LAS FERIAS DE LA PRIMERA REPÚBLICA
Gracias a casetas como la del Círculo Mercantil, una de las más antiguas
del real, se consolidó la influencia de la Inglaterra victoriana en Sevilla
JULIO MAYO
Señala la
entrada principal de nuestra feria, una portada monumental que se inspira en
antiguas casetas del Círculo Mercantil, en homenaje a la conmemoración de su sesquicentenario
aniversario fundacional, después de que sus socios dieran los primeros pasos
organizativos en octubre de 1868, coincidiendo con la revolución septembrina.
Desde el nacimiento de esta entidad, figuró entre sus propósitos la instalación
de una caseta donde poder desarrollar una actividad propia, de eminente carácter
socioeconómico. Facilitó la convivencia de integrantes de distintos sectores
sociales, en una fiesta de raigambre rural y acogió a personas de la emergente
burguesía sevillana, visitantes de otras provincias españolas, y distinguidos extranjeros
que venían a vivirla. En aquellos años ya avanzados del siglo XIX, la vida del
Mercantil estaba muy cerca del funcionamiento de los clubes londinenses, pues en
los atrios de su frecuentada caseta acabaron los británicos por consolidar la
Inglaterra victoriana en Sevilla, al tiempo que ayudaron a nuestra ciudad a culminar
su tardía Revolución Industrial. A todas aquellas casetas de casinos y
sociedades de recreo que existieron cuando la feria permaneció establecida en
el Prado de San Sebastián, se debe la reorientación del primitivo carácter
ganadero hacia otras formas de esparcimiento lúdico y festivo, después de que
contribuyesen a introducir en el recinto a muchos personajes influyentes del
momento, que no se hubiesen acercado a él atraídos exclusivamente por el ganado.
En enero de
1870, la sociedad reunida en la Casa Lonja (hoy archivo de Indias y antes
Consulado de mercaderes), acuerda establecer su sede en la calle Cuna y formar
la junta directiva que presidirá el socio fundador, don Simón Martínez, una vez
ya constituida oficialmente ante el Gobierno Civil sevillano, y redactados sus
estatutos bajo las pautas políticas que, en materia de economía, anhelaban
implantar aquellos burgueses liberales de la ciudad que se agruparon para
formar este colectivo, al calor del estallido de la «Gloriosa».
No se había
celebrado la sesión inaugural de la sociedad, finalmente organizada el 8 de
mayo de 1870, cuando se dio a conocer a los socios, el 6 de abril, que un
comerciante había ofrecido la tienda de campaña que poseía alquilada «en el
campo de San Sebastián», tal como expresa el acta que nos ha facilitado el
profesor José Fernando Gabardón. Por el derecho de entrada, el poseedor de la
caseta exigió inicialmente una cantidad económica a cada asistente, aunque sin
quedar bien delimitadas las condiciones del disfrute. Por ello, el centro acordó
realizar otra propuesta distinta al propietario. A escasos días del inicio de
la feria, concretamente el 10 de abril, las dos partes acordaron que los
billetes se vendiesen a un precio único por socio, con derecho a los tres días del
festejo, sin ninguna restricción.
Casetas de los círculos y sociedades recreativas de la ciudad instaladas en
la feria.
Mariano-Mateo de Pablo-Balnco/ABC
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Caseta de un antiguo Círculo Mercantil.
El recinto ferial acogió desde su nacimiento, en 1847, el montaje de suntuosas tiendas
de campaña de diversos casinos. Una litografía de la Biblioteca Nacional, nos
muestra la maravillosa creación de los arquitectos Sarazola y Fernández, en
1856. Según
la Guía comercial de Gómez Zarzuela, editada uno de aquellos años, la tienda del
ya extinguido Círculo tenía dos plantas, y contaba con salones de baile,
restaurant, salón de descanso, gabinete de tocador, caballeriza y alguna que
otra alcoba más, similar estéticamente a un templete chino o pabellones de las
ferias de Madrid, Barcelona, o las exposiciones internacionales de París y
Londres. A partir de la revolución de 1868, los estatutos
de los círculos y casinos constituidos con anterioridad a aquella etapa
política quedaron sin efecto, por lo que el actual Mercantil no fue una
continuidad institucional del otro.
Tres días por 25 reales
El Mercantil se comprometió, con el señor de la caseta, a
entregarle el importe total de los carnets que se expidiesen, más los de otros
que la entidad adquiriría para compromisos institucionales, hasta llegar a
cubrir los gastos de montaje, según explican las actas del propio Círculo. En
la revista mercantil sevillana denominada «La Luz», del 15 de abril (Sábado
Santo) se introdujo esta nota informativa: «Esta Sociedad, según circular que
ha pasado a sus socios, ha hecho un contrato con el dueño de la casilla –nombre que recibían las
casetas de antaño– que en la feria se conoce como del Círculo Mercantil, por
el cual se facilitan a los socios del primero billetes para los tres días de
baile, al precio de 25 reales».
Se instaló la primera caseta el mismo año que llegó el tranvía a la feria
(1870), un mes antes de la inauguración oficial de la sociedad, gracias al
ofrecimiento realizado por don Leandro Catalina, un empresario de maderas que entonces
regentaba el «Almacén del Rey», ubicado en Reyes Católicos.
Este comerciante vinculado a Jerez de la Frontera, mantenía contactos muy
cercanos con socios como el propio presidente, don Simón Martínez, dedicado al
comercio de la ropa y los tejidos, o don Antonio Olmedo López, un reputado vinatero,
dedicado al comercio del vino, que vivía en la actual calle Albareda, junto a su
hermano Fernando, el célebre canónigo de la catedral. Las
aserradoras formaban parte del conglomerado de empresas auxiliares existentes
en torno a la industria vinícola para la que se fabricaban múltiples
utensilios bodegueros. Era alcalde presidente de la ciudad el comerciante de la
calle Sierpes, don Laureano Rodríguez de las Conchas, socio del Círculo Mercantil
y miembro de su directiva, que pasó a ser presidente en 1872 a la muerte del
fundador.
En
aquella época del Sexenio democrático (1868-1874), proliferaron un buen número
de estos Círculos comerciales y económicos que estaban impregnados de un gran
trasfondo político. También formaban parte del bando republicano
en Sevilla, diversos comerciantes significativos asentados en las calles del
centro urbano, que ya conocían bien las nuevas tendencias del
positivismo e intentaban aplicar un modelo económico y político parecido al de
Inglaterra. En este Centro Mercantil se unieron con el firme propósito de
luchar en pro de la mejora comercial de sus negocios y el consecuente progreso
económico de la ciudad.
Entre
los documentos administrativos y distintos programas originales que se
conservan en el Archivo Municipal, consta que la feria se celebraba aún, de
modo invariable, los días 18, 19 y 20 de abril (martes, miércoles y jueves de
Pascua de Resurrección). Ya contaba con un gran renombre tanto dentro como
fuera del país. Todo el Prado presentaba un pintoresco panorama de tiendas
confeccionadas a base de amplios y lujosos lienzos, montadas por el propio Ayuntamiento,
los cuerpos militares, diferentes familias pudientes y diversos casinos, entre
los que se encontraba este Mercantil que nos ocupa. Al margen de los tratos
ganaderos, se anunciaban en las horas de la noche espectáculos sorprendentes
con profusión de luces que iluminaban el campo, la improvisación de cantes y bailes
propios de la tierra, otro tipo de música más estilizada y saraos en los que se
disponían bailes de salón. Contaba con buenas vías de comunicación y un transporte
muy económico, especialmente desde la inauguración del ferrocarril en 1862, debido
a la cercanía de la feria con la estación de trenes. Todo favorecía enormemente
la asistencia de los que acudían por recreo y de los que lo hacían por motivos
de negocio, pues en el Real se suscitaban considerables operaciones
mercantiles. En 1870 fue la primera vez que se amplió la celebración a varias
jornadas más, a petición de los propios industriales tras las pérdidas económicas
ocasionadas por las lluvias. Lo narra así Francisco Collantes de Terán en sus Crónicas de la feria.
Liquidación de rentas
Varios documentos
del Archivo Municipal revelan que el ayuntamiento tuvo que llamarle la atención
al dueño de la casilla, don Laureano Catalina, al año siguiente de 1871, por no
liquidar a tiempo la renta que le correspondía al Asilo de San Fernando, centro
benéfico al que iba destinada la recaudación de una serie de tiendas
establecidas en el paseo central del Real. En el mes de marzo, don Leandro no
había manifestado al Círculo todavía si volvería a ceder el espacio, según
informó «La Luz».
En
1893, el Ayuntamiento
promovió la fabricación de un grupo de casetas con mayores dimensiones, y le pidió
al Círculo Mercantil que montase la suya a la vera de otros casinos, agrupando
así las de este tipo de sociedades. Los gallardetes que ondean en el remate de
la actual portada, evocan aquellos que hermoseaban el conjunto de casetas que
la comisión de festejos dispuso construir entonces, diseñadas por el arquitecto
municipal José Sáez. Sobre sus elementos constructivos y distintos motivos ornamentales,
nos ha proporcionado una amplia información César Ramírez, autor de la portada conmemorativa
de este año. Debemos al investigador Mariano Mateo de Pablo-Blanco, la
fotografía que ilustra nuestro artículo, correspondiente a tales casetas
agrupadas que se idearon levantar en 1893.
Cultura
inglesa
La madrileña revista semanal de «La ilustración
española y americana», fue ofreciendo puntual información sobre los hábitos y
costumbres inglesas que la colonia británica trajo a nuestra feria, en unos
años en los que Inglaterra era la primera potencia económica mundial. En 1872,
la expresada revista menciona a Lord Hamilton, cuyo espectacular yate había
permanecido anclado en el Guadalquivir, frente al palacio de San Telmo, durante
los días festivos. A los señoritos sevillanos les resultaría prácticamente
irresistible emular la elegancia de los caballeros anglosajones. Nos visitó el
artista y escritor dramático Alfredo Thompson, que acudió a inspirarse en
nuestras costumbres. Arribaban muchos hombres de la política, la banca y la
aristocracia. Con independencia de los ingleses, deambulaban también norteamericanos,
rusos y alemanes. Muchas de las casillas estaban engalanadas con banderas de
todas las naciones.
Los ingleses, a los
que les perdía el vino jerezano, trajeron las carreras de caballos, que se
celebraban en Tablada, conjugándose las grandes fiestas hípicas con las regatas,
adoptadas igualmente de su cultura. En las vísperas de la feria de 1876, días
16 y 17 de abril, se acopló una ancha plataforma en el río, desde la que se
presenció la competición náutica. A la feria de aquel año llegó el mismísimo
príncipe de Gales, don Eduardo VII, proveniente de Gibraltar. En la documentación
histórica que conserva este Círculo Mercantil se constata el grado de
implicación que llegaron a alcanzar diversas familias inglesas dentro de la
sociedad, entendiéndose así, cómo del juego de la pelota llegó a propiciarse la
aparición del Sevilla Foot-Ball Club en 1890.
Aquí no
llegó la gran Revolución industrial que tuvo Inglaterra, aunque pudimos
engancharnos al carro de la transformación y comercialización de muchos
productos agropecuarios, gracias también al incomparable escaparate de una
feria que, desde
mediados del siglo XIX, consiguió atraer a no pocas
personas de toda Europa y América. Su implantación constituyó un impulso
categórico, de rango internacional, para Sevilla.
JULIO MAYO ES HISTORIADOR
Publicado el
jueves 19 de abril de 2018 en diario ABC de Sevilla y autorizado por Julio Mayo
para ser publicado en el blog de la Asociación Cultural Searus.
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