LA
PRIMERA MUJER SEVILLANA A LA QUE LLAMARON GIRALDA
Un
documento en el archivo del Arzobispado data en 1571 el apodo de «Jiralda»
aplicado a Juana Martín
HASTA ahora,
la referencia escrita más antigua que designa como Giralda a la figura de
bronce conocida hoy con el nombre de Giraldillo, data del año 1592 y la
proporciona un manuscrito de la Biblioteca Colombina, como ponen de manifiesto
Teresa Laguna e Isabel González Ferrín, en el libro «La Giganta de Sevilla».
Algunos expertos han llegado a relacionar su significado con cierto mecanismo
giratorio, o veleta, semejante al molinito de papel apuntado por el profesor
Rogelio Reyes Cano. Otra interpretación distinta sugiere que pudo haber tomado
el nombre de un personaje de la literatura cancioneril del Quinientos, reseñado
en los romances como Gila Giralda, según los profesores Alfonso Jiménez y Solís
de los Santos. Pero un nuevo hallazgo documental permite ahora adelantar la
existencia del nombre, veinticinco años antes de la fecha brindada por la
crónica, aunque lo asocia en este caso con una mujer de la ciudad. Cuando la
victoriosa Giralda se encaramó a la torre el año 1568, era ya anciana una
sevillana muy beata, domiciliada cerca de la Catedral, que tenía por nombre
Juana Martín, a quien el pueblo curiosamente también llamaba la Giralda.
En
el Archivo General del Arzobispado de Sevilla se conserva la portadilla de un
expediente de capellanía fundada en la iglesia de Santa María la Blanca en
1571. Allí aparece enunciado que su constituyente había sido Juana Martín «la
Jiralda» (sic). El contenido define cómo había de oficiarse la memoria de misas
por la salvación de su alma, con el aporte económico de la renta que se
obtuviera de una casa del barrio de Santa Cruz, ubicada en la calle del Horno.
Además, dejó estipulado que el oficiante de las misas fuese un cura primo
hermano suyo, llamado Pedro Delgado, hijo de su tío carnal, Pedro Martín.
Entre
los libros del notario Gaspar de León conservados en el Archivo Histórico
Provincial, hemos podido localizar varios testamentos que realizó en vida y
diversos codicilos otorgados en 1571, año en el que falleció. Gracias a estos,
sabemos que hubo de ser una feligresa asidua de Santa María la Blanca y la
parroquia del Sagrario, a cuya Sacramental legó cierta cantidad económica.
Estableció una importante amistad con algunos de los canónigos y otros
ministros eclesiásticos de la Catedral. Su fervor le llevó también a contribuir
con algunas religiosas, como lo testimonia el apoyo dispensado a su sobrina
Leonor Martín, que terminó profesando como monja, y, sobre todo, a destinar
buena parte de la fortuna que amasó a la obra pía que hemos descrito. Contrajo
matrimonio dos veces. Su primer marido fue Francisco de Salamanca, con el que
tuvo varios hijos. Tras enviudar, formalizó segundas nupcias con Andrés de
Talavera, probable artesano de la cerámica. Tengamos en cuenta, que una de las
escrituras de adjudicación de tributos suscrita por doña Juana señala el
gravamen que ejercitó de una vivienda de la calle de San Jacinto a favor de la
fábrica de Santa María la Blanca.
Giralda,
nombre de mujer
Esta
documentación descubierta no precisa si Juana recibía el apelativo en razón de
su posible altura desmesurada, en caso de la similitud de su esbeltez con la
figura de la torre o por tradición familiar. Era muy usual en aquel tiempo
utilizar nombres de pila, o incluso alguno de los apellidos, como apodos. Nos
hemos propuesto investigar, con rigor, si Giralda había llegado a ser empleado
onomásticamente por las féminas en nuestra ciudad como el de Giraldo. Dos
cartas de embarque al Nuevo Mundo, del Archivo de Indias, nos sirven para
comprobar que Giralda todavía era un nombre femenino, e incluso apellido, en la
Sevilla de los años finales del siglo XVI e inicios del XVII. Son los casos de
Giralda Flores y Petronila Giralda, madres de personas que marcharon a América
en 1602 y 1628, respectivamente. En el Siglo de Oro, pervivía todavía aquí el
uso de un nombre cuya ascendencia se retrotraía a época medieval. En el antiguo
reino de Aragón se documenta, en 1246, a Ápoca de Giralda Laxafarra, vinculada
a un monasterio de Montearagón, del municipio de Quicena, en la provincia de
Huesca. O el de Giralda Ciutadella, de la zaragozana localidad de Daroca, en
1389.
Giralda
no era nombre de carácter profano sino sagrado como el de San Giraldo, un
mártir godo de origen alemán, incluido en el santoral mozárabe hispalense desde
los tiempos del rey Fernando III, como documentó hace unos años el canónigo
archivero don Pedro Rubio. La Iglesia sevillana conmemoraba su festividad
litúrgica el 13 de octubre, pese a hacerlo hoy el día 23 del mismo mes, junto a
la de los obispos San Servando, San Germán y San Teodoro, de tan amplia
tradición histórica en nuestra ciudad.
El
nombre de Giraldo se prodigó en estas latitudes durante la segunda mitad del
siglo XVI no con escasa frecuencia. Así lo hemos comprobado en padrones y
partidas sacramentales de nacimiento, matrimonio y defunción de la parroquia
del Sagrario. Uno de los paradigmas más llamativos lo constituye Giraldo Mayo,
un francés casado con una sevillana en 1584 cuyo nombre honra lógicamente al
célebre benedictino del país vecino San Geraldo de Aurillac. Su abadía se
localiza en la ciudad del mismo nombre, de la región AuverniaRódano-Alpes, a
los pies del camino hacia Santiago de Compostela.
