Premios Searus 1991-XIV Certamen de Poesía


PREMIOS SEARUS 1991
XIV Certamen de Poesía

Año de Edición: 1992
Portada e Ilustraciones: Emilio Gavira
Prólogo: Manuel Sollo
Poetas:
Domingo F. Faílde
Víctor Jiménez Guerrero
Trinidad Lorca
Eduardo Casilari Pérez
Antonio Daniel García Orellana


PRÓLOGO

          Estos son, sin duda, malos tiempos para la lírica. Habitamos la más atroz de las incertidumbres y vagamos, a tientas, por las procelosas oquedades de la noche a la espera de un alba impreciso. La ilusión venía de un rojo libertad inundando las calles de sueños. Recordad, entonces nos dijeron: “La poesía es un arma cargada de futuro”. Pero no. La injusticia viene disfrazada en los índices económicos y el porvenir esconde sus garras en la contabilidad de la Bolsa. Sobrevivir es un gesto mínimo que apenas cabe en una estrofa. La modernidad, agazapada, en un post tan gris como la época, anochece en la lenta agonía de las ideas que, dicen, movieron el mundo. Nos queda, pues, los silencios, mientras nos pueblan insolidarias desesperanzas para alcanzar las islas de dudosos tesoros.
          Tal vez es el momento de bajar del Olimpo para mancharnos las manos de la tierra. Porque, ¿quién puede ser poeta, o acercarse a la poesía, con este trasiego de escombros que nos circunda? Sólo quedan preguntas: ¿A dónde, para qué, con qué materiales alzar la voz? ¿Quién oirá las palabras mágicas que exorcice los misterios? Pero no nos engañemos. Escribir, aún en estos días, no es un acto de heroísmo. Si acaso de piedad. Primero, para el poeta. Después, quizá, para el lector, que se sumerge en los versos a la búsqueda del azogue que le devuelva el sentimiento, el conocimiento, ya que no la luz.
          Con optimismo –también con la lucidez que dan los años–, la escritora Rosa Chacel decía hace algún tiempo que el poeta tiene “el valor divino de la persona y el esplendor de la escena por su relación con lo sagrado”. Y llamaba a “estos elegidos para que hagan oír sus creaciones libres en un tiempo atormentado de elemental superfluo practicismo”. Es un reto que requiere no pocas dosis de osadía, coraje y libertad. Es un territorio ingrato cuando la sociedad se sumerge en un ruido vacuo que llama información. Porque hemos apilado los sueños para hacer una hoguera de las vanidades y las palabras se resisten a nombrar los nuevos perfiles de la realidad. Rotos los modelos, estamos ya desprovistos de coartadas y hemos de enfrentarnos –huérfanos– al devenir de los días.
          Palabras. Un corazón se desangra al atardecer y el mundo sigue. Palabras. Y llegará, terrible, el invierno. Palabras. Los pobres se desvanecen por las alcantarillas de la opulencia y el mundo sigue. Que vengan ahora los poetas a abrir las ventanas. Ya el poeta Félix Grande proclamó que “la patria es el leguaje”. En ese ámbito acogedor caben la vida y sus misterios, cosas “que no importan a nadie: Escribir un poema o un concierto / o un diálogo de sordos / para la soledad”, como afirma Domingo F. Faílde en el poema que abre su libro.
          Este libro –que acoge las poesías ganadoras y finalistas del Premio Searus 1991– es un esfuerzo más por encontrar esas palabras liberadoras que nos reconcilien con nosotros mismos y con los demás. Indaguemos en los versos de estos poetas andaluces a la búsqueda del rayo que nos encienda la llama. Tal vez en el quiebro de una estrofa habite, no el olvido, sino la luz que se recoge sobre los tejados de la tarde.
          Seamos osados, corrijamos al poeta Gabriel Celaya: la poesía (no) es un arma cargada de futuro. Las guerras, desgraciadamente, se hacen con otros instrumentos y el porvenir es apenas una incógnita colgada de puntos suspensivos. Pero, eso sí, nos impulsa a saltar al otro lado de ese espejo esperpéntico en el que oscuros poderes quieren que nos miremos. No tengas miedo al descubrimiento, oh, apresurado lector. Abre estas páginas y pon en marcha tu reloj de humano para encontrarte, asombrarte o desconcertarte con estas palabras que, por ventura, llamamos poesías.

Manuel Sollo Fernández

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