"SEARUS, CUANDO ÉRAMOS JÓVENES"
Editado en la antología poética 1978-2002.
25 años de poesía "SEARUS"
En la primavera de 1977, lo que iba a ser una asociación de antiguos alumnos del colegio Juan José Baquero se convirtió en otra de antiguos alumnos de Los Palacios y Villafranca gracias al sorprendente éxito de la convocatoria. De la mano de Juan Gil y con el apoyo de la dirección del centro, se corrió la voz como cuajan las cosas de valor, boca a boca, hasga congregar a varios centenares de jóvenes. En sus mejores momentos, Searus llegó a tener casi 500 socios, y hasta finales de los 80, en que su actividad se redujo al Premio de Poesía, más de un millar de jóvenes participaron activamente en sus distintas etapas.
Los inicios eran tiempos difíciles, con la dictadura apenas clausurada y un futuro político más que incierto. La sabia prudencia de Juan nos llevó por el camino de la legalidad para dar más empaque y seguiridad jurídica a la asociación, pero también para proteger a sus imberbes seguidores ante los posibles riesgos del porvenir. La primera decisión por tanto fue elaborar unos estatutos e iniciar los trámites de la legalización.
Porque la relevancia de Searus hay que situarla también en el contexto de la época. Las primeras elecciones generales tras 41 años de dictadura fueron el 15 de junio de 1977. Para entonces ya existía la asociación de antiguos alumnos de Los Palacios y Villafranca, cuya primera junta directiva data de abril de aquel año. Todabía amenazaba la censura, atenazaba el miedo, y de otras zonas de España aún llegaban noticias de muertos por la libertad. No hubo Constitución hasta diciembre de 1978.
En esas, un grupo de chavales de la Andalucía rural, del Bajo Guadalquivir, organizaba un colectivo que, según sus estatutos tenía como primer fin "el perfeccionamiento cultural y moral de los asociados", y donde la asamblea y el voto individual eran soberanos en un rápido aprendizaje de democracia. El 18 de mayo de 1978 se decide llamar "Searus" a la Asociación Juvenil y Cultural, tomando el nombre de la antigua población romana de nuestro entorno palaciego y que, desde enero, utilizábamos como nombre de la revista quincenal que editábamos. La legalización llegó el 11 de septiembre. Ese día, el Gobierno Civil de Sevilla autorizó los estatutos y la inscripción en el registro de asociaciones. Teníamos el sello oficial para adentrarnos en la realidad, agitarla, removerla y soñar.
Aún tuvimos tiempo de mantener un litigio internacional. Llegamos a inscribir en el registro de la Propiedad Industrial la marca "SEARUS", como cabecera que daba título a la revista, y una multinacional americana, SEARS, Roebuck and CO., nos demandó y alegó en contra por similitud de nuestro nombre con la marca de su filial española "NOTI-SEARS". El asunto se saldó en enero de 1980 con una autorización para publicar a nivel local y el pago por el pleito de 12.933 pesetas de entonces. Una fortuna en euros de hoy. ..."Aquel pleito traspasó las fronteras españolas, siendo el representante de la asociación el entonces cónsul de España en el estado de Ilinois, ya que el contencioso tuvo que celebrarse en el condado de Cook (EEUU)..."
Pero Searus tenía fuerza moral y económica. Para pagar la cuota era casi una cuestión de honor para sus asociados, y así se pudieron afrontar los diversos y cuantiosos gastos que suponían sus numerosas actividades, editar una revista e incluso contar con sede propia -la casa, que decíamos-, abierta desde febrero o marzo de 1979 en la cuesta del Castillo. El afán reglamentista de la asociación hizo que la sede dispusiera de sus propios estatutos, que regulaban por ejemplo que sólo habría música los fines de semana y que la organización de fiestas dependía de la decisión de la asamblea de socios. También disponía de biblioteca y sala de juegos. De aquella casa casi en ruinas surgieron algunas historias de amor: unas se las llevaron los años, otras aún perduran.
Al ser menores de edad la mayoría de sus miembros, Searus contaba con un consejo responsable, como obligaba la ley, por encima de su junta directiva, en la que se sucedían los relevos, obligados por la necesidad de buscar empleo, las exigencias de los estudios o los cambios de expectativas juveniles. La edad empujaba y ya no éramos los mismos. En aquella asociación habíamos aprendido libertad y democracia, responsabilidad y obligaciones, amistad y respeto.