La
hija de Giraldo Gil –a nuestro entender– de Estupiñán, conquistador de la
ciudad colombiana de Buga en 1555, se llamó Giralda Gil, como inmortalizó la
coplilla popular antes citada. Esto nos hace pensar que las descendientes de
los Geraldos que recibiesen la versión femenina del nombre tuvieron que
terminar formalizándose como Gerardas. Esta palabra, que posee un origen
etimológico alemán del tiempo de los godos, quiere decir lanza o guerrera audaz.
Un significado bastante coincidente con lo que representa la figura de bronce
bautizada en sus inicios como Giralda.
Triunfo
de la Iglesia
Expresa
una partida del Libro de Adventicios de la Catedral correspondiente al año 1568
que fueron necesarios hasta 18 moriscos para transportar desde el taller del
fundidor, Bartolomé Morel, el enorme remate que «tiene por nombre la Fe Triunfo
de la Iglesia». De este modo tan colosal, conmemoró Sevilla las distintas
victorias que la monarquía hispánica había conseguido sobre los enemigos de la
religión católica –terminado el Concilio de Trento–, como la cosechada contra
los luteranos de la Florida en 1565. Justo el mismo año que se iniciaron las
obras de recrecimiento del cuerpo almohade de la torre, bajo la dirección del
arquitecto Hernán Ruiz. Sevilla proclamaba así a los cuatro vientos ser la
salvaguarda de la fe, donde se habían gestado y promovido, como cabecera de la
Armada, todos aquellas contiendas libradas en defensa de la fe católica, frente
a una Europa contaminada de protestantismo o a otros lugares en los que se
imponía el infiel musulmán.
Los
atributos que exhibe la efigie giratoria no simbolizan las virtudes teologales
propias de la fe (no lleva el cirio encendido, una iglesia por tiara, los
Evangelios o las Tablas de la Ley en las manos ni el cáliz), sino que muestran
otras cualidades relacionadas con la guerra, representadas por el casco y la
coraza guerrera, reforzada con símbolos de fortaleza como las figuras de león
que adornan el calzado. San Pablo lo dijo: «Revestíos de la armadura de Dios»,
invitando con ello a tomar las armas guerreras para defender la fe. Entiéndase
bajo una clave espiritual para la Iglesia militante que tanto prevaleció en
aquel momento posconciliar. La profesora Morón de Castro defiende que el
Cabildo Catedral trató de convertir una figura que es, a su juicio, una
alegoría de la virtud de la Fortaleza, en una imagen de «Fe triunfante».
Argumenta que esta fue la razón por la que se pintó, ya luego, una vez
terminada de fundir, un cáliz sobre el escudo que se ha borrado con el tiempo.
No
pueden pasar desapercibidos los atributos bélicos que con tanta maestría
encarnan en esta «Mujer guerrera» una perseverante actitud combatiente, muy
bien estudiados por la profesora María Jesús Sanz. Su plasmación se inspira
claramente en la mitología clásica, tan común en las pinturas de la corte de
Felipe II, y nos muestra a la diosa Palas Atenea muy similar al de una estampa
de Marcantonio Raimondi, que identificó en su momento el profesor Juan Miguel
Serrera. Pero la figura de la Giralda tampoco se aparta demasiado de la
alegoría femenina que simboliza a la monarquía hispánica en el cuadro de
Tiziano, titulado «La religión socorrida por España», en el que luce una coraza
(sustituida por la túnica en el grabado de Giulio Fontana). Por tanto, aquí
solo caben dos interpretaciones: que simbolice el triunfo de un catolicismo
combatiente o la victoria del imperio universal español sobre otras creencias.
Orgulloso tuvo que sentirse el propio rey, Felipe II, cuando vino a Sevilla en
1570 y subió a la torre donde aparece inscrito como «Dueño del mundo».
Faro
del río
Los
relieves que decoran la torre están orientados hacia los 32 vientos que
conocían los navegantes del siglo XVI. En aquella Sevilla portuaria,
dependiente del río, la funcionalidad de esta veleta monumental resultó
crucial. Desde muchas millas, se avistaba el anuncio de la Giralda y la
marinería podía prever la orientación dominante, pues se hizo giratoria hacia
todas las regiones para detectar la tempestad del cielo, como significa la
propia inscripción laudatoria de la torre.
Pero
lo que no deja de ser sorprendente es que al Giraldillo lo conociesen en sus
orígenes con el sobrenombre popular de «la Santa Juana». ¿Tendrá que ver algo
con nuestra Juana Martín, aquella sevillana que, por los mismos días en que se
modelaba, también llamaron la Giralda?
Referencias en los archivos
Hasta ahora, la primera
referencia que se tenía del nombre de la Giralda era un manuscrito fechado en
1592 que se custodia en la Biblioteca Colombina.
El apodo de una devota sevillana.
Juana Martín la Giralda
aparece mencionada en un expediente de capellanía fundada en la iglesia de
Santa María la Blanca en 1571, el año de su muerte.
Julio
Mayo, es historiador
Publicado el domingo 16
de julio de 2017 en abcsevilla.es y autorizado por Julio Mayo Troncoso para ser
publicado en el blog de la Asociación Cultural Searus.
No hay comentarios:
Publicar un comentario