Juan José Vélez Otero, 1º Premio Searus-2007


JUAN JOSÉ VÉLEZ OTERO

Nota Biográfica

           Juan José Vélez Otero, nace en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) en 1957. Su juventud y adolescencia, etapas que tendrán gran influencia en la concepción de su poesía, transcurren en su ciudad natal donde concluye sus Estudios Primarios y Bachillerato. Posteriormente realiza estudios universitarios en Sevilla y Cádiz. Licenciado en Filología Inglesa, combina su labor literaria con la docencia en un Instituto de Enseñanza Secundaria. Poeta no adscrito a ninguna corriente literaria, ha sabido mantenerse al margen de modas y grupos, creando su propia poesía personal con elementos modernos pero con innegable influencia de los autores clásicos. Los temas eternos de la poesía se dan cita en cada uno de sus libros, recorridos por un existencialismo en ocasiones amargo, en otras melancólico, y las más desengañado e irónico. La belleza de las formas y el rigor ético coronan el ejercicio poético de Juan José Vélez Otero, pendiente siempre de la riqueza estilística que sus recurrentes metáforas de la existencia humana y su virtuosa capacidad evocativa le permiten. Su sinuosa crítica del pensamiento débil, el dolor de la derrota que supone el desengaño, su ilustrada “abulia existencial” producto tanto del desencanto ético como de una profunda exigencia moral, la indolencia, la nostalgia y su afilada ironía son características fundamentales de la obra de este autor. Vélez Otero asienta su poesía en valores eternos y universales de la lírica contemporánea. Su poesía, que a algunos entusiasma por las fragancias que es capaz de compilar en sus estrofas y a otros por el valor ético y filosófico de su palabra, concilia gozosamente medida, cadena, reflexión y mensaje, lo que convierte a su autor en un privilegiado testigo de lo universal y lo cotidiano, de lo trascendente y lo nimio.

Ha publicado los siguientes títulos de poesía:

          PANORÁMA DESDE EL ÁTICO. (Premio Internacional de Poesía “Florentino Pérez-Embid” de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, 1997. Colección Adonais. Rialp, Madrid, 1998).

          ESE TREN QUE NOS LLEVA. (Premio de Poesía Feria del Libro de Madrid, 1998. Ed. Endymion, Madrid, 1999).

          JUEGOS DE MISANTROPÍA. (Premio de Poesía “El Ermitaño”, 2002. Colección El Ermitaño /Ayuntamiento de El Puerto de Santa María, 2002).

          EL ÁLBUM DE LA MEMORÍA. (Premio A. Alcalá Venceslada del Ayuntamiento de Andujar. Libros del Malandar. Padilla, Sevilla, 2004).

          LA SOLEDAD DEL NÓMADA. (Premio de Poesía “Cáceres Patrimonio de la Humanidad”, 2004. Ed. Vitruvio. Madrid, 2005).

          EL SONIDO DE LA RUECA. (Premio de Poesía “Rosalía de Castro”, 2005. Diputación de Córdoba / Casa de Galicia. Córdoba, 2005).

          EL SOLAR. (Premio de Poesía Aljabibe, 2007. Ed. Endymion, Madrid, 2007).

          COMO EL ÁRBOL SIN RAMAS. Ayuntamiento de Bujalance / Diputación de Córdoba. 2008.

          Noviembre de 2008




Obra: “DECLIVE, CRISOL Y CELOSÍA”
1º Premio, XXX  Certamen de Poesía Searus, 2007




                                                           Aquí donde desvisten
                                                 sus cuerpos las muchachas, me quedo
                                                 por si acaso también pasara tu cadáver
                                                 y, al ir a desnudarlo, me hicieras una seña.
                                                 Y aún nos quedara tiempo.

                                                           JOAQUÍN MÁRQUEZ




Cada vez que descorro este visillo
veo el parque allá abajo. La ciudad
ha cambiado; también yo con la edad
veo todo más triste y amarillo.

Con los años he vuelto a este pasillo
que ya no es mi casa, la verdad:
he venido a enterrar la soledad
que un otoño dejaste en mi bolsillo.

He llegado cansado y desde lejos
a oír los mirlos tristes de la tarde
y a compartir tabaco con los viejos.

