, gracias al poeta José Cuadrado, en las páginas literarias de la Revista Alcábala de la Junta de Andalucía.


Reseña biográfica tomada de la Antología 25 años de Poesía Searus, 2002



Obra: “KÁSIDAS DEL REY DON PEDRO
       A MARÍA PADILLA EN SU PALACIO”
1º Premio, V Certamen de Poesía Searus, 1982


“…E sus amores mudárosle de tal guisa,
que primeramente el su casamiento con la
excelsa reyna donna Blanca de Borbón el
anno de 1354 repudió, e la mesma donna
Juanna de Castro avandonó el anno de 1363,
por tomar ayuntamiento con la nommada
donna María de Padiya, muger fermosa e
plazentera, pequeña de hedat, de la que
conocimientos del anno 1352 ovopor
tercería del valido don Juan Alonsus de
Alvurquerque en la villa de Sahagún. Et
el rey por le fazer plazer, mandó le
fiziessen un palacio en una villa franca,
campesina et alfarera, cercana al Guadalquivir,
que del Alcazar de Sevilla cinco leguas
al sur distava.”

          (De las crónicas Utópicas del Rey Justiciero. Toledo, Siglo XIV)



-Alcazar de Sevilla. 1362-
(Un año después de la muerte
De su reina amante)


                    KASSIDA I

El Alcázar de Sevilla,
          y a sus palmeras
volaron mis recuerdos como alondras
buscando un refugio junto al cielo,
y a sus nubes cargadas de tristeza
escalaron aquellas emociones 
que hicieron palpitar mi corazón
con la veloz carrera de un ciervo enamorado.
         
          Hacia el Sur –en Villafranca–, ahora exámine,
tuvimos un Palacio hoy cubierto de ceniza,
donde las palomas yacen asfixiadas
y los nenúfares se han dormido para siempre
bajo el espejo donde un día se miraron nuestros ojos,
donde un día nuestros ojos se miraron
queriendo detener el tiempo
que cristalino nos vibraba
en un reloj musical de surtidores,
y donde cada otoño hojas tributarias
inundaron de caolín las alamedas
con un tapiz de oro crujiente
que cubrió la alveriza timidez de unas huellas
que juntos paso a paso marcamos,
y que hoja a hoja, luna a luna,
bajo la sombra de una pálida cripta
se fueron desdibujando.

          Con el viento se fueron una noche
las doncellas que teñían las violas,
los juglares y sus trovas de Provenza,
los bufones vestidos de escarlata,
los zéjeles que te hablaban del amado,
y las adelfas ya no se visten de novia
porque enlutadas en la ribera
anhelan aquella Dama de Castilla
que en la torre florecía cada tarde
con sus linos flotantes en la brisa
como femenina bandera de amorosas dimensiones.




“…Y en el pueblo hubo un Palacio,
y en el Palacio una Dama.”
ANDRÉS BERNÁLDEZ. Siglo XV


                    KASSIDA II

          ¿DÓNDE está aquel Palacio de juguete,
Palacio de cristal en el recuerdo
que alarifes moriscos levantaron
acariciando las piedras más hermosas,
las sedas transparentes de Lyon
entre vidrios de Bohemia y de Murano,
los alcatifes granadinos
cubriendo las gélidas vetas de Carrera
que a tu tacto fueron presagio de nieve
que apagó la llama encendida en nuestros pechos?

          ¿Dónde los muros que hacia el norte
Vigilantes espiaron mi ausencia
añorando un anuncio de polvo en las veredas
o una estela en el río
sobre la que navegara tu esperanza,
aquellos muros que a la tarde
cubrían su rubor de madreselvas,
de níveos jazmines que deseosos escalaron
a tu alcoba, y en las saeteras
dejaron el viento de mensajes
que llegaron hacia mí como un negro alazán
de celos desbocado,
como una noche en que febril
te buscaron en las estrellas
como en un lirial prendido de recuerdos,
ansiando en las corolas tus pupilas
y en las ramas repletas de insomnio tus cabellos
que se deshilaron como una cascada
en las brillantes sábanas de Palmyra,
como un jardín de narcisos deshojado
por una lluvia violenta
que con sus pétalos escribió nuestros nombres,
señalando el “tempos fugit”
de nuestro cruel destino?



“Quién besa los labios de esta diosa
indolente, ya nunca más puede huir
de la seducción de sus encantos.”
JOAQUÍN ROMERO MURUBE (A “Sevilla)


                    KASSIDA III

Alfanje de plata
          la luna de Ixbilia,
lúbrica se estremece y en el Guadalquivir
descuartiza mis deseos imposibles,
mis lejanos recuerdos que se van a la deriva
buscando un mar de tristezas.

          Ya aquel Palacio es sólo un espejismo,
un éxtasis de barca,
una ilusión flotando en las marismas
que a Villafranca se lleva en la corriente
con mis lamentos presos en sus yedras.

          Mi cuerpo, Villafranca, aquel Palacio…
divagan buscando tu áurea perdida,
y como las gaviotas  del Estrecho se alzan
a un cielo más luminoso
pretendiendo los salinos heliotropos que giran
en las astadas dunas, y liberan nuestro besos
de una mazmorra plagada de múrices y espinos,
de sérpulas que en Montiel
apuñalarían de mi pecho,
derramando su tiempo sangre en mi erial
que la primavera  vestía de amapolas
mientras mi vista se nublaba en el recuerdo
de aquel Palacio lejano, lejano y prohibido
donde las auroras eran más limpias
y más intenso nuestro amor.

          En un blanco y alado corcel te seguiré buscando,
persiguiéndote en el cielo
como Isis al Sol, sin encontrarte.

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