Los mismos sentimientos que se respiraban en aquellas conferencias y charlas-coloquios que organizábamos desde el mismo momento en que se creó Searus. Hasta 200 jóvenes, chicos y chicas, nos agolpábamos cada viernes en el comedor del antiguo colegio Juan José Baquero, reconvertido luego en dos aulas, para preparar actividades y escuchar opiniones sobre lo que pasaba y nos pasaba -de la política, de la religión a la economía, de la familia a la educación-. Impartían las charlas personas muy cualificadas, que en la primera época estaban vinculadas al Movimiento Católico de Cursillos de Cristiandad de Sevilla.
Después los debates eran a cara de perro. Educados, moderados, pero también desgarrados a veces, contradictorios otras, con el ímpetu de la edad y la rabia de quienes necesitan respuestas nuevas para retos nuevos. Días después de aquellas conferencias de los viernes seguíamos cruzando opiniones sobre aquello de las relaciones prematrimoniales, la existencia de Dios o el reparto de la tierra, tanto daba. Seguían en el colegio, el instituto, el trabajo, la casa...allí donde ganábamos con argumentos firmes espacios de libertad.
Luego ampliamos el campo a otras opiniones y a otros asuntos. Como aquella mesa redonda sobre el paro de mayo del 78, con la presencia de sindicatos y políticos locales, que tanto nos costó organizar. O aquella otra sobre las relaciones de padres e hijos, con la presencia de algunos progenitores, algo más que insólito. Despues vendrían las mesas redondas previas a cada una de las elecciones.
Las relaciones con el poder más inmediato, entiéndase el Ayuntamiento, fueron de tira y afloja según los tiempos, aunque nunca faltó el apoyo en forma de subvención. Al buen clima de la Coordinadora Municipal de Cultura creada tras las primeras elecciones locales de abril de 1979, sucedieron roces y malentendidos, y luego otra vez la normalización. La fogosidad adolescente casaban mal con las componendas políticas y desde la revista Searus se denunciaba de forma airada las numerosas carencias que padecía Los Palacios y Villafranca, fruto de años de abandono y atraso. Nuestra intención era cambiar el mundo, no pagar peajes.
Con el paso de los años, tres relevantes miembros de Searus serían concejales de nuestro pueblo e incluso ocuparían cargos de responsabilidad en la Junta de Andalucía y la Diputación Provincial de Sevilla. Pero entonces no nos interesaba la política. Allí se ventilaban ideales, y los había de todos los colores -del verde al rojo y todas las pasiones -moderadas y radicales. Pero a la Coordinadora Municipal de Cultura llegábamos cargados de proyectos, de propuestas y alternativas, que en muchas ocasiones y a expensas del escaso presupuesto disponible, siempre tuvieron buena acogida.
Con las conferencias, la revista primero y el premio de poesía después fueron los ejes de Searus en aquellos años. Aquellas hojillas escritas apresuradamente a máquina que salían calientes de la multicopista se repartían grapadas. Eran el colmo de la artesanía, pero sobre todo era el afán de ser cronistas arriesgados del tiempo que nos tocaba vivir. Se subtitulaba "Periódico quincenal crítico cultural". Su lema: "Después de orir la voz de los mayores nació Searus, el grito del joven". Su portada durante los primeros meses fue una Estatua de la Libertad decapitada cuya cabeza reposaba a los pies sobre un libro y una banda con la inscripción "Cultura, diversión, educación".
En el primer ejemplar, de enero del 78, figuran 30 colaboradores y su editorial marcaba lo que la asociación quería ser. Allí se hablaba de "un periódico de jóvenes hecho por jóvenes" y se decían cosas como estas: "Nuestra crítica será constructiva y sin ánimo de ofender a nadie pero diremos la verdad...caiga quien caiga". "Queremos con palabras del pueblo transformar lo transformable, fortalecer las buenas costrumbres, asentar las tradiciones y, en fin, conseguir una juventud sana y alegre". También se precisaba que, aunque la caseta de feria instalada en agosto del 77 era conocida como "la de los estudiantes", Searus acogía a todos los jóvenes de Los Palacios y Villafranca. Y se hacía constar, en mayúsculas, que la asociación era apolítica.
