Murillo, el artista que "Canonizó" a San Fernando.


MURILLO, EL ARTISTA QUE  «CANONIZÓ» A SAN FERNANDO

JULIO MAYO
El pintor fue el responsable de la imagen iconográfica de Fernando III cuando la Iglesia lo subió a los altares.
 
Fernando III El Santo (San Fernando). Murillo, 1671.
Cuadro que pertenece a la Catedral.

Hace más de tres siglos y medio que hoy, 30 de mayo, se celebra la festividad litúrgica de San Fernando no sólo aquí en Sevilla y España, sino en todo el mundo cristiano. En el mes de febrero de 1671, la Santa Sede terminó reconociendo la santidad del rey Fernando III, después de un largo proceso promovido desde los primeros años del siglo XVII por las autoridades eclesiásticas sevillanas. En la consecución, resultó trascendental el apoyo político y económico deparado por la reina regente, Mariana de Austria, que actuó en representación de su hijo Carlos II. El pueblo sevillano sentía un fervor especial por la figura del monarca que conquistó su ciudad en 1248, y había conseguido restaurar el cristianismo, por lo que sus restos incorruptos eran venerados como si de una reliquia sagrada se tratase. Hasta su tumba acudían devotos para depositar ofrendas, encender velas y cumplir con el rito de besar su milagrosa espada, capaz de curar enfermos. Cuando el proceso de canonización fue consolidándose, varios canónigos le confiaron a Murillo que definiese el modelo iconográfico del nuevo santo, como había hecho ya con otros históricos (Leandro, Isidoro, Justa y Rufina), empleados por la Iglesia hispalense para reivindicar su esplendoroso pasado en la pugna que sostuvo con la de Toledo. Contar en la Capilla Real de la Seo sevillana con el cuerpo del único rey santificado de nuestro país, ayudó a la catedral a competir con El Escorial, la Capilla Real de Granada y otros templos de patronato regio. Esta santificación constituyó un claro gesto de exaltación a la realeza, que contó, además, con el apoyo del Ayuntamiento de Sevilla, cuyo escudo municipal muestra entronizado al conquistador desde tiempo inmemorial.

Fijando la iconografía
El cabildo catedralicio reclamó los servicios de Murillo para crear la «vera efigie» del santo, por primera vez, en 1649. Entonces, fue autorizado a explorar el cuerpo y el rostro que se conservaban momificados. Junto al pintor López Caro, se convirtió en asesor técnico y artístico de la causa. Tomó muestras de la huella fernandina por diversos enclaves de la ciudad como la propia catedral, el Real Alcázar, la Puerta Jerez e iglesia de Santa María la Blanca. Al fallecer el cardenal Spínola se interrumpieron aquellas primeras pesquisas, que volvieron a reanudarse a partir de 1651. En la segunda tanda, visitaron la cartuja de Santa María de las Cuevas, el monasterio de San Clemente, la Casa Alhóndiga, la Audiencia, el convento de Nuestra Señora de la Paz, el de San Francisco y el Ayuntamiento. A partir de la observación de sus restos y la recopilación de un buen número de manifestaciones artísticas, en las que Fernando III aparecía incluso con aureola de santidad, fueron completando el retrato hagiográfico.

Para encarnar al rey, Murillo se inspiró en la imagen del monarca y los atributos que ya recogió la medalla conmemorativa aprobada en Roma, en 1630, cuando el sacerdote Bernardo de Toro tramitaba su canonización en nombre de Felipe IV. La bola del mundo lo proyecta como Dominus, esto es, señor; la espada, la Lobera, con la que conquistó Sevilla –que es donde se focalizaba buena parte de su culto–, es la palabra de Dios que simbolizaba en el Siglo de Oro la virtud heroica, encarnando un modelo de conducta para los caballeros del barroco, bien reflejado por Calderón de la Barca en sus comedias de capa y espada. Si bien, la coraza y capa de armiño prefiguran la protección de Dios sobre el hombre.

Donación de su tío
El cuadro del santo rey que se conserva en la catedral, en el que el monarca figura con la mirada levantada hacia el cielo, es de medio cuerpo, y no sabemos exactamente cuándo lo pintó Murillo. En él aparece agarrando la espada con la diestra mientras sujeta el globo terráqueo en la otra mano. Fue donado por el tío de Murillo, don Bartolomé Pérez Ortiz, que era medio racionero del templo metropolitano. Su testamento indicaba que esta pintura se pusiese «en la sacristía mayor de la dicha santa iglesia en la parte que a su señoría pareciere». Pero no llegó a instalarse en la sala capitular hasta 1678. Exhibe con gran maestría el naturalismo psicológico del retratado y expresa esa belleza expresiva y metafísica que Murillo supo introducir en sus creaciones para llevar a la oración.

Murillo, volvió a inspeccionar el cuerpo del rey el 3 de abril de 1671, pocos días después de conocerse en Sevilla la noticia de la concesión papal, y se celebrasen los grandes ceremoniales conmemorativos del 30 de mayo de aquel año. Con él, también estuvo el escultor Pedro Roldán, a fin de que cada uno pudiese elaborar un retrato de gran propiedad dentro de su correspondiente disciplina artística. Las trazas de Murillo sirvieron como modelo a la estampa del semblante divino compuesta por Matías de Arteaga, que se difundió en la descripción publicada por Torre Farfán. El canónigo Justino de Neve y el erudito Juan de Loaysa son en esta última etapa los intelectuales que más lucharon por conseguir la santificación. Ambos impulsaron la organización de las festividades tras la canonización de San Fernando, y se valieron para engalanar los actos de los artistas Juan de Valdés Leal, Matías de Arteaga, Francisco de Ribas y Pedro de Medina. Murillo desaparece a partir de aquel momento del equipo encargado de representar al rey, y emerge, entonces, la figura de Francisco de Herrera el mozo, que estrechó una especial relación con Carlos II, y con quien parece que Murillo tuvo algún desencuentro.  

Grabado de San Fernando, 1672. Sevilla_W


Los servicios prestados en Roma por los canónigos sevillanos en la defensa del misterio concepcionista y la obtención, a un mismo tiempo, de la canonización de San Fernando, demuestran el peso específico dentro de las Españas de aquella Sevilla de los Austrias y el compromiso que mantuvo la monarquía hispánica con la Iglesia universal.
JULIO MAYO ES HISTORIADOR

    SAN FERNANDO EN LOS ALTARES

1671
11 de febrero. El Papa, Clemente X, concede el breve de la canonización, que es recibido en Sevilla el 3 de marzo.
25 a 30 de mayo. Gran fiesta sagrada dedicada a San Fernando.
30 de mayo. Este día, fecha del óbito del monarca, se establece como fiesta litúrgica en todos los territorios de la monarquía hispánica.


1672
Al concluir los fastos de la beatificación, los canónigos remitieron a Roma un oficio con las misas y rezos dedicados en honor al monarca canonizado. El Papa Clemente X amplía la veneración de San Fernando a toda la iglesia universal, incluyéndolo en el martirologio romano.
Comienzan a fluir con mayor celeridad las relaciones institucionales entre la Corte y la Iglesia de Sevilla.



Artículo del Historiador Julio Mayo, publicado en ABC de Sevilla el 30 de mayo de 2018, página 26 y autorizado para ser publicado en el blog de la Asociación Cultural Searus.





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