POETAS DE LOS PALACIOS Y VILLAFRANCA
Sin ánimo de pretensión, simplemente con la intención de recordar a los poetas locales que en algún momento se sintieron atrapados por las palabras y quisieron expresarlas en el certamen de Poesía Searus.
En esta página anotaremos los datos biográficos que nuestros poetas hicieron llegar a la asociación para que acompañaran a la publicación de su obra ganadora.
Si la poesía es el alma de los pueblos, como dijo Goethe, no deberíamos dejar en el olvido el alma de Los Palacios y Villafranca.
Los poetas que ahora presentamos fueron galardonados en los primeros tres certámenes de poesía y sus obras se publicaron en el “Primer libro de poemas Searus”.
Página a página iremos desgranando, desempolvando los versos de nuestros poetas.
MANUEL DE FORA
Obra: “De romances con voz de pueblo”.
1º Premio Local, Primer Certamen de Poesía Searus, año 1978
Biografía
Manuel de Fora nace en Los Palacios en un caluroso agosto de 1948. Desde niño le gustaba echar a volar su imaginación; su alma de poeta empezó pronto a marcarlo, aunque esto no lo materializa hasta pasado algún tiempo, cuando, quizás sumergido en el tiovivo de los sueños infantiles, D. Manuel Herrera le impulsó a su encuentro definitivo con las ideas plasmadas en el papel, al mismo tiempo que el brote esporádico de publicaciones literarias locales le acercó a otros poetas.
En su niñez de condición humilde, se ve obligado a trabajar en el campo, lo que no le permitió dedicarse a la cultura todo lo que hubiera deseado, y lo que también condicionó su entrada en la poesía en años maduros. Así, Manuel Jiménez Martín ha ido, casi a escondidas, escribiendo sus poemas sensibilizado con el paisaje, por la sociedad, por el amor, por el trabajo…La cocina de su casa o la solitaria alcoba de una fonda de pueblo en su continuado deambular –buscando un puesto de trabajo– por la geografía española, han sido sus únicos y circunstanciales estudios.
Aún con una poesía revestida de la espontaneidad del que empieza, y ya aparte de esas revistas casuales de Los Palacios –Acequia, Searus, Triquitraque–, publicó en un colectivo su primer libro de poesías: “Por la ventana”, junto a otros poetas como Mª Carmen Ayala y Alberto Cabello, que favorecieron el alumbramiento definitivo del poeta.
Cuando lo catalogamos como poeta del pueblo concretizamos el sustantivo. Manuel de Foera (¡qué dependencia voluntaria hacia su madre!) representa en estos momentos una valiosa aportación que el pueblo –ese pueblo que emigra cuando no hay trabajo, que alterna la marisma con la construcción, que siente, aunque no lo entiendan, y que es raíz y esencia de una cultura propia y específica– hace a las esencias espirituales de nuestra Andalucía.
Los Palacios y Villafranca, mayo de 1982
DE RETRATO DE FAMILIA
Empezó así,
todo gris.
Con la misma frialdad de siempre.
Luego sopló el viento,
la hoja cayó.
En el eco un rugir,
un llanto de olas,
cuatro piedras.
En el pensamiento
latente
cuatro tablas,
unos clavos.
Y en la mesa
–un bodegón–
del que es vaso
el alma del artista.
Todo lleno de melancolía.
Un lejano semblante de luz.
Al fondo un atardecer,
flores muertas.
Y todo así,
Gris.
Como empezó.
Entre arrozales la cruz
de carne se levantaba.
Brocales de polvo y humo
La sostienen sobre el agua.
Golpes de voces y sombras
llaman jugando a la casa.
Por anunciación la muerte
lloran las velas del alba.
Senderos que sois los surcos
llenos de olvido en la charca.
Llevad la espuma del río
hasta el cauce de las llamas,
que los ojos de la noche,
con hambre dura y temprana,
a los arrozales vierten
todo el calor de sus ascuas.
Las voces que son de cieno,
de barro y tierra quebrada,
rompen el yugo del cobre
en el vientre de su llaga.
Ay, tallos de granos verdes,
de brincas, de sol y malva.
La cruz de polvo y de espejo
sobre la muerte se alzaba.
Sólo malva
su pálida tez morena.
Sólo malva.
Sangre que de barro fío
engendró la primavera.
Sólo malva.
Potros de humo en la hoguera
que se vuelven de cenizas
en noche de luna llena…
Sólo malva.
Prados de la infancia eterna;
sobre sábanas de cardos
pámpanos de yema abierta.
De pronto, el sueño blanco
se perdió en la noche inquieta.
Y fue rama.
Se tornó –bendito seas–
en flor de agua
y tallo la carne herida.
Y fue senda de yerba.
Y un día
el vientre se llenó de colores
y RESPIRÓ LA VIDA.
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