AMAYA BLACO GARCÍA
Nota Biográfica
Natural de Málaga, nacida en diciembre de 1979. En EGB comenzó a escribir sus primeros versos.
A sus diez años, su familia se trasladó a Marbella (San Pedro de Alcántara) donde algunos premios literarios de su instituto Salduba le animarían a seguir escribiendo.
En 1996 y 1997 participó en sendos certámenes de poesía para escolares “poetas del 27” organizado por la Diputación de Málaga, siendo premiada en ambos.
En 1998 ganó el primer premio de poesía “Ciudad de Aroche” (Huelva) y en 1999 obtuvo el primer premio de poesía del Colegio Mayor Isabel La Católica (Granada).
Durante su estancia en Granada, ciudad en la que estudió la licenciatura en Traducción e Interpretación por los idiomas inglés, árabe y francés, publicó en las revistas literarias Extramuros, Letra Clara y Alhucema y fue alumna del poeta granadino Antonio Carvajal.
Posteriormente continuó sus estudios de árabe durante un año en Damasco (Siria) y al año siguiente en El Cairo (Egipto), donde obtuvo el premio de relatos cortos escritos en árabe de la Universidad Americana de El Cairo (2004).
A su vuelta se afinca en El Puerto de Santa María (Cádiz), donde ha trabajado como traductora free-lance y en proyectos de cooperación al desarrollo con el norte de Marruecos, y desde donde ha colaborado con la revista Piedra del Molino o con el Ateneo de Sevilla, en el Homenaje a la Generación del 27.
En 2008 le es otorgado el premio de poesía “El Ermitaño”, premio con el que publica su primer poemario Letras de Tierra.
Acaba de recibir el premio de poesía Searus, del Ayuntamiento de Los Palacios y Villafranca.
Noviembre de 2009
Obra: “MATERIA VIVA”
1º Premio, XXXI Certamen de Poesía Searus, 2008
MATERIA CONSTANTE
Palpas, ciego, los años que aman nuestro lecho.
Surcas, leve, los cielos, con zeppelines blancos.
Hablas muy seriamente con un gato que tiene
el color de tus ojos, y el candor de tus brazos.
Vas cotidianamente tejiéndome una atmósfera
donde habito, sensible, al ritmo de tus manos.
En los pliegues del día, te deslizas, constante,
provisto de una música que desviste mis hábitos.
Por las tardes cocinas para mis labios secos
y en la luz de la sala dormimos doblegados.
Son cosas muy sencillas que ocurren diariamente,
sin ellas, es posible, no siguiera mis pasos.
MATERIA ENGAÑOSA
No creas, si me acerco,
que un enjambre de luces bondadosas
te recorre la espalda,
ni aspires el aroma
del beso de mis manos indecentes.
No imagines que giran
en tu torso mil estatuas de sal
desmelenadas,
ni pienses que ya has muerto,
que tu cuerpo gravita
y eres libre de este mundo de sombras.
No te engañes:
sólo somos tú y yo,
sobre el suelo tendido
el manto inerte de la soledad.
MATERIA INCORPORAL
Si mañana me encuentras
no sobre las espinas de cicatrices sonámbulas,
no sobre las culebras del insomnio,
no sobre los pecados incumplidos,
no sobre las cenizas de un “si hubiera”…
Si vienes y me encuentras
sí sobre los reductos de las cosas,
sí bendecida con alas transparentes,
sí diosa, sí niña, sí cascabel con dotes curativas,
sí panacea del centro de la tierra.
Si así, plena de luz,
no pudieras ni verme,
abandona tus ojos,
tus sentidos vitales,
y entra, incorporal, en la floresta
imposible y polícroma, falaz e indiscutible
-coto virgen de caza-
donde reina mi espíritu.
MATERIA INSOBORNABLE
“El duro hueso insobornable
el triste hueso adonde no llega nunca el amor”
Vicente Alexandre
Pero no siempre habito en mi reino de sombra,
a veces me atavío la piel de transparencia
y salgo de las grutas que excavan mis entrañas.
Así, sin un quebranto,
me dirijo a la íntima cascada,
frontera de mi reino,
piel de agua, limítrofe
con el río que nace en tu dominio;
y frágil me despeño
por la roca inmutable
adonde no llega nunca la luz,
allí, donde muy levemente rozan
nuestras patrias,
irremediablemente separadas
en ese toque intenso
en el que no distingo el límite al que arribo
y en el que tú comienzas,
zaguán de nuestros cuerpos,
única poza en que así nos adoramos
todo el tiempo posible en el confín
donde tienen su encuentro nuestros seres
antes de regresar a sus reinos prohibidos,
solitarios, de sombra,
donde no llega nunca el amor.
MATERIA INDIVISIBLE
Mi cicatriz madura se desgrana
toda vez que desgarro el sueño más profundo
donde siempre regreso
a la desmesurada corza de tus labios.
Allí, donde no somos ya dos seres distintos,
sino materia única,
indivisible núcleo, previo a toda conciencia
de las formas que impiden la más pura unidad.
Como la tierra abierta en esos días
en que se hacen visibles
las implacables líneas divisorias,
mi cicatriz exhala entre mi frente
el aroma de flores que no se creen marchitas.
MATERIA INEXPLICABLE
No entiendo la sintáctica de tu silencio cálido,
me confunde el delirio de la caligrafía de tu piel,
velo blanco irrompible
o epidermis mortal de tu ternura.
No consigo ni un día conjugar el pasado
del verbo claudicar,
aunque sí, reconozco, ya conjugo el futuro
-decidida y sin miedo-
del verbo confiar.
Traduzco sin problemas hasta el subordinado
modo con que me aman tus dos ojos.
Pero nunca me pidas
-y eso ya te lo advierto-
que explique con palabras
el sentido inmanente que cruza mi lenguaje
toda vez que te hablo
y en mi voz hay un tono de lumbre inextinguible.
SIN MATERIA
Es atrevidamente inabarcable
amarrarme al vapor de tu presencia
aunque estés con tu alma gravitando
ligero y sin materia, por los planos del sueño.
Es tu respiración en esta noche
como un libro sagrado cuando la fe es un bálsamo,
y tu descanso llueve
sobre la tierra fértil de tu espalda,
su perfume me trae
una paz que conquista mis tarántulas ebrias.
Muy lentamente me despojo
de las húmedas capas que cargué por el día,
y me tiendo rendida en este buque
sin capitán ni brújula, sin luna ni bandera,
los remos extraviados en la noche,
inconsciente, contigo, a la deriva.
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