MANUEL DE FORA
Obra: “De pronto, abrió sus manos y el viento
se las llenó de ortigas”.
1º Premio Local, II Certamen de Poesía Searus, año 1979.
De pronto, abrió sus manos y el viento
se las llenó de ortigas…
I
Duelen
sobre las manos dormidas del silencio,
hechas de espartos, a golpes sin sentido;
la anulación trocada en forma de impotencia
bajo el yunque amargo, terrible del destino.
Como cuerpo desnudo,
brotabas aislado con brisas de coral,
bajo los cienos punzantes
de los campos de arroz.
En la fiebre amarilla
de la tarde,
hurgabas,
con hebras de cristales;
las fuentes del marfil.
Para amamantar
a nuevos dioses,
y vírgenes, nacidos de este Olimpo;
o resucitar,
en las arenas
de un río
de anguilas y de razas,
a la eterna
Roma,
que ha abortado
en aros de inocencia
como avena ultrajada en vientre de ceniza,
con su jauría de Césares hinchados
en las aguas inmundas de sus pechos;
bajo un mismo acero
con garras de neón.
A los intrusos
que poblaron la Isla de los Dioses,
de cientos de centurias,
como jefes supremos.
A los hijos, de los hijos, de los hijos
del fuego y de las aguas,
al mausoleo de espigas
tallado de protestas siempre injustas.
Al templo de Baco
que sincroniza
y emana
libertades.
A los humildes,
que hundieron sus manos
en el fango de la rendición.
A todos los que han muerto
bajo estos horizontes que anegarán tu luz
como máquina
de supervivencia.
A ti…
porque los azotados, con tus columnas de malvas
serán siempre malditos,
una y mil veces
marcados
con el signo del dolor.
II
Detrás de cada orilla
abierta
bajo la niebla fría del yerto paraíso
como columnas rotas,
quedaba,
como tantas veces,
el fuego sin arder.
Niños desnudos
que untaban de cieno
su estupor,
en la abundante crecida
de la nada.
Mientras
algunas manos
daban vueltas
a los senos rebeldes del dolor,
la Luna mordía
las infinitas curvas de las calles
y manchaba
de geranios sus latidos
blancos
y verdes;
con su panza viscosa.
Pero todo sonaba de ceniza,
todo era estéril
en su vientre de paloma,
para multiplicar sus fuerzas
entre manadas de coyotes,
para anudar la espiga
y mutilar
los campos de arroz.
Grande Manuel!
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