Desde el principio, la revista se volcó en cuestiones educativas y culturales. Publicó reportajes y entrevistas sobre la situación de los colegios públicos, reclamó la conversión del Centro Libre Adoptado en Instituto de Enseñanza Media, denunció el mal estado de la biblioteca. Pero además abría sus páginas a los problemas de los jornaleros y los trabajadores, con derechos muy precarios entonces, los confictos de la agricultura, las escasas infraestructuras locales y su incidencia en los barrios y la limpieza de las calles, la campaña en defensa del parque de La Corchuela. Incluso íbamos más allá al apuntar debates sociales incipientes entonces, como la incorporación de la mujer a la sociedad, la atención a los mayores, las drogas, el tabaco, el nacionalismo andaluz o las relaciones entre Cristianismo y Marxismo. Desde su afición, Juan Gil enseñaba a los cazadores a la manera de Miguel Delibes.
Y el dedo siempre señalando la luna, aunque algunos sólo repararan en el color de las uñas. Las críticas no siempre eran ponderadas, pero nunca fueron falaces. Nada había ajeno al sensible radar de los chicos de Searus, y menos aún lo relacionado con la libertad y la cultura. Es el caso del apoyo al grupo local Triquitraque cuando la iglesia le prohibió organizar su semana de teatro en los salones parroquiales porque el año anterior le había disgustado algunas de las obras representadas. O al maximalismo y la desconfianza con el que se trataban las cuestiones políticas, hasta el punto de plantear un suceso histórico, como las elecciones locales de abril del 79, bajo el título "Las municipales ¿serán una moda vestida de seda?".
Y sin embargo, aquellas páginas rezumaban los primeros detates políticos con la participación abierta a cuantos querían, y no siempre querían todos. En aquellos mismos comicios, Searus editó una edición especial en la que una veintena de chavales trabajamos hasta bien entrada la madrugada para ofrecer un cuadernillo que resumía todo el proceso electoral, entrevista al que sería nuevo alcalde, a los portavoces de la oposición...Fuimos conscientes de que la Transición llegaba al Ayuntamiento y aquella larga noche tuvo su recompensa al día siguiente, cuando los vecinos nos quitaban el panfletillo -a multicopista y grapado- de las manos.
La revista Searus fue una guardiana que aparecía y desaparecía en función de la disponbilidad de los socios y la exigencia de los estudios. En su nueva época de mayo de 1980 se decía que su objetivo prioritario era "Luchar para que la cultura no fuera un privilegio, acercándola al pueblo" y se defendía la necesidad de "crear una cultura de combate". En junio del 84, en otra fugaz reaparición, Searus pedía "mimo" a las instituciones públicas habida cuenta de que era la única asociación cultural y juvenil que había sobrevivido. El andalucismo, -siempre presente en Searus y entendido más como defensa de lo nuestro que en clave política- aparece de lleno en el número de diciembre del 82 bajo el lema "Andalucía levanta tu grito", en otra edición especial que recoge un amplio resumen de la obra de Blas Infante y una antoligía poética.
La última aventura editorial de la asociación data de julio a septiembre de 1984, al sumir la publicación de la revista local "Los cuatro vientos", junto al grupo Triquitraque, con el que se firmó entonces un acuerdo de colaboración para intentar una salvación mutua que lamentablemente resultó inútil. En los dos únicos números de la revista, ya editada en imprenta, se insistía aún en reclamar locales para la juventud, se destacaban las noticias culturales y ecológicas, y se daba cuenta de la sustitución del Sistema de Empleo Comunitario por el nuevo subsidio agrario y la implantación del Plan de Empleo Rural. Sin duda, eran otros tiempos.
Searus, la organización y la revista, tuvo desdes sus inicios una devoción pagana por la poesía. Algunos de sus adolescentes fundadores ya garabateaban sus primeros versos y buscaban con avidez las obras de los autores consagrados. No fue extraño por tanto que entre sus primeras decisiones -en realidad se aprobaban a decenas- estuviera la convocatoria de un certamen poético. El primero tuvo carácter regional de 1978 a 1987, y en algún momento se perdió también la concesión de galardones a los poetas locales. Además se convocaron durante al menos quince años galardones escolares y juveniles. Y hasta 1982 los premios se entregaban en el marco -incomparable, decían los locutores clásicos- de los Juegos Florales, en los que actuaban cantantes y grupos de Los Palacios y Villafranca.
