Santiago Romero de Ávila, 1º Premio Poesía Searus-2006


SANTIAGO ROMERO DE ÁVILA
Y GARCÍA-ABADILLO

Nota Biográfica

           Santiago Romero de Ávila y García-Abadillo nació en La Solana (Ciudad Real) el 25 de noviembre de 1948. Estudió Bachillerato Elemental y Superior, y la carrera de Magisterio. Está en posesión de numerosos premios literarios entre los que destacan: “Alcarabán”,  de Arcos de la Frontera; “Eladio Cabañero”, deTomelloso; “Botijo de oro”, de Dueñas; “Primer Premio de Sonetos” de la Roda; “Albaricoque de Oro” y “Castillo de Oro”, de Moratalla; “Premio Madrigal”, de Puerto Real; “Gran Comendador de la Orden Literaria Francisco de Quevedo”, de Villanueva de los Infantes.
          Tiene publicados cuatro libros de poesía: “¿Quién nos quita las rosas del alba?”, “Esta tierra de amor y silencio”, “Poemas heterogéneos” y “Sonetos de duda y de esperanza”.
          Está casado y tiene dos hijos. Reside en Ciudad Real.

          Santiago Romero de Ávila y García-Abadillo, Noviembre de 2007




Obra: “SONETOS DESDE LA TORRE”
1º Premio, XXIX  Certamen de Poesía Searus, 2006



          1.- LA ESCUELA

          En aquel patio, azul, de enredaderas
todo era luz e ingenua algarabía,
y cada tarde alzaba la alegría
un aluvión de vida en torrenteras.

          En aquel patio izaban las banderas
su batallón de alegre angelería,
y todo era emoción y fantasía
en la ebriedad de altivas primaveras.

          Allí quedó mi infancia derrotada,
y toda la bondad multiplicada
en actitud rendida, humildemente.

          En ese patio de añorados cielos
yo fui vertiendo sueños y desvelos
como se alzaba el mar sobre mi frente.



          II.- EL OLIVAR

          Que nadie cruce el olivar sombrío
si no abrazó los cardos del sendero,
si su cantar no fue breve y sincero,
y no nació de un recio escalofrío.

          En la quietud del campo labrantío
-Getsemaní de un tordo limosnero-
se sintió el corazón aceitunero
del olivar más triste y más umbrío.

          ¡Cuánto amargaba el búcaro de ausencia!
Allí se fue perdiendo la inocencia
que en el ingenuo pecho me nacía.

          Fingió la aurora embravecidos mares,
y entre el temblor de obscuros olivares
se despertaba Dios y amanecía.



          III.- EL RÍO

          Como un caimán, veloz, entre mimbrales
Zigzagueaba el río, a borbollones
iba arrastrando anhelos e ilusiones
del escarchado pecho de rosales.

          Eran mis labios frescos manantiales
donde brotaban puras emociones,
hasta que hallaron hondas decepciones
en un ramblar de lóbregos breñales.

          Se me enredó la frente en cien abrojos,
cruzó la sangre estériles rastrojos,
y yo le alcé las cálidas compuertas.

          Se me escapó el amor con la corriente,
y en el ocaso, bajo el viejo puente,
iban temblando mis pasiones muertas.



          IV.- EL BARBECHO

          Mi pecho era un terrón improductivo
en la mitad del bíblico barbecho,
un viborezno herido e insatisfecho,
un gavilán famélico y cautivo.

          En un lindón, cabal, definitivo,
sembré mi beso escuálido y maltrecho,
y una ebriedad de gozo fue mi pecho
sobre un brancal frondoso y primitivo.

          Temblaba abril izando sus banderas,
y en el aridez de antiguas parameras
creció una espiga seca y solitaria.

          Mi vanidad se puso de rodillas,
y con temblor de niño, y a hurtadillas,
llevé hasta Dios mi matinal plegaria.



          V.- EL PARQUE

          Rectangular pedazo de ternura
donde besé los lirios de la infancia;
inmaculada y mágica fragancia
donde trenzó el amor su arboladura.

          Apasionada y prístina frescura
de un ojaranzo, triste, en la distancia;
y en el rosal, la eterna vigilancia
de un gorrión temblando de dulzura.

          Llenaba mayo el tinajón de rosas,
mientras las frentes, blancas y dichosas,
encaramaban besos y alborozo.

          Allí injerté mi cándida alegría,
y allí perdura, intacto, todavía
mi pecho henchido de aflicción y gozo.



          VI.- LA VIÑA

          Que nadie jure allí, por Dios bendito,
en el viñal de abiertos litorales,
si no  clavó a la envidia cien puñales
y hundió en el ocio el aguijón maldito.

          Allí mi pena enarboló su grito,
en la olvidada paz de esos bancales,
y se tomó mi rabia, entre ortigales,
racimo agraz o pámpano marchito.

          Era la siesta un pedregal caliente,
un descanso fugaz, impenitente
para el trajín de honrados jornaleros.

          Pero en la noche –cangilón obscuro-
era todo tan plácido y tan puro
como un beso de Dios a los jilgueros.



          VII.- EL CEMENTERIO

          Dios le trazó la blanca cuadratura
a ese rincón de exacta geometría
donde se entierra el llanto y la alegría
en una obscura y tétrica angostura.

          Ante un gris e ignota sepultura
mi soledad alzó su rebeldía,
y allí mi orgullo hundió su altanería
con la oración más íntima y más pura.

          Bajo esa losa frágil e inviolada
Está mi sangre, siempre enamorada,
y el polvo honroso de mis propios huesos.
         
          Hay un sendero, de pasión, trillado,
y un crisantemo pálido y ajado
de tantos lloros y de tantos besos.



          VIII.- EL CAMPANARIO

          Hay un nido, de paz, mudo de trinos
en el alero rojo del tejado,
y un Padrenuestro, azul, abanderado,
que se repite en salmos paulatinos.

          Hay un tañer de bronces matutinos,
un resquemor de miedo y de pecado;
y mi amor, que se siente acorralado,
huye, veloz, por todos los caminos.

          Y es que este antiguo y tosco campanario
siempre interpreta un toque funerario
para impregnar de luto la mañana.

          ¡Cuánta loca veleta giratoria!
A ver si, de una vez, repica a gloria
esta triste y monótona campana.

1 comentario:

  1. Esta noche, al escuchar tu poema , sin yo entender nada de poesía, sentí algo por dentro y me dije, ésto debe de ser "caminar hacia la luz". Gracias Santiago

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