SANTIAGO CORCHETE GONZALO
Nota Biográfica (1)
Santiago Corchete Gonzalo nació en Ciudad Rodrigo (Salamanca). Noviembre de 1937.
Estudios: Ingeniero Técnico Agrícola (y otros) en la Universidad Politécnica de Madrid, 1961.
Trabajos: En Huelva, Valladolid, La Rioja y Zaragoza, destinado en 1969 a Cáceres por el MAPA, actualmente es funcionario de la Junta de Extremadura. Reside en Badajoz.
Su vocación de servicio al hombre y al paisaje, la desempeña a través del ejercicio profesional y del compromiso a favor de la renovación pedagógica y de la ecología (Educación Ambiental).
PREMIOS Y DISTINCIONES
VI Premio de Poesía trofeo “DELIO”. C. Rodrigo 1984.
V Premio de Poesía Asociación de la Prensa. Badajoz, 1985.
IX Premio “Ruta de la Plata”. Cáceres, 1986.
IX Premio de Poesía “Ciudad de Badajoz”. Badajoz, 1987.
Premios “Cerezo en Flor” (Poesía y Prosa). Valle del Jerte, 1987.
Encomienda de la Orden Civil del Mérito Agrícola. Madrid, 1986.
OBRA POÉTICA
Proceso a la luz. Edit. Asoc. Periodistas de Extremadura. Premio Asociación de la Prensa (Adolfo Vargas Cienfuegos).
Variaciones en fuga. Colec. “Arco Iris”. Gráficas Boysu (Mérida-86).
Consumación de la Primavera. Colec. “La Centena”. Edit. ERE.
Cercano como un pájaro. Edit. Ayuntamiento de Badajoz. Premio de Poesía “Ciudad de Badajoz”.
Tetralogía del tiempo encontrado. Edit. García Plata de Osma. IX Premio de poesía “Ruta de la Plata”.
Pirámide. (Colectivo). Edit. Ayuntamiento de Mérida.
En una pena ausente. Edit. Colec. “Kylix” (nº 13). Badajoz.
OBRA EN PROSA (ensayo)
Poesía y modernidad. Edit. XXV Aniv. Centro Cultural Recreativo “El Porvenir”. Ciudad Rodrigo.
Santiago Corchete Gonzalo, noviembre de 1995.
Nota Biográfica (2)
Nace en Ciudad Rodrigo (Salamanca), Noviembre de1937. Cursa estudios de Ingeniero Técnico Agrícola en la Universidad Politécnica de Madrid hasta 1961, y trabaja en las provincias de Huelva, Valladolid, La Rioja y Zaragoza. En 1969 es destinado por el MAPA a Cáceres; desde 1975 reside en Badajoz siendo funcionario de la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente.
Su vocación de servicio al hombre y al paisaje, la desempeña a través del ejercicio profesional y del compromiso militante del voluntariado social a favor de la renovación pedagógica y la educación ambiental.
Obra poética:
Proceso a la luz. Premio Adolfo Vargas Cienfuegos (Asociación de la Prensa-1985). Edit. Asoc. Periodistas de Extremadura.
Variaciones en fuga. Colec. Arco Iris.
Comunicación de la primavera. Cole. “La Centena” Edit. ERE.
Cercano como un pájaro. IX Premio de Poesía “Ciudad de Badajoz” (88).
En una pena ausente. Colec. Kylix (núm. 13).
Lunas, dunas. 2º premio del XVII certamen SEARUS.
Orquestación del viento. 2º premio del XXI certamen SEARUS.
En la ciudad del viento. Edit. ERE. Colec. Poesía.
Cuaderno del paisaje. 1º Premio del III certamen de Poesia “García de la Huerta” del IES “Suárez de Figueroa” de Zafra.
Obra en prosa:
Tiene publicados más de catorce títulos referidos a temas de literatura (Poesía), educación y ecología, agricultura y medio ambiente, prospectiva del medio rural, y otros.
Antologías:
Su obra poética aparece recogida y destacada en nueve antologías.
Reseña biográfica tomada de la Antología 25 años de Poesía Searus, 2002
Obra: “LUNAS, DUNAS”
2º Premio, XVII Certamen de Poesía Searus, 1994
EL NAUFRAGIO
Llevaba en mi cuaderno de bitácora
la cuenta de los meses que faltaban
para llegar a puerto. Contemplando
la bondad del paisaje, especulaba
por las noches y en los ratos de asueto,
acerca de la posibilidad
de terminar tan calma travesía
sin percances mayúsculos; el tiempo
iba dando razón a los pronósticos.
Las velas de aquel barco paternísimo
tensaban sus abdómenes de lonas
y jarcias y mesanas; poco a poco
parecía cumplirse la esperanza,
y la orilla remota dibujaba
sus perfiles de arena hospitalaria…
Más ocurrió que alguna roca hostil
cierto día interpuso de repente
su imprevista y tozuda realidad,
de suerte que el velero zozobró
y nací dando gritos.
PAIDOLOGÍA
Válame Dios, la vida en el reloj
y yo con estos pelos desleales;
me pesa haber nacido con las manos
vacías, más no puedo remediarlo,
y, desahogadamente, lloro
sin que nadie perdone la inocencia
velluda de que nunca fui culpable.
Las gentes se aproximan hasta mi,
hacen muecas, sonríen y después
felicitan a mis progenitores;
ya está bien de arrumacos y pamemas,
basta ya de disfraces carnavales:
¡no quiero biberón, sino mamar
la vida por conducto de mi madre!
…Más, como no sabíamos leer,
no vimos el letrero que decía
con letras ilegibles y minúsculas
“reservado el derecho de admisión”.