Si bien algunos criticábamos esta denominación por sus resonancias tradicionales y tradicionalistas, reconocimos con el tiempo que los juegos nos permitieron acercar la poesía como nunca a la gente. Era un primor ver abarrotado el antiguo cine de verano Aurora para escuchar... lo que fuera, pero también poesía. La mescolanza, empero, no era bien digerida e incluso la revista de la propia asociación exigía con acritud una mayor pureza cultural porque la gala eclipsaba la entrega de premios.
Después se buscaron espacios más coquetos, como los patios de los colegio Juan José Baquero y Nuestra Señora de la Nieves, un patio de una casa de labranza del siglo XVII, el salón de la biblioteca Municipal, la desaparecida Casa de la Cultura Antonio Gala, el salón de plenos del Ayuntamiento o la actual Casa de la Cultura. Con Juegos Florale o sin ellos, el premio siempre tuvo su mantenedor, un profesor o escritor de prestigio que presentaba el acto, hasta que asumieron esta función los ganadores del año anterior. Es justo nombrar aquí a Francisco Mena Cantero, nombrado miembro perpetuo y honorario del jurado del premio que obtuvo en 1981 por su desinteresada y valiosa colaboración en estos años. Searus publicó un primer libro de poemas 1978-1980, que recopilaba las obras regionales y locales premiadas hasta entonces. El segundo libro, de 1981 a 1990, sólo recogía los trabajos ganadores.
Cuando en 1988 ya era difícil mantener esta convocatoria con la asociación practicamente disuelta y a pesar del afán constante de Juan Gil y Miguel Begines Gavira, hubo que recurrir al Ayuntamiento para organizar el premio, iniciativa a la que después se sumaron el Ateneo de Los Palacios -ya desaparecido- y la Fundación El Monte, que ha sufragado la edición de los galardones anuales de los últimos años. Lo importante es que el Premio de Poesía perdura como el más lustroso legado del sueño de aquel puñado de jóvenes que se atrevieron a abrir zanjas nuevas para descubrir nuevos caminos.
Searus fue pionera en muchos de sus proyectos que aún permanecen en Los Palacios y Villafranca. Sus cuatro Cross Populares fueron el antecedente de la actual Media Maratón Sevilla-Los Palacios, sus marchas en bici a los parques de Maribañez o La Corchuela precedieron a la marcha ciclista que conmemora hoy Día de Andalucía. Y su entusiarmo con la Exposición Universal de Sevilla de 1992 vino de 1987, cuando la asociación organizó una conferencia con el Director de Imagen de la muestra. Desde entonces los folletos que anunciaban el premio de poesía llevaban inscritos el logotipo de la Expo, en la que pocos creían por aquellos años.
También participó en la creación de una radio local, en colaboración con un grupo de radioaficionados y del colectivo econogista Anea. En tan amplio abanico juvenil cupo de todo, y casi de todo hubo. Desde la instalación de una caseta de feria, que apenas duró unos años, hasta una tuna y un animado grupo de tunantes; desde fiestas de Navidad a equipos de fútbol y baloncesto; desde la organización de exposiciones de pintura a convocar torneos deportivos; desde colaborar durante cuatro años en la organización de la Cabalgata de Reyes Magos a asumir la gestión del Cine Club Los Palacios de la Obra Social de la Caja San Fernando para proyectar desde "Furtivos" o "Cría cuervos" hasta "Ciudadano Kane" o "Jhonny cogió su fisil".
Sólo hay dos nombre propios en este relato, Juan y Miguel. Sería injusto añadir alguno más sin citarlos a todos, sin dar fe a los apellidos, como hacíamos cuando escolares, de cuantos participaron y aportaron sus ilusiones y sus desvelos a cosntruir una asociación que contribuyó a difundir un concepto amplio y alternativo de cultura, a crear personas libres y críticas y a formar a una juventud lúdica y comprometida en unos tiempos en que la utopía casi se palpaba con el deseo. Juan y Miguel -el impulsor y el eje con su fiel escudero: ambos de principio a fin para levantar, mantener y clausurar dignamente Searus- simbolizan todo aquello.
Para decir ahora que Searus se extinguió porque el devenir nos llevó a cada cual por su camino, porque las nuevas generaciones crecían con otros intereses y otras inquietudes, porque la normalización democrática disecó el sueño de que la educación y la cultura podían cambiar el mundo. No fue posible, y a buen seguro que su pérdida, que la mera ausencia de una asociación así, la padece esta juventud tan distinta. A nosotros Searus nos hizo mejores.
Manuel Sollo Fernández.
Periodista.
Periodista.
Primer Presidente de Searus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario