¿DE QUIÉN ES LA VIRGEN DE CONSOLACIÓN DE UTRERA?
JULIO MAYO
Varias
cartas, fechadas entre 1841 y 1845, de la serie documental de los Asuntos Despachados
del Archivo arzobispal de Sevilla, arrojan una serie de claves muy sugerentes
respecto a la propiedad de Nuestra Señora de Consolación, en las que se discute
si la imagen correspondía a la institución eclesiástica, en medio de la disputa
que mantuvieron los miembros de su hermandad con el clero parroquial de Santa
María de la Mesa –histórica collación de la que depende–, a cuenta de la
colecturía de misas y limosnas que se recaudaban en la festividad principal de
la Virgen, cada 8 de septiembre. Se suscitaba así la eterna lucha encubierta entre el
clero secular y, en este caso, la hermandad de la Virgen por controlar el culto
de una imagen de gran devoción, que propicia una considerable fuente de ingreso
económico.
Es el propio hermano mayor, don Joaquín
Giráldez, quien se dirige entonces al ministro de la Gobernación para
manifestar que, después de que los frailes Mínimos fuesen expulsados
definitivamente del convento, y quedasen confiscados todos los bienes de la
comunidad religiosa por el Estado, el templo de la patrona de Utrera había
quedado prácticamente abandonado, como la mayor parte de todos los que se
hallaban a las afueras de las poblaciones. Pese a que la hermandad se había
hecho cargo de su mantenimiento y el culto a la Virgen, el devoto Giráldez se
quejaba de que el clero local se había adjudicado la pertenencia de la imagen,
después de la marcha de los monjes. Argumenta en su escrito el hermano mayor
que la apropiación se había producido a causa de una circunstancia sobrevenida,
provocada excepcionalmente por los dictámenes gubernamentales y que, por tanto,
los derechos de propiedad de la misma habían pasado a manos del ordinario
eclesiástico de modo accidental.
Foto de Pepe Florido |
Devoción de
arraigo popular
El
caso es que la Virgen de Consolación, después de que los religiosos abandonasen
el santuario en 1835, nunca llegó a trasladarse al templo parroquial de Santa
María. No recogían las leyes desamortizadoras, en ningún caso, que las tallas
pasasen a la parroquia en la que hubiese estado enclavado el convento. Y sí
disponían, sin embargo, que se quedasen abiertos este tipo de templos,
«necesarios para la comodidad y pasto espiritual», como el utrerano, en los que
residía una devoción de arraigo popular.
En el mes de agosto de 1842, se erigió
precisamente una nueva hermandad bajo el título de Consolación, para canalizar
la enorme devoción que aún continuaba profesándosele a la imagen, pese a que el
gobierno ilustrado de Carlos III hubiese ordenado suspenderla, después de que
prohibiese la celebración de la romería y procesión, por ejercitarse en ellas
prácticas irrespetuosas (1771). No se trató de una extinción de la hermandad
por decrecimiento del culto, sino que esta fue forzosamente suspendida como
consecuencia de una exagerada medida represora, impuesta desde la Corona, sin
posibilidad ninguna de reanudar su actividad hasta que la autoridad civil le
facilitó, en aquellos años centrales del siglo XIX, una cierta cobertura legal
mediante la aprobación de sus nuevas reglas.
Pero el misterio radica quizá, en saber
interpretar adecuadamente el principio de este riquísimo fenómeno devocional.
Así narra el erudito utrerano Rodrigo Caro, en su libro sobre el Santuario de
Nuestra Señora de Consolación, publicado en 1622, la llegada de la Virgen: «En
el año 1507, una mujer vecina de Sevilla, tenía consigo esta venerable imagen.
Después de una epidemia de peste determinó venirse a Utrera, donde tenía una
hija viviendo que se decía Marina Ruiz». Años más tarde, al hacerse mayor esta
utrerana llevó la talla «al emparedamiento del Antigua», de donde pasó al poco
tiempo a la ermita de los monjes, establecida en el camino de los espiritistas,
muy cerca del actual santuario.
Nos enseña la historia de Consolación
que aquella imagen, ofrecida por una señora particular, se llevó después al
extrarradio del pueblo, lejos del templo parroquial, donde creció su prestigio
y fama como imagen milagrosa, sin que su origen guarde relación ninguna con
Santa María, para cuya iglesia ni fue hecha ni donada. De hecho, cuando a
finales del mes de marzo de 1561 se hicieron cargo de la ermita los frailes
Mínimos, y se protocoló ante notario el inventario de los bienes, figura
asentada en la relación que hemos consultado la imagen de Nuestra Señora de
Consolación. Es cierto que los derechos de la colecturía los percibía la
parroquia. Pero su clerecía, como mucho, limitó siempre sus funciones a vigilar
el uso digno de una representación sagrada de la Virgen María, sin que nunca
interfiriera sobre las donaciones que recibían los Mínimos ni en el adorno de
la efigie, como lo pone de manifiesto el hecho de que el barquito de oro lo
donase, a los propios monjes, Rodrigo de Salinas en 1579, y no a la parroquial.
En el pasado, la Iglesia no mostró tampoco mucha preocupación sobre la cuestión
jurídica de la propiedad de la imagen, pues su interés radicaba más bien en la
administración de un bien espiritual, y no en el de una talla física.
Y
porque nadie como Ella ha sabido llenar de espiritualidad mariana, y ocupar los
espacios del alma de esta tierra purísima, sus hijos lucharon desde muy antiguo
por acogerse bajo la protección de su Madre y Reina. Casi una década antes de
que concluyera aquel floreciente siglo XVI, el ayuntamiento la había nombrado
ya patrona de la localidad, aunque no se conserva el acta de la proclamación.
Conocemos la noticia por otros documentos del propio Archivo municipal y los
testimonios escritos del mismo Rodrigo Caro. El pueblo la hizo suya a base de amor,
porque en su intermediación encontró soluciones a tantos conflictos,
adversidades y fatalidades, que acabó hermanando el bello título de la
advocación con su identidad misma, que en definitiva es su propia pertenencia.
Razón esta por la que, desde hace ya varios siglos, Consolación es patrimonio del
pueblo de Utrera.
JULIO MAYO ES HISTORIADOR
Y AUTOR DE NUMEROSOS ESTUDIOS
SOBRE CONSOLACIÓN DE UTRERA
Trabajo
publicado en el blog de la Asociación Cultural Searus con la autorización de
Julio Mayo. Artículo publicado el 8 de septiembre de 2016 en el diario ABC de
Sevilla.