Hay veces que el olvido prende y arde.
Hoy vengo reliado en mis pellejos
buscándote sin voz como un cobarde.




Parece que fue ayer y ya ha venido
el porvenir que entonces pareciera
la lejana piedad de una quimera,
aquello que iba a ser y que no ha sido.

En guardia por el tiempo fui vencido,
me muestra la ilusión su calavera.
¡Cuántas veces quemó mi sementera
la escarcha del fracaso anochecido!

Lamiéndome tu herida me pasé
los años como un sueño enamorado.
Al cabo de los días desperté

del  nudo de tu fuego no apagado.
Si solo envejecí, dime, por qué
hoy siento tu vacío en mi pasado.




Como el perro más triste de la tierra,
anclado en el pasado y sin futuro,
mascando el pan del tedio viejo y duro,
sin sol y sin calor, sin Dios ni perra.

Oliendo las esquinas, con la guerra
perdida del dolor, sin un conjuro
que logre distraer este cianuro
que envenena la luz y la destierra,

recorriendo las calles, me entretengo
mirando a los demás. Desangelado,
lamiendo mis postillas voy y vengo

del sueño a la perrera. Al otro lado
del mundo suena música. Hoy tengo
el tímpano del alma suicidado.




Estos ojos, que ya no son los mismos
aquellos que gozaron tu desnudo,
te miran en la foto. Aprieta un nudo
de mimbre mi garganta y sus guarismos.

Son años, y aventaron espejismos
de un tiempo que, cambiándote, no pudo
borrar de este papel tu cuerpo mudo
ni tu recuerdo antiguo en mis abismos.

En tu foto un adiós y es una nube
encinta que me moja la tristeza:
otra hoja arrancada en mi dossier.

La miro y se me viene a la cabeza
la esposa de cristal que nunca tuve,
la hija que tampoco he de tener.




Si he vuelto es por volver adonde un día
fui fuerte, tuve paz y pisé tierra,
donde me abriste luz. Ahora se cierra
en declive, crisol y celosía.

Deshabitado vengo y la jauría
me muerde los talones. Tras la guerra
se nubla la esperanza y se me yerra
el aire de tu voz, la luz que había.

No es esta realidad ningún misterio,
sin tesoros volví ni acompañantes,
mi historia y su final, mira qué serio,

parece una película de antes:
el grito de Tarzán y un cementerio
donde van a morir los elefantes.




Mi música está en ti y está contigo,
está en tu primavera y en tu casa,
en tu lejana carne, en lo que pasa
desde mi amor en sombra a tu postigo.

La música está en ti, y yo conmigo,
con esta soledad que me traspasa.
Tu silencio está en mi, en esta masa
mortal hecha de lluvia antigua y trigo.

Tu ausencia suena lenta en la cisterna
del sueño. Mi placer muere y galopa
por un desierto yermo de galerna.

Mi sola soledad me sabe a sopa
y al vino solitario de taberna
que no rompió a brillar en nuestra copa.




Qué vano es el recuerdo: un cuarto abierto
al mar desde una isla, una ventana
al sol, una luz blanca de mañana
que alumbra las crujías en el puerto.

Un mundo de gaviotas, un injerto
de paz, de cielo limpio y de campana;
tú estás conmigo, en mi, como una nana
de olvido, como el agua en el desierto.

Qué vano es recordar: tenías la boca
como las frutas dulces del Egeo,
como un membrillo abierto era tu beso.

Es vano recordar si ahora me toca
saciar la lluvia atroz de mi deseo,
soñar la libertad estando preso.




Está lloviendo, amor, sobre la playa.
Llegado octubre todo es diferente,
la luz de la bahía no es la misma:
es el futuro incierto, indescifrable.

Está lloviendo, amor; las gaviotas
no tienen calendario: Yo tampoco.
Soy el hombre callado que te busca
y sólo encuentra hastío en estas nubes.

Llegado octubre todo es diferente,
los libros que se aburren en la mesa
y el eco de la lluvia en el espejo.

No sonarás de nuevo en el vacío
que dejaste en los muelles de la ausencia.
Hoy llueve. Y ya partieron los vencejos.

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