CONSOLACIÓN Y EL CONDE DUQUE
JULIO MAYO
El Papa Urbano VIII concedió a su excelencia don Gaspar de Guzmán, señor conde
de Olivares, el patronazgo honorífico de la iglesia y convento de «la beata Madre de Consolación de Utrera», en 1624, según reza textualmente
en el buleto original que encontramos, hace algunos años, escrito en latín
eclesiástico, dentro del Archivo parroquial de Santa María de la Mesa. Este
mismo documento, especifica que era patrono también del colegio mayor de Santa
María de Jesús de Sevilla, origen de la actual universidad
hispalense, cuyo primitivo edificio se derribó para abrir la actual Avenida de
la Constitución, a comienzos del siglo XX, junto a la capilla que se mantiene
en pie en la misma Puerta de Jerez. La adjudicación del patronazgo queda
confirmada así mismo por una carta de pago, datada el mismo año, que hemos
localizado en el Archivo histórico provincial, entre las escrituras
correspondientes al notario Miguel de Baena. Comparece liquidando cierta
cantidad económica al convento de Consolación, don Cristóbal Jiménez Gómez, «contador de la hacienda y Estado de su excelencia el
señor Conde de Olivares, en nombre y en voz del dicho señor conde». El desembarco en Consolación se produce
en los momentos iniciales de su carrera política, después de que en 1621
hubiese sido coronado Felipe IV como rey de España, y se convirtiese, don
Gaspar, en el primer representante real.
En aquellas primeras décadas del siglo XVII, el fenómeno devocional de
Consolación no se circunscribe a un ámbito meramente local. Abarca un amplio
término supracomarcal. Esos días vive momentos de esplendor y es ya una de las
manifestaciones piadosas más populares del Siglo de Oro sevillano. Las peregrinaciones
hacia el santuario utrerano se habían incrementado muy considerablemente. Fue
cuando alcanzó el mayor número de hermandades filiales, participantes todas
ellas en su multitudinaria romería y procesión de cada 8 de septiembre, algo
similar a como se formula hoy la del Rocío. En las explanadas de la ermita, ubicada
en un enclave estratégico muy bien comunicado con los puertos gaditanos, se
desarrollaba durante todo el año una intensa actividad comercial. Allí se
instalaba también la feria, estrechamente relacionada con el comercio de las
Indias, y en la que atesoraba un protagonismo primordial el mercadeo de la
plata y otros metales preciosos. En primera instancia, fue el pueblo llano el
que reconoció esta manifestación mariana que se había gestado en un lugar
marginal, a las afueras del núcleo urbano. A partir del famoso milagro de la
Lámpara de aceite, obrado en torno a 1558, el prestigio de la imagen saltó a
América, y universalizaron su bendito nombre los numerosísimos viajeros y
soldados de la Armada que le imploraban buen viaje, al pasar por Utrera camino
de Sanlúcar de Barrameda rumbo a América. A la aclamación popular le siguió la
proclamación oficial. Gracias a un documento del Archivo Municipal de Utrera,
sabemos que, a inicios de la década de 1590, había sido nombrada ya patrona de
la localidad. A renglón seguido, también comenzaron a rendirle culto las
familias aristocráticas más distinguidas del sur de España y las más destacadas
de la propia Utrera.
Benefactor ilustre
El conde-duque de Olivares fue, en su tiempo, uno de los
poquísimos gobernantes españoles comprometidos verdaderamente con la cultura,
cuyas acciones de mecenazgos ha glosado maravillosamente su biógrafo John Elliott.
Pero en el caso
que nos ocupa, su contribución no se centró exclusivamente en el plano
artístico, pese a que su amparo terminase enriqueciendo, indirectamente, ciertas cuestiones patrimoniales de
este centro religioso y beneficiando el desarrollo de otras cuestiones socioculturales
inherentes a Consolación. Aunque el historiador local del siglo XVIII, Pedro
Román Meléndez, llegó a adjudicar la financiación del retablo mayor al
patrocinio del conde, los documentos no lo corroboran así. Los artífices Luis
de Figueroa y Andrés de Ocampo, se comprometieron en 1612 ante notario, con la
comunidad de los frailes Mínimos, a realizar unos trabajos que pagaron los
conventuales. Además, cuando don Gaspar fue nombrado patrono en 1624, el
retablo principal ya estaba concluido. Rodrigo Caro recoge en su historia del
Santuario (1622), que en la capilla mayor se levantaba «un hermoso tabernáculo y retablo
que estos días le han hecho». Al
cabo del tiempo, aquel retablo que comenzó a entallarse en 1612 terminaría
siendo sustituido por el que hoy contemplamos, cuya instalación se inició el año 1713.
Retrato alegórico del Conde-Duque de Olivares, 1626. Foto: ABC |
El mecenazgo dispensado por Olivares, deja entrever algunas claves interesantes,
como la protección política e institucional que el nombramiento le proporcionaría
al santuario, así como el prestigio mutuo que se brindarían el conde y
Consolación, respectivamente. Con el favor suyo, los frailes
Mínimos obtuvieron una serie de exenciones fiscales que ayudaron a aumentar el
culto de la Señora y extenderlo hacia otras fronteras. Los religiosos
consiguieron las autorizaciones administrativas precisas para la elaboración de
medallas de la Virgen, labradas en plata de ley, comercializar cintas con la
medida de la imagen, así como el permiso eclesiástico oportuno para pedir
limosnas en distintos puertos de España y América.
Desde Felipe II, la monarquía hispánica había puesto su mirada en
Consolación, al autorizar el desembarco de los frailes Mínimos en 1561. Décadas
más tarde, el principal valido del rey termina por incorporar su templo al
elenco de santuarios marianos del país vinculados a la corona española, como por
ejemplo el extremeño de Guadalupe. En aquellos momentos del barroco en los que el brillo del oro, proveniente del Nuevo
Mundo, contrastaba con la gran mendicidad existente en la calle de los grandes
pueblos, Consolación sobresalió entre las demás devociones por los innumerables
beneficios y remedios que dispensó a los más humildes. ¿Cuánta grandeza y cuánto poder ostentaba
la del Barquito en la Mano? La suficiente como para lograr encandilar también al máximo representante de la primera potencia mundial. Se explica así que
Olivares eligiese como defensora suya –para que velara por él en todos sus
frentes–, a la Madre que mejor encarna el Corazón de Utrera.
JULIO MAYO ES HISTORIADOR
Publicado hoy viernes 8 de septiembre de 2017 en la sección Tribuna de la
edición digital del diario ABC de Sevilla y autorizado por Julio Mayo para ser publicado en el
blog de la Asociación Cultural Searus.
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