Llamamos la atención con nuestras lágrimas
rabietas y llantinas, pero no
pudimos obtener ningún perdón,
ni nuestra pequeñez elemental
atrajo sobre sí misericordia.
Destetados del pecho de la Tierra
y asomados a un mar sin horizonte,
la vida nos creció cual arbolitos
solitarios, enclenques e indefensos,
sin lograr del amor su beneplácito.
De improviso, salimos de la infancia
con los ojos repletos de colores
y las manos del hombre en los bolsillos.
La calle nos abrió a la vecindad
y el barrio a la indigencia, pero era
muy grato saludar cada mañana
la llegada del sol hasta las copas
más altas de los árboles, y oir
el canto de los pájaros volver
a llenar de alegría nuestros ojos;
lentamente, sin prisa en el reloj,
la vida comenzó a proporcionarnos
una vaga y agraz fisonomía
de filósofo en ciernes.
Fueron años de hambre y muchas cosas
escasamente libres: alimentos,
ideas, adhesiones, voluntad,
y aquella vigilancia que llenaba
de ojos al acecho nuestro miedo.
Sembrábamos amor, más el amor
no germina en eriales esteparios
ni florece entre espinas; suscribimos
un pacto con la vida por el que
nos supimos estar desheredados
de toda propiedad, y aunque seguimos
cultivando el amor, faltos de él
tuvimos el dolor de renunciar
al beso de su luz.
“Tú eres más de letras que una sopa”
-me decían- y el caso es que tal vez
Tuvieran su poquito de razón,
Porque quise atreverme con los números
y aprendí los secretos y otros males
que padece la trigonometría,
más nunca supe hallar ni conocer
la distancia que va del corazón
a las nubes. Quizá por ello que
las letras persistieran en su engaño,
y fue que poco a poco me embaucaron
con las artes de su palabrería:
hoy no sé si es de números o sueños
este dolor que siento en la cabeza.
Invadidos por la publicidad,
alguien quiso obligarnos a creer
que en un agua bastarda se encontraba
la chispa de la vida y que también
la velocidad sobre cuatro ruedas
proporcionaba a quien las conducía
la exultante alegría de vivir.
Tales cuentas y cuentos obligaron
a cerrar nuestros tímpanos y ojos
al reclamo de músicas e imágenes
provenientes de fuera, y alejadas
de todo lo exterior, saboreamos
la vasta soledad, agria y convulsa,
de nuestro territorio.
Humildemente heridos y agredidos
en nuestra vanidad de matemáticos,
un día comprobamos por azar
que dos más dos a veces no eran cuatro.
Las cuentas no salían, a pesar
de tantísimas fórmulas cabales;
desde entonces, la ciencia nos quedó
bastante en entredicho y nuestra fe
por la tecnología y sus adláteres
se cayó por el suelo. Regresamos
a sumar con los dedos la medida
de nuestra dolorida realidad,
y creímos de nuevo en la verdad
del valor de los sueños.
Amábamos la noche con pasión
firme, ancha y profunda; conseguimos
habitar su extensión y, displicente,
se entregó a nuestro amor como una rosa
temprana, desmedida y holocausta,
sin proferir un grito ante el desgarro
del himen de la aurora. Cada noche
constituyó un capítulo del libro
supuestamente escrito con palabras
heridas de grandeza; todo fue
posible en su regazo misterioso:
los sueños, la ilusión, y convocar
aquella mariposa silenciosa
de cada amanecer.
La paz era un concepto arrojadizo,
una idea proclive, recurrente,
transitoria, voluble y harto tópica,
de la que tanto hablaban los políticos;
mas su paz consistía en sumisión
y nunca prosperaban las propuestas
que leíamos siempre en los periódicos,
adornadas en vano con la jerga
de su parafernalia. ¿Qué más da
vencedor o vencido, si a la postre
la guerra es un negocio de los ricos?
¿Qué esperanza era aquella voz huraña
tan hermosa más tan desconocida?
¿Dónde estaba la paz?
Con la arena de la concupiscencia
levantamos en plena juventud
un castillo de naipes; parecía
que los años jamás rebajarían
ni sus torres ni almenas de veranos
insólitos, y echamos a dormir
completamente ciegos e inflamables
una especie de siesta. Con el tiempo,
los fallos clamorosos y una caña,
volvió la languidez a desatar
los nudos que enlazaban nuestros cuerpos,
y llegó el despertar del corazón.
Poco a poco, quemados por la vida,
ardieron nuestros sueños.
Cuántos cuentos azules de pequeños
oíamos contar; la tradición
es un agua profunda que nos une
muy dentro de lo hondo, una vez
que recorre los páramos del hombre
mas sin protagonismo. Sumergidos
en su grato caudal, reconocimos
la importancia de ser un eslabón
en aquella cadena penumbrosa
y a la vez tan visible. Por sumar
mi voz a aquel sonido intemporal,
decidí cultivar la libertad
y hundirme en los océanos benignos
del mar de la palabra.
LISTOS PARA ZARPAR
(a Robert L. Stevenson)
Partir en comenzar a regresar
temerosos de no llegar a tiempo.
Nos fuimos alejando cada vez
más y más de nosotros, mar adentro,
y anclados al arpón de la costumbre
presagiamos un mar embravecido
detrás del horizonte. Qué impaciencia
de novatos grumetes en espera
que amainara sus furias barlovento;
y así permanecimos, con la sombra
condensada en los ojos, sin saber
la fecha ni la hora ni el lugar
del ansiado regreso.
Más inútil
es creer que el velámen esté listo
tras el largo cansancio de añorar
la final travesía; no obstante
preguntaba a diario al Capitán:
“Señor, ¿cuándo partimos?”, pero siempre
con gesto dilatorio respondía:
“Mañana nos haremos a la Mar